La publicación del diario Granma levantó críticas impulsadas desde la sociedad civil, activistas y grupos feministas o, sencillamente, personas comprometidas con que las cubanas no sigan siendo asesinadas ni sigan conviviendo con sus agresores, a falta de políticas públicas que trasciendan el triunfalismo.
"Ha sido notable en los últimos meses el aumento en la producción de historias contadas a los lectores mediante el storytelling, un recurso que no expone la ocurrencia de un suceso a través de la información, sino del uso de la narración emotiva", se lee en uno de los primeros párrafos de la nota, firmada por el periodista Javier Gómez Sánchez.
Al Partido le molesta que supuestamente se describan "los detalles del arma homicida, el lugar donde el victimario dejó el cadáver de su víctima"; le molesta que se dé voz a los testimonios de los familiares o que se recreen "las intimidades de la relación entre el hombre y la mujer" en tanto, según las apreciaciones de este periodista, lo hace de "una manera que no es menos morbosa, sino simplemente más sofisticada en su búsqueda de provocar reacciones".
¿Pero qué es lo que molesta en realidad al régimen?
El firmante del artículo, más allá de preocuparse por el análisis de feminicidios en Cuba, se va por las ramas de una posible comparación con "la tasa de países de América Latina, donde según los datos recopilados por la Cepal, ocho países superan, y otros cinco duplican o más, la tasa de Cuba". Por ser, según él, menos que las de otros países, ¿las muertas cubanas no importan?
Lo que parece importarle es, en sus propios términos, una estrategia que "se pretende presentar, siendo aceptada así por una parte de sus receptores, envuelta en el interés por «visibilizar» estas problemáticas, en contraste con una necesidad sin dudas insatisfecha –en cantidad y profundidad– desde nuestros medios de comunicación".
Por si no bastara, el artículo que debió tratar el feminicidio y fue escrito por un hombre, deja este mensaje: "la importación forzada de iniciativas surgidas en otros países al estilo de las campañas extranjeras Me Too y Yo sí te creo, para utilizarlas de manera tóxica, a modo de linchamiento, en el acoso individual o institucional, en la destrucción del prestigio de personas, y propiciar casos judiciales para convertirlos en shows, es el escenario cubano que algunos anhelan".
Estas cifras, que sí existen, dan crédito a la necesidad del trabajo de organizaciones como estas que, por iniciativa no oficial, toman las redes para que no haya que lamentar en Cuba ni una (mujer o niña) menos.