Nadie quisiera estar cerca de un enfermo de COVID-19. Mientras más lejos, menos probabilidades de contraer el virus. Sin embargo, para controlar la expansión de la pandemia y a la misma vez curar a los que están infectados, alguien tiene que trabajar.
Raúl Ávila González es chofer de la Base de Transporte Pérez Vidal en Matanzas, pero desde hace unos meses trabaja como transportista en el centro de aislamiento que han habilitado en la Universidad de Matanzas.
“La convocatoria llegó a través de mi jefe. Me llamaron y me preguntaron si estaba de acuerdo en asumir, y aquí estamos. No tuve miedo en ningún momento, son tareas que se le asignan a uno y hay que echar para adelante”, dijo a ADN CUBA.
“El protocolo me lo han explicado los médicos mismos. Yo tomo todas las medidas de precaución establecidas. Uso el nasobuco, el cloro; mantengo higienizada la cabina y el furgón del carro; también uso guantes y llevo un gorro. Luego de trabajar llego a mi casa y me doy un baño de agua bien caliente, lavo toda esta ropa y me incorporo a mi familia”, aclara Raúl.
En su nuevo centro laboral trabaja una noche y descansa dos días, su horario está comprendido entre de las 6:00 de la tarde y las 7:30 de la mañana. En el tiempo de trabajo muchas son las actividades que le corresponde hacer: “yo aquí muevo medicamentos, los bultos de los pacientes, la ropa, traslado enfermos y alguna u otra actividad que se presente”.
Mientras su carro aguarda en el parqueo por el anuncio de la próxima misión, Raúl aprovecha el tiempo para dialogar con sus nuevos colegas; a algunos los ve por primera vez, otros ya son rostros conocidos.
“Es muy lindo porque no nos conocíamos y ya hay personas que están repitiendo, algunos como voluntarios y otros porque los han reubicado. Esto es una misión de entrega”.
Raúl vive con su esposa y con su hijo; es el sostén económico de su familia por lo que trabajar en estos tiempos donde muchos están sin cobrar es una garantía. Él no sabe la cifra exacta de su salario mientras esté vinculado a esta tarea, pero contento sí está.
“A partir de la primera quincena que estaba trabajando en el centro de aislamiento hubo una mejoría en el salario. Yo espero que la próxima sea una sorpresa igual”.
En los dos meses que lleva en la Universidad de Matanzas muchas han sido las anécdotas que guarda este hombre. Cuando todo pase seguro cuenta a sus amigos sobre el día que en pleno traslado de pacientes una señora se salió del carro en movimiento.
“Eso fue una noche, una señora con problemas mentales mientras la trasladaba a otro edificio, me sorprende y se tira del carro, brincó por una ventanilla y se tiró. Después se dio a la fuga. No quería estar aquí”.
Por actos como este Raúl debe estar, como dice el dicho, “a cuatro ojos”, porque además de manejar su carro, también debe velar por el traslado seguro de los pacientes que tiene bajo su cuidado.
Mientras los días pasan, las medidas del gobierno cubano se readecúan según la fluctuación de la pandemia y otros transportistas serán reubicados donde se precise su compromiso; pero Raúl permanecerá trabajando en el centro de aislamiento de la Universidad de Matanzas, donde siente que es útil, donde cada día se expone al riesgo que representa ponerle la cara al coronavirus.