Con el título "La Habana de Trump", un reportaje de Patricio Fernández publicado en el diario El País pinta el sombrío panorama social en la isla que ha traído el reciente cambio de la política norteamericana hacia Cuba.
"Toda la energía que se vivió desde que Barack Obama y Raúl Castro acordaran restablecer las relaciones diplomáticas entre Cuba y los EEUU se ha transformado en decaimiento", dice el periodista, que detalla el efecto de las recientes medidas económicas del gobierno de Donald Trump, a raíz de la aprobación del artículo III de la Ley Helms-Burton para reclamar en cortes norteamericanas las propiedades confiscadas hace 60 años en la isla.
Las conversaciones del periodista con empresarios españoles en La Habana también aportan pocas razones para el optimismo.
“Me contaron, además, que la desconfianza instalada entre los empresarios extranjeros y las autoridades locales pasaba por un momento álgido, que cualquier palabra de más ponía en riesgo los pagos atrasados a veces en casi dos años y siempre en más de uno, lo que de suceder simplemente los arruinaba. Una vez a la semana se reunían entre ellos para desahogarse a puertas cerradas."
Pero uno de los detalles que llama la atención del reportaje es su abierta referencia a un endurecimiento de la política de control y la intolerancia del gobierno cubano.
"Las ansias de control -dice el periodista- se dejan sentir de maneras al mismo tiempo crueles y absurdas: una amiga que vivía cómodamente en Europa y que regresó hace dos años con su marido italiano para invertir en esta nueva etapa que debía comenzar en su país, me contó que tras la marcha LGTBI reprimida el 11 de mayo fueron a buscar a uno de los mozos de su restaurante simplemente por ser homosexual. Lo ofendieron gritándole burlas soeces, le preguntaban si era activo o pasivo, y luego recorrieron las casas de su barrio para informar a los vecinos aquello que todos sabían. Fueron varios los casos como el suyo en los días que siguieron a la marcha, y Mariela Castro, la hija de Raúl que por años representó la causa de la diversidad sexual, apoyó esa represión perdiendo de golpe todo el prestigio libertario ganado con anterioridad."
El reportaje pinta con un realismo inusual en medios extranjeros la situación de desesperanza que se vive actualmente en la isla.
"Una periodista joven me dijo —cuenta el reportero sin dar nombres "porque no se puede"—: 'todos los de mi edad nos queremos ir'. No hay proyecto a la vista, el sueño revolucionario terminó hace rato y quienes ostentan el poder parecen preocupados principalmente de una cosa, mantenerlo."