El principal problema del gobierno cubano son sus dirigentes, que no pueden vivir acorde a las leyes que ellos mismos impusieron, más allá de que el sistema no funciona.
A lo largo de estos 60 años de administración comunista son muchas las ocasiones en las que el gobierno de La Habana le ha aplicado al pueblo métodos arbitrarios, contrarios al ideal que enarbola, con los que han buscado aliviar el atolladero económico inherente al socialismo, del que ningún régimen de este tipo ha logrado salir.
Uno de esos métodos ha sido endeudando a la población a través de préstamos bancarios, casi siempre de manera obligatoria.
Para entender esto hay que señalar que el dinero que los bancos cubanos prestan a la población, nunca pasa por las manos de esta, a no ser en forma de documento legal donde reflejan la cifra de la deuda, siempre con una tasa de interés.
El gobierno se ha encargado de reafirmar el mito de que el préstamo es una manera de ayudar al pueblo dado los bajos salarios que no permiten la adquisición de bienes, y que los bajos salarios son culpa del bloqueo estadounidense; pero, si según la ideología comunista, las empresas, las instituciones, los bancos, son propiedad del pueblo, cabría preguntarse ¿cuál es la lógica de que el pueblo se preste su propio dinero, y con un porciento de interés? ¿Qué hay detrás de esta práctica?
También existe el mito de que los bancos prestan el dinero que tienen en sus bóvedas, pero la realidad es que ese dinero solo comienza a existir en la medida que se paga la deuda, pues antes de eso el dinero no existe, en el banco no hay ningún dinero disponible para ser prestado.
¿Increíble? Pues la cosa está en que al gobierno le cuesta dinero imprimir cada billete, por lo que es más rentable, darle al cliente un papel que diga cuánto le está prestando, y lo obligue a pagar por cada uno de eso billetes, billetes que en la práctica, el deudor solo va a percibir a la hora de entregárselos al banco, obviando el caso de los trabajadores estatales, a los que la deuda le es descontada de sus salarios.
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Un ejemplo de esto es el de la llamada “revolución energética”, el plan de endeudamiento más grande del que ha sido víctima el pueblo cubano. ¿Cuánto dinero necesitaría el banco para prestarle a cada uno de los que fueron obligados a cambiar sus electrodomésticos en el marco de ese plan? También están aquellos que adquirieron cocinas y ollas eléctricas, calentadores y otros aparatos dependientes de la electricidad, que hasta ese momento no poseían. Para que se tenga una idea, recordemos que solo el refrigerador valía 7 mil pesos, pero también se cambiaron aires acondicionados y televisores.
Según cifras oficiales Cuba cuenta con un fondo habitacional de tres millones 811 mil 002 viviendas, el cual no creció mucho desde el año 2004. Si suponemos que la mitad de esa viviendas cuentan con un refrigerador, o sea, un millón 905 mil 501, y multiplicamos este número por 7 mil, obtendremos como resultado la alucinante cifra de 13 mil 338 millones 507 mil pesos, dinero este que el gobierno nunca imprimió y que sirvió para inflar un falso PIB y apalear la enquistada crisis económica que sufre Cuba desde 1959.
Con una deuda por el valor del costo de compra de cada uno de los electrodomésticos que formaron parte de la revolución energética, el gobierno se hubiera ahorrado millones de dólares por concepto de fabricación de dinero, aun así impuso un precio de mercado minorista, y un impuesto sobre el préstamo.
Otra cosa que hay que destacar es que una vez terminado el cambio forzado de los electrodomésticos a la población en el marco de la revolución energética, el gobierno recaudó más de 100 mil toneladas de chatarra en concepto de metal que también tributaron al PIB, y cuanto más si recordamos que entre el 2004 y el 2005 los precios internacionales de la chatarra de hierro aumentaron un 95%, a cuenta de la incontenible demanda de China, lugar de donde vinieron los refrigeradores marca Haier.
Con la revolución energética el gobierno se ahorró más de mil millones de dólares en la compra de petróleo para generar electricidad solo en el primer año, según cifras oficiales.