La historia de los campos de trabajo forzado que el gobierno de Fidel Castro abrió en varias provincias del país durante los 60, es uno de los capítulos oscuros de la revolución cubana y que el régimen se niega admitir. Las UMAP han vuelto a repensarse por estos días, cuando Mariela Castro, hija de Raúl Castro y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) cuestionó que esos centros sean calificados como “campos de concentración”.
“Son un tema sobredimensionado y distorsionado”, enfatizó Mariela Castro en una transmisión de YouTube del programa “La tarde se mueve”, que conduce desde Miami el periodista procastrista Edmundo García.
“Nosotros íbamos a la escuela al campo. ¿Ir a la escuela al campo eran campos de concentración? Mira que aprendimos mucho y nos divertimos mucho y lo cuestionábamos todo. Si lo pasábamos de lo más bien...”, aseguró Mariela Castro en una comparación impensable para miles de víctimas de esos campos de trabajo forzado.
Una de esos afectados es el cantautor Pablo Milanés, una leyenda de la música en Hispanoamérica, quien se animó a relatar el absurdo opresor desde su propia experiencia en esos campos, relatada en el documental Pablo Milanés (Juan pin Vilar, 2019). Hasta el 19 de mayo de 2020, está disponible en Vimeo según ha informado la página de Facebook del proyecto Cine Cubano en Cuarentena.
Una de las vetas centrales del audiovisual, y de sus mayores valores, es que logró el testimonio de Pablo sobre su reclusión en las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), campos de concentración y de trabajo forzado para personas principalmente homosexuales, religiosas, desafectas del nuevo régimen, políticos o intelectuales críticos, para “reeducarlos” y que fueran útiles al nuevo orden comunista.
El relevante músico, intérprete y compositor, uno de las figuras más importantes de la Nueva Trova, no duda en calificar de “campos de concentración” a las UMAP, donde fue recluido a sus 23 años, sin cometer delito alguno.
Milanés explica que lo “engañaron”, citándolo mediante un telegrama en el que decían que había sido elegido para “el Servicio Militar”.
En realidad, “fui elegido para un campo de concentración. Me parece que aquello fue brutal para un muchacho de 23 años…”, afirma.
El relato de la partida parece de una película que narre el antisemitismo o cualquier historia de genocidio de grupos humanos. Pablo recuerda que “estaba rodeado de guardias con bayonetas y unos guardias a cada lado de las puertas de los autobuses (…) cientos de autobuses. No tuve tiempo de despedirme ni de mi esposa ni de mi madre, que me acompañaron”.
En ese momento, el artista engañado estaba “feliz”. “Yo decía que no lo hubiera querido, quería seguir en lo mío, pero me llaman para un deber, me voy satisfecho…”
Pronto comprendería cual era la realidad de aquella operación militar. A las UMAP enviaron presos comunes, los mezclaron con jóvenes cubanos que estaban allí, supuestamente, pasando el Servicio Militar Obligatorio y que no habían cometido ningún delito.
Lea también
“Un día empezaron a llegar presos comunes, al campo. Gente que había cometido distintos delitos y que estaban en cárceles habaneras, [hoy] antiguas cárceles [que esxistían] en el año 65, fundamentalmente el Castillo del Príncipe. Venían de allá y nos juntaron”.
“Nosotros nos preguntamos: ¿qué sentido tiene esto? ¿Enfrentarnos? ¿O las cárceles están muy llenas y necesitan vaciarlas y traerlos para acá [las UMAP]?”, dice el trovador en su testimonio, guitarra en mano.
“Fue una idea oscura que nunca entendimos y que pudo haber ocasionado enfrentamientos”, recuerda.
“En realidad lo pasaban peor aún los homosexuales. Una tarde se aparecieron camiones ahí, con una lista, unos oficiales, nombrando personas en una operación relámpago. Eso ocurrió en todos los campos de Camagüey, la misma tarde, cronometrado: los recogieron a todos y los llevaron para guetos lejanos, los aislaron juntos todos ellos”.
Lea también
El audiovisual es un extraordinario documento, tanto por los testimonios de la relevante figura de la cultura cubana, como por reunir otros archivos históricos que muestran que aquellas violaciones de derechos, más que un error de unos pocos malos funcionarios, se debían a una política de Estado. En un discurso de un alto funcionario ante miles de personas, se oye en los altoparlantes el espíritu de aquel gobierno, que no se ha ido del todo: “queremos una juventud de acero, dispuesta al sacrificio, que combata las tendencias egoístas, la blandenguería, el conformismo…”
El largometraje se proyectó en 2019, en una función única durante la 18va Muestra Joven del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, en el pequeño cine 23 y 12 de La Habana.
En él se habla de La Habana musical de los años 60 del siglo anterior, que todavía conservaba cierto garbo antes que el gobierno revolucionario endureciera su persecución. Pablo recuerda la atmósfera cultural de aquella urbe, rememora pasajes de su vida y formación cultural. Todo eso tuvo una abrupta pausa cuando la política afectó la vida del artista, como la de tantos cubanos.
“Fue una conclusión bastante macabra, lograron juntar a todos los que consideraban despreciables, en un campo de concentración”, es el juicio lapidario de Pablo Milanés.