Enrique Salgado no se considera un artista, sino un herrero que gusta de hacer lo que pocos hacen: transformar desperdicios de metal en verdaderas obras de arte.
Aprendió a trabajar el hierro desde muy temprano con su padre, que era soldador, y de a poco esa ocupación venció a la contabilidad y a la ingeniería civil, las dos carreras que estudió.
Pero en algún momento medir, marcar, cortar y soldar dejó de ser trabajo para convertirse en razón de ser.
“Mi hijo me pidió una torre para poner un nano y le dije que, si íbamos a hacer una, que fuera algo original. Entonces empezamos a buscar en Internet. Hallamos planos originales de la torre Eiffel y los llevamos a escala”.
Aunque al final no se puso el nano, quedó allí, en su azotea, en medio del barrio capitalino de Los Pinos, un pedazo de París.
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Cuando se montó la torre Eiffel de poco más de cuatro metros de altura, Enrique jamás pensó que su casa sería el epicentro de la comunidad. La estructura iluminada en la noche brindaba a los amantes de los selfies y el arte la posibilidad de viajar a París sin salir de La Habana.
Tanta fue la conmoción, que una artista le visitó en aras de incluir su trabajo en la Bienal. “Me comentó que para ello debía tener como mínimo tres piezas, por lo que elaboré una Pirámide de la Luz y otras obras, pero jamás regresó ni me contactó más”.
Pese a ello, su espíritu de creador continúa intacto y apuesta por retos cada vez mayores gracias a sus conocimientos de ingeniería civil. “Quiero hacer ahora una Torre de Pisa a menor escala, pero fiel a la original”, comenta Enrique, que bien sabe que el campanario de la catedral italiana esa una de las mayores incógnitas de la arquitectura por sus cuatro grados de inclinación.
Entre las cosas que le gustaría hacer próximamente figura la inscripción en la Asociación de Artesanos y Artistas de Cuba (ACAA) u otra organización que le garantice la visibilidad de su obra y, sobre todo, el acceso a materiales, difíciles de conseguir en el país.
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“La carencia de materiales es mi principal limitante. Tengo muchas ideas, pero no siempre cuento con qué concretarlas”, apunta Enrique, quien suele reutilizar para sus creaciones ventanas, rejas y puertas abandonadas, así como otras piezas de hierro que compra a bajo precio.
A día de hoy tiene en venta su torre Eiffel. “No me quiero deshacer de ella, pero quiero crear una aún más grande que tenga mayor visibilidad”.
Aunque Enrique se defina como herrero, todos en su comunidad lo ven como artista. Y no solo por su destreza, sino por la pasión que le imprime al trabajo, por el cual desafía las prohibiciones del médico de realizar esfuerzo físico, producto de su hipertensión arterial y problemas en el corazón.