¿Quién no ha movido el cuerpo con un son? El que no lo ha hecho, tiene la oportunidad de volverse un fanático de un género que ha cautivado a miles de antillanos por décadas ahora que Cuba declaró el 8 de mayo como el día del son cubano.
Muchos artistas se unieron a este reclamo promovido por el gran músico y sonero Adalberto Álvarez y, como dice la jerga popular, “se salieron con la suya”. Llegaron también soneros de España, Puerto Rico y Venezuela para dar su apoyo a los cubanos, agregó un video donde anunció la noticia el compositor.
Allá dondequiera que estén, deben estar saltando de alegría Benny Moré, Celia Cruz, Rita Montaner y los integrantes del Trío Matamoros. Aunque, a decir verdad, todos los días son buenos para bailar un son y para celebrarlo; no hace falta que nadie ponga fecha al sentir de los soneros.
Se dice, que el son más antiguos conocidos datan del Siglo XVI como el Son de la Má Teodora, posiblemente de 1562 interpretado por dos hermanas dominicanas, Micaela y Teodora Ginés, pero eso es casi historia antigua.
Que el son surgió en la región oriental de Cuba a finales del siglo XIX, es una de las opiniones más firmemente establecidas en la conciencia del pueblo cubano. También es una fuerte creencia que en 1892 el tresista baracoense Nené Manfugás lo llevó del monte a los carnavales de Santiago de Cuba. Por eso el trío Matamoros cantaba: “son de la loma, cantan en llano”.
Pero lamentablemente, no existen pruebas fehacientes sobre el origen del son cubano. Las rumbitas rurales, que se consideran como manifestación temprana de lo que luego se llamaría son, surgieron en todo el territorio de la isla y se han conservado al menos tres de sus modalidades en lugares como Isla de la Juventud (Sucu-Sucu), Ciego de Ávila (Rumbitas) y Guantánamo, Oriente (Changüí).
Por eso, los historiadores ya no creen que esté relacionado con el “Son de la Ma Teodora”.
Quien lo hizo popular fue nada más y nada menos que Sindo Garay, porque firmó contratos para grabar en disco —de esos anchos y negros que luego llamaron “de acetato”— y se convirtió en un referente de la música popular cubana del siglo XX.
Una lista parcial de los trovadores que grabaron rumbas, guarachas y sones en La Habana a principios del siglo XX incluye a Sindo Garay, Manuel Corona, María Teresa Vera, Alberto Villalón, José Castillo, Juan Cruz, Juan de la Cruz, Nano León, Román Martínez, así como los dúos de Floro y Zorrilla, Pablito y Luna, Zalazar y Oriche, y también Adolfo Colombo, que no era un trovador sino un solista en el Teatro Alhambra.
En 1917, el Cuarteto Oriental grabó el primer son documentado en el catálogo de “Columbia Records” que fue introducido como “Pare motorista-son santiaguero”.
La popularización comenzó en serio con la llegada de radiodifusión en 1922, que llegó al mismo tiempo que la reputación de La Habana como una atracción para los estadounidenses que evadían las leyes de prohibición.
Un punto de inflexión que hizo posible esta transformación se produjo cuando el entonces presidente Machado pidió públicamente a La Sonora Matancera que tocara en su fiesta de cumpleaños. Además, la aceptación del son como un género de música popular en otros países contribuyó a una mayor aceptación del son en la corriente principal cubana.
En 1928, El manisero, interpretado por Rita Montaner se convirtió en la primera canción cubana en ser un gran éxito en París y en otras partes de Europa. Pero ninguna agrupación ha sido tan importante como el trío Matamoros en convertir al son en lo que fue.
Ellos sintetizaron el estilo de los sextetos y septetos, adaptándolo a su conjunto. Las diferentes capas rítmicas se distribuyeron entre sus tres voces, guitarras y maracas. En 1928, viajaron a Nueva York con un contrato de grabación por RCA Victor, y su primer álbum causó un gran impacto en el público que pronto se hizo muy famoso a nivel nacional e internacional. El trío Matamoros mantuvo gran prominencia hasta su retiro oficial en 1960.
Aunque el "son clásico" sigue siendo una base musical muy importante para muchos tipos de música latina ya no es un género de música popular en Cuba. Las generaciones más jóvenes de cubanos prefieren derivados más rápidos y orientados al baile, como la timba o la salsa. Las generaciones mayores siguen conservando el son como uno de los géneros que escuchan, concretamente en Oriente, donde tienden a mantener las versiones más tradicionales del son, en comparación con La Habana.
Gracias al álbum y película Buena Vista Social Club, y la serie de álbumes en solitario de sus miembros hubo un renacimiento del son tradicional y un redescubrimiento de artistas de son, que a menudo se habían quedado en el camino. Pero esto ha sido sobre todo fuera de Cuba. Dentro, parece que el son es más un género de nostalgia que de culto. Sin embargo, constituye parte esencial de la cultura cubana.