La cantante lírica cubana y maestra de varias generaciones, María Remolá, falleció este 9 de diciembre a la edad de 91 años en un Hogar de Ancianos de Santo Domingo, capital de la República Dominicana donde vivía hacía varios años.
María Remolá había nacido en Barcelona, España, el 7 de diciembre de 1930, pero arribó a Cuba en compañía de sus padres a los 14 años. Debutó profesionalmente en 1958, en la compañía de Aguilá-Martelo con el rol titular de la ópera Marina, de Arrieta. En 1961 fue Doña Francisquita, de Vives, dirigida por Antonio Palacios en el teatro Payret y en la versión televisiva.
Interpretó personajes protagónicos en zarzuelas y óperas, así como canciones de la música popular cubana y latinoamericana. También actuó como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. Fue discípula de canto de Francisco Fernández Dominicis y recibió clases de perfeccionamiento con la cantante búlgara Liliana Yablenska.
Con el Teatro Lírico Nacional de Cuba asumió roles en óperas como Rigoletto, Don Pasquale, El Barbero de Sevilla, La Traviatta o Lucía de Lammermoor, y en zarzuelas y operetas como Luisa Fernanda, Los gavilanes, María la O, Bohemios, La viuda alegre, entre muchos otros.
Por si fuera poco, durante dos años fue la figura principal, junto a Armando Pico, en el gran espectáculo del mundialmente famoso cabaret Tropicana en La Habana. Realizó varias giras artísticas por la extinta Unión Soviética, Bulgaria, Mongolia, Viet Nam, Corea y México, Francia, Estados Unidos y España.
Era tan popular en esa época, que se menciona su nombre en un diálogo muy famoso de la película cubana “Fresa y Chocolate”, interpretada por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz. Durante una escena, Perugorría dice que en Cuba era hora de “escuchar otra voz” (en referencia a Fidel Castro) para luego concluir que ya era suficiente de “María Remolá”.
En 2010, en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes, en Santo Domingo, se le rindió un homenaje a tono de despedida por sus 50 años de carrera profesional.