Medio oficialista critica cartel sexista en baño público de La Habana

Un artículo de un medio oficialista critica abiertamente la presencia de un cartel sexista en un baño público de La Habana. No precisa a quién pertenece el recinto, pero su publicación es significativa, dado el poco abordaje que recibe la violencia de género en la prensa oficial
Foto del polémico cartel
 

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Afortunadamente, lo que antes parecía impensable se va haciendo realidad. Temas otrora tabúes en Cuba, como la violencia de género y la discriminación sexual, poco a poco van ganando terreno y posicionándose incluso en el discurso y los medios oficiales, tradicionalmente cerrados para todo aquello que asome visos de crítica seria al “paraíso comunista”.

Una grata muestra de ello es un artículo publicado este jueves en el portal oficialista Cubadebate, donde se critica abiertamente y sin tapujos la colocación de un cartel sexista en los sanitarios de un recinto púbico en La Habana.

Si bien al material le faltó precisar de qué sitio se trataba y a qué entidad pertenece, reconoció que la señalética de los baños en cuestión, que muestra a un hombre acosando a una mujer, es una terrible muestra de sexismo y machismo, abundantes aún hoy en la realidad cubana.

De acuerdo con la periodista y profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana Dixie Edith, autora del artículo, “del chiste pesado al sexismo no hay más que un paso” y eso precisamente es lo que demuestra, como otras tantas cosas, el cartel en cuestión.

Pero, “¿qué ocurre cuando el dudoso intento de gracia, por si fuera poco, naturaliza un delito?”, se cuestiona Edith, para responder con contundencia que eso precisamente es lo que hace el cartel de marras, del cual se deja saber que “señaliza un baño público ubicado en el nuevo espacio recreativo del litoral costero capitalino, en la intersección de las calles 1ra y 70, en el municipio de Playa”.

En sus palabras:

“Las figuras muestran a un hombre mirando a hurtadillas a una mujer, por encima de lo que parece la pared que divide ambos servicios. Y aquí, el frustrado intento de broma llegó y paró.

Ya no estamos hablando de sombreros antiguos: de copa para ellos y bien llenos de flores o encajes para ellas; o de estereotipados personajes de cine que muestran al galán y la doncella, la flamenca y el torero. Ni siquiera de esos otros intentos de “creatividad” que apelan a símbolos fálicos, tacones o corbatas, o cualquier otro tópico teñido de sexismo, por obra y gracia de la tradición machista que nos persigue.

Ahora estamos asistiendo, además, a la incitación de un acto penado en nuestras leyes. Y que, por si fuera poco, no solo posiciona una vez más a la mujer como sujeto –víctima “natural”- de la masculinidad hegemónica, sino que coloca a todos los hombres en posición de violadores de la ley, de victimarios. Eso se llama violencia simbólica”.

Los argumentos de la autora son inapelables. Para darles más fuerza, acude a la opinión de juristas que constatan que la mera existencia del cartel, y su colocación, refieren un claro acto de acoso y ultraje sexual, reconocidos en el Código Penal vigente de la isla.

Si bien este último está obsoleto en lo que a violencia de género y discriminaciones se refiere, al menos para el caso del malogrado cartel aplica a la perfección, con penas de hasta “tres meses de privación de libertad” o “multa de cien a trescientas cuotas”.

Como señala Edith, a día de hoy “muchos debates públicos alrededor del mundo andan ocupados en cómo lograr señaléticas y espacios urbanos más inclusivos, que no reproduzcan esos estereotipos que nuestras sociedades patriarcales han colgado a mujeres y hombres (…)

Si por acá nos encontramos aún señales como la de la foto de marras, resulta evidente que estamos aún muy lejos de esas otras polémicas. Lo lamentable es que el caso no es único”.

Ojalá y la publicación en Cubadebate conlleve no sólo al retiro del cartel, sino también a un posicionamiento aún mayor de estos temas en la esfera pública y el discurso oficial. Actualizar el Código Penal vigente, con penas más severas para estos casos, e incorporar nuevas figuras como la del feminicidio, resultan medidas necesarias y esenciales para que se logre algún día desterrar de la realidad cotidiana las discriminaciones y prácticas violentas.

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