¡Que peleen los gallos, que no sufren!

Roberto Lora, de 65 años, tiene más de diez gallos de pelea en la azotea de su casa. Ya no va casi a la valla, pero mantiene el hobby de alimentar y criar a sus gallos
Roberto Lara junto a sus gallos en la azotea. /Foto: Emmanuel Martín.
 

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En la azotea de su casa Roberto Lora (65 años) tiene más de diez gallos de pelea, y una perra Stanford llamada Lala, que vela celosamente por las aves de su dueño. 

- ¿Desde cuándo tú estás en estos de los gallos?

“Desde que era un niño, siempre me ha gustado. Allá en la finca de mi familia por parte de madre, en La Alcarraza, Chivirico (Santiago de Cuba), mi abuelo que era español, y mis tíos, criaban gallos de peleas. Allá en Chivirico había una valla enorme, que dicen que era de Los Babunes”. 

-¿Y entonces desde niño estabas metido en las vallas?

“No no no, a los niños no lo dejaban ir a las vallas. Yo fui a una valla ya hecho un hombre, cuando eran prohibidas. Las vallas las cerraron después del 59, porque decían que eran un rasgo del capitalismo. Había vallas en la ciudad, y también se cerraron. Cuando yo comencé a pelear fue en un sao; nos escondíamos dentro de un tanque de agua monte adentro; porque si te cogía la policía te decomisaban los gallos. Ahora hay vallas del estado y asociados de los gallos”.

-¿Y se apuesta?

“No no, allí no se puede apostar, está prohibido. Pero la gente apuesta por detrás, como una máscara...”.

Ahora las vallas son casi un centro cultural, y muchos emprendedores particulares, muchos con patentes de vendedores de productos alimenticios, y otros sin patentes, van allá a vender sus productos: meriendas, almuerzos, bebidas alcohólicas, agua fría; todo se vende muy bien.

 


-Pero mirando las peleas de gallos, ¿qué sentido tiene sino se apuesta?

“A los galleros les gusta ver a su gallo ganar”.

-¿Y los que están mirando y no son galleros?

“Esos apuestan por atrás, escondidos, entre dos personas”.

-¿Vas mucho?

“No, ya no voy tanto, pero cuando creo que tengo un buen gallo listo para pelear, voy”.

-¿Cuándo un gallo está listo para pelear? 

“Lo primero que hay que hacer es clasificar el gallo, cómo pelea, cuáles son sus acciones, cómo levanta las patas, si tiene buena boca.... El que es malo se aparta y se coge de ‘mona’”.

Entonces me cuenta que las peleas duran 20 minutos; a veces son hasta que uno de los dos gallos muere, o ‘se huye’. A veces, cuando el gallo es muy bueno, pero está perdiendo, el gallero lo retira para que no se lo maten, conservarlo.

 

“El gallo es un deportista y el gallero su entrenador. Hay que hacer muchas cosas. El gallo come maíz, plátano maduro, puré de malanga con picadillo de carne o huevos, pescado, naranja”, explica Roberto,

-¿El gallo conoce a su dueño?

“No, no hay cerebro para que piense eso. El gallo es una máquina de pelea, es su instinto, no puede razonar; el gallero que te diga que su gallo lo conoce es un iluso, mírale su cabeza, ¿cómo va a pensar?”

-¿Entonces el gallo no sufre? Se está analizando un decreto de protección animal, para eliminar las peleas de gallos y de perros. Se dice que el gallo sufre mucho, que es un abuso, un maltrato animal. ¿Qué crees de esto?

“El perro sí sufre, el gallo no, no tiene cerebro para sufrir. Pero las peleas de gallo no las van a eliminar aquí en Cuba, a Raúl [Castro] le gustan mucho…”, dice en tono de broma. 

Según Roberto, un buen gallo de pelea a los 15 meses ya está listo para pelear, y los más longevos han tenido 4 y 5 temporadas de peleas. Una temporada concluye cuando el gallo comienza a mudar sus plumas, y entonces hay que pararlo y volverlo a preparar.

-En la sociedad del gallo, ¿cuántos galleros hay?

“Hay bastantes”.

-¿Ustedes son como los colombófilos, que se reúnen y llevan las palomas a La Habana y vuelan hasta aquí; o sea que si hay torneos nacionales?

“Hay galleros que van hasta las vallas de Granma y Guantánamo. Hay torneos y premios, se premian la pelea más rápida, el mejor gallero, el mejor gallo. Pero el gallo no es como la paloma. No debes llevarlo a La Habana, tan lejos a pelear. Al gallo no se le puede cambiar el agua cuando está entrenando para pelear, es muy frágil y le puede afectar, se sale de cuido. A La Habana es difícil, pero a Granma y Guantánamo se va en dos horas”.

-¿Tú vas a la valla con amigos? 

“Antes yo iba mucho a la valla con dos amigos míos que ahora viven en Miami: Roger el veterinario, y Eliecer. Eliecer vino hace poco a jugar gallos, porque en Miami pelear gallos está prohibido, el gallo y la pelea de perros, por eso de la ley de protección animal.

Roberto disfruta solo con ver a sus gallos; alimentarlos, criarlos, limpiarles el corral todas las tardes, es su principal hobby.

 

 

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