La “red de la calle” en Cuba busca sobrevivir al golpe del gobierno

“Nosotros éramos ‘alegales’. No teníamos permiso para operar pero tampoco estábamos en el marco ilegal, sin embargo, ahora con las nuevas restricciones, si no nos ajustamos a sus propuestas, entonces sí nos convertiríamos en ilegales.
 

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“En Snet se juega, pero no es un juego”. Así piensa Robin González Martínez, un joven de 27 años de edad, miembro de la red “clandestina” más grande de Cuba.

Aquí hay más cosas instructivas que banales, además ¿quién dice que jugar es malo? Por lo general la red funciona como una gran fuente de información, conviviendo con los juegos, que hay varios, las personas utilizan esta plataforma para subir sus creaciones, lo mismo te puedes encontrar un poema, un dibujo, los últimos tatuajes, que se puede compartir bibliografía para hacer un trabajo investigativo de la escuela de tu hija, o que se pueden debatir los temas menos impensables en nuestro foros”.

Street Net es una gran comunidad de todo tipo de personas. No solo son jóvenes, como pudiera pensarse, en realidad es una porción de la sociedad en la que conviven diferentes actores. Una porción bien grande, porque los datos publicados recogen que esta red callejera la integran más de 20 mil personas. Popularmente se conoce como Snet, y según dice Robin, él cree que el nombre es en inglés porque suena más cool, se escucha mejor así.

Si analizamos un poco esta red, podríamos calificarla hasta de democrática, no hay un “server central”, pero sí está organizada por cuatro pilares interconectados entre sí que son los que hacen que la señal llegue a todos los municipios de La Habana. Los administradores de esos pilares tienen la misma jerarquía. Las decisiones que se toman se discuten con los miembros de mayor rango y las normas se hacen cumplir lo más cabalmente posible.

 

A diferencia de lo que se quiere mostrar, nosotros no ganamos dinero con lo que hacemos, no es una red con fines de lucro, así está bien definido en el reglamento interno que tenemos, no se habla de política, ni de religión, y por ningún motivo se puede cobrar el servicio”.

Sin embargo sí hay personas que han incumplido ese requisito, sí han hecho dinero con la red, pero son la minoría, y en cuanto se ha revelado los directivos toman la decisión de sacarlos, los eliminan. El dinero que se aporta, porque si se recoge dinero, un CUC al mes, es solo para mantener los equipos, para lograr ampliar la infraestructura, para ayudar a los propios miembros si tienen necesidades de equipos puntuales para permanecer conectados. Y como contraparte existen páginas que demuestran la transparencia de esa pequeña economía.

También hay “personajes” que han manifestado sus destrezas informáticas en usos no precisamente aplaudibles. Informáticos, programadores, cualquier persona con habilidades en ese este ejercicio, que pertenecen a la red, pero que no han actuado correctamente.

Tampoco es que se haya hecho nada extraordinario. Es imposible hackear –dice Robin— no porque no existan personas con competencias para hacerlo, sino porque las condiciones del país no lo permiten, la sociedad cubana no está lo suficientemente informatizada para eso, además, si existiera esa opción, entonces el hacker tendría que conectarse a la red de la empresa o institución a intervenir, pero dejaría de estar conectado a Snet”.

Nada está exento de errores, no somos perfectos, pero esta red tiene mucho más cosas positivas que negativas. Muchas personas han hecho de esta red una familia, y cuando hablamos de familia puede pensarse en el sentido literal: personas que se han enamorado, casado, han tenido hijos. Eso se ha logrado en esta red. Además hay jóvenes muy introvertidos que han encontrado en este sitio el lugar idóneo para desenvolverse. Colegas que han confesado que si se quita la red perderán a todos sus amigos, porque en la calle no se relacionan con nadie”.

Jóvenes conectados desde cualquier parte de La Habana, que en escenarios distintos a este nunca se hubieran conocido. Snet viene siendo una suerte de conectora entre las personas, teniendo en cuenta que no todas tienen telefonía fija o celular, y que además, las comunicaciones vía Internet siguen siendo, en términos económicos, poco accesibles para la mayoría de los cubanos.

 

Las nuevas disposiciones del Ministerio de las Comunicaciones legalizan el uso doméstico de las redes, pero en condiciones que atentan contra Snet.

Nosotros éramos ‘alegales’, por ponerle un nombre. No teníamos permiso para operar pero tampoco estábamos en el marco ilegal, sin embargo, ahora con las nuevas restricciones, si no nos ajustamos a sus propuestas, entonces sí nos convertiríamos en ilegales”.

Pero el sentido de la red no es ese, estos jóvenes no quieren ser actores contracorriente que realizan su actividad de forma clandestina, escondidos, además porque no podrían. La red, sustentada en tendederas de cables de edificio a edificio, sería imposible de ocultar, los nanos tendrían que estar en posiciones determinadas para poder recibir y devolver la señal, y si se eliminan de las azoteas, entonces será imposible conectarse.

Por eso el grupo de Snet se ha enfrentado a la decisión del gobierno, quieren lograr un diálogo con el Ministerio de las Comunicaciones, llegar a un acuerdo. Y para eso han recogido firmas que expresan claramente el desacuerdo con las nuevas regulaciones, tal cual están redactadas.

Nuestro objetivo es llegar a las 10 mil firmas, creo que lo vamos a conseguir. No solo han firmados los miembros, también muchas personas que se identifican con nuestra causa, además hemos recibido el apoyo de las familias, que prefieren que sus hijos estén tranquilos en la casa conectados a una red que puede ofrecer contenido educativo y no que salgan a la calle, que muy buena no está”.

Robin es uno de los más activos de la red en Alamar. Vive en Micro X, lejos del centro de la ciudad, lejos de todo. Su mayor temor, si es que “ganaran las nuevas medidas”, es que dejaría de estar conectado con la otra parte de la ciudad, con sus amigos al otro lado de la bahía.

Nada es imposible, creo que si al final no podemos llegar a un acuerdo con las autoridades, habrá que pensar en nuevas formas, pero sería muy complicado. La realidad tecnológica es inevitable, para que sobreviva nuestra comunidad habría que instalar equipos cada 200 metros. Calculando de forma apresurada podríamos decir que necesitaríamos unos 10 mil nuevos equipos para mantenernos comunicados, para seguir conectados. Ya lo dije, no es imposible pero sí sustentable, pagable, viable, lógico”.

Por eso Robin insiste en el diálogo, en encontrar los beneficios para ambas partes, y crecer. Llegar un acuerdo en que ganar-ganar, sea el resultado.

 

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