Selene tiene los años justos en que socializar en Internet es el centro de su mundo…, pero también tiene la edad en que costearlo es imposible, salvo que lo asuman sus padres, profesionales ambos, que no pueden hacerlo con sus salarios.
Ella vive en el distrito urbano José Martí, uno de los tres grandes conglomerados de viviendas que se construyeron en Santiago de Cuba con la tecnología conocida como Gran Panel, décadas atrás, cuando la cotidianidad no era tan aplastante y tener uno de estos apartamentos era un estímulo al trabajador destacado.
A la calle donde vive Selene le dicen “la zonade los chicos de la luz”, a modo de burla por eso de que Paris es la Ciudad de la Luz. A alguien se le ocurrió y quedó la idea. Pero a diferencia de la ciudad europea, esta zona de la comunidad santiaguera tiene un solo bombillo en el alumbrado público, amarillo, al que todos le rezan como si fuera un santo: “por favor no te fundas, te imploramos que resistas…”
El triste bombillo público y las luces de las viviendas evitan que unas tres calles sean una total oscuridad, una “boca de lobo” como dicen algunos, un lugar donde se pierden los gritos, un paisaje de delicia para jugar a los escondidos, y hacer fechorías.
“Cerca hay un área wifi, no hay Nauta Hogar por aquí, y está la 3G, pero la verdad todo eso es para otras personas, para mí es por gusto y pa´ na´”— dice la joven, que en medio de un panorama de acceso a internet menos restringido, aún es una de las tantas personas desconectadas.
Sin embargo, para este grupo de jóvenes que no tienen edad para trabajar y cuyas necesidades de socialización contemporánea no pueden ser asumidas por sus padres, la famosa aplicación Zapya sigue dando una sensación de estar conectados.
“Todo empezó un día que se fundió el bombillo de la calle. Afuera estaba muy oscuro y la verdad no era gracioso estar ahí. Pero es tremendo que te digan entra para la casa en medio de la diversión. Entonces a alguien se le ocurrió usar Zapya, de balcón a balcón, y conectarnos para seguir la rumba”.
Primero fueron dos, luego tres, cuatro, cinco, 10 muchachos conectados desde sus balcones, a veces desde los cuartos, conversando, intercambiando, pasándose música, bretes, haciéndose bullying digital, sacando a los intrusos, inventando contraseñas…
“Es de lo más divertido. Una vez hasta muela le bajó un chiquito a una amiguita, nos ponemos a vacilarnos, a veces las muchachas nos ponemos a decirle cosas a un varón, por ejemplo, pero una vez la cosa se puso pesadita, pues el jaba’o del edificio del frente pasó un video que no era porno pero no era tan bobo. A partir de ese momento lo bloqueamos y no lo dejamos entrar más. Pero ese día se enteraron algunos padres y entonces se pusieron pa´ eso”— contó Selene a ADN CUBA.
La joven, no obstante, piensa que de ese incidente sacaron una enseñanza: mientras menos sepan los padres, mejor.
Los intercambios, de todo tipo, continuaron, “pero nunca de videos o fotos de nosotros, pero bueno, a veces hacemos concesiones…, a veces nos ponemos retos, y como el móvil es cámara a la misma vez, pues nos divertimos un poco”.
La realidad a veces se torna más dura para un joven, que por naturaleza prefiere estar más tiempo fuera, compartiendo, que encerrado en un apartamento semejante a un cubo, con unas pocas ventanas y lleno de rejas.
“Estamos y no estamos dentro de la ciudad. Cuando se vive a varios kilómetros uno depende del transporte, y si este está malo, uno se siente apartado, excluido, olvidado..., no podemos casi salir de noche porque es peligroso, o para regresar necesitas al menos 30 pesos, mis padres no me lo pueden dar cada vez que salgo. Si además no tienes dinero para Internet, en serio es como estar en una isla dentro de la ciudad, pero no rodeado de agua, sino de oscuridad, de altos precios y problemas”.
Hace algunos años Zapya revolucionó a Cuba y a los cubanos con esa sensación de estar “conectados”. Tiempo después, nauta, nauta hogar y la 3G también hicieron de las suyas.
“¿Todus (App de mensajería instantánea de factura nacional)? ¿Me preguntas por qué no usamos Todus?, por la misma razón que no tengo 3G: no hay dinero. Todus es gratis, pero la línea del teléfono no…. Al menos con Zapya solo con el teléfono ya nos conectamos”— dice Selene.
En algunos lugares “apartados y aislados”, Zapya sigue siendo vital en el día a díade aquellos que viven en una realidad donde los precios mantienen desconectados a los individuos.
“Y como van las cosas, creo que Zapya seguirá siendo la app que más usaremos… hay que seguir zapyando (guapeando)”, comentó.