El exministro de Cultura cubano y actual director de la Oficina del Programa Martiano Abel Prieto ha publicado en el diario oficial Granma un artículo en el que usa la distinción de Fernando Ortiz entre "cubanidad" y "cubanía" y otras referencias del discurso nacionalista republicano para acusar al escritor exiliado Guillermo Cabrera Infante de no ser propiamente cubano y defender un "anexionismo de alma y pensamiento".
Aprovechando el reciente nombramiento de la obra de Ortiz como "Patrimonio de la Nación", Prieto recuerda que en el ensayo Los factores humanos de la cubanidad, de 1949, el antropólogo cubano asegura: "Hay cubanos que no quieren ser cubanos y hasta se avergüenzan y reniegan de serlo". En ellos, «la cubanidad carece de plenitud, está castrada»." No es suficiente, insiste Ortiz, «tener en Cuba la cuna, la nación, la vida y el porte». Falta algo más: «son precisas la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser». Y diferencia «la cubanidad, condición genérica de cubano, y la cubanía plena, sentida, consciente y deseada»."
"Hay anexionistas rumberos y divertidos --explica el funcionario-- que dominan un picante repertorio de cubanismos, disfrutan el ron, el dominó, un buen tabaco, el café fuerte, ríen con los chistes de Pepito, lloran con un bolero y llevan siempre al cuello una medalla de la Caridad del Cobre". "Son practicantes activos de la cubanidad externa; pero están esencialmente ajenos a la cubanía".
"Sé de un caso notable: Cabrera Infante, cubanísimo en su narrativa, en su pirotecnia lingüística, y francamente anexionista de alma y pensamiento. Su colección de artículos Mea Cuba (1992) resulta escandalosamente proyanqui. Hace una crítica feroz, sin fundamento alguno, de todo pensamiento antimperialista que haya surgido en Cuba y en nuestra región. El propio concepto de «América Latina» es para él «un cliché más de la izquierda profesional»" --prosigue el exministro, antes de definir a Cabrera Infante como "alguien que usaba su talento y su sentido del humor para jugar literariamente con los signos exteriores de nuestra cultura; pero pertenecía a la especie de la «cubanidad castrada»".
"Pienso que tienen que ser muy escasos los nacidos en Cuba (vivan aquí o en cualquier otro sitio del mundo), capaces de ofender a Martí y de promover la anexión de su país a EEUU. Conozco a muchísimos emigrados que defienden cotidianamente su identidad, no con rituales vacíos, sino como algo cargado de sentido, y son portadores de la más preciada cubanía", concluye el ministro, olvidando los numerosos elogios de Cabrera Infante a la obra y el legado literario martiano.