El régimen cubano, que hace malabares para enmascarar que estamos a las puertas de una crisis similar a la debacle recordada con el eufemismo de “Período especial”, está promocionando desde hace meses el uso de la bicicleta para paliar la escasez de transporte y combustible. Ahora sabemos que, además, nos venderá esos vehículos mediante el nuevo esquema de tiendas que ofertan en MLC (Moneda libremente convertible), de modo que aquel carente de dólares estadounidenses o euros, que prepare sus piernas para caminar.
La Cadena de Tiendas Caribe, de propiedad estatal, anunció la próxima venta de ciclos de la marca RALI, que tiene su sede en Panamá y lleva más de 37 años presente en el mercado latinoamericano.
Usando el lema gubernamental promovido por el presidente designado Miguel Díaz-Canel, “Vamos por más”, Caribe aseguró en un tuit que “próximamente se comenzarán a comercializar en nuestra red de tiendas bicicletas marca RALI”.
Con este anuncio, el régimen sigue sumando productos a la lista de los disponibles en divisas fuertes, en detrimento de la mayoría de los cubanos que cobran en el devaluado peso cubano y la fantasmal moneda CUC.
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Sin especificar precios, adelantaron que los modelos serán Tornado, Isla y Rio, vendidos por la marca a más de 200 y 300 USD, y que seguramente tendrán un sobreprecio notable en los establecimientos comerciales de la dictadura.
A finales de julio, en el programa de propaganda televisada Mesa Redonda, se dijo que el armazón metálico sobre dos ruedas es una de las alternativas recomendadas por el Ministerio del Transporte para paliar las consecuencias del bajón económico mundial, que ha sido también excusa perfecta para que el régimen esconda su propia ineficiencia.
Eduardo Rodríguez Dávila, ministro del Transporte, dijo entonces en la estatal Televisión Cubana que entre la “estrategia para impulsar la economía” está “desplazar las mayores demandas de los horarios pico y fomentar el uso de las bicicletas”, lo que sin duda indica que el quiebre del transporte sobre todo en la capital, está lejos de contenerse.
Sin embargo, desplazar la solución hacia las personas y sus ciclos no debe arrojar los resultados esperados. Aunque muchas ciudades del mundo promueven leyes que estimulan el uso de las bicicletas para contribuir a la salud y la regeneración ambiental, en Cuba, ese eslabón básico del transporte es el más frágil, incluso podría compararse con un animal en peligro de extinción.
La idea sacada de debajo de la manga por el ministro Rodríguez Dávila viene “rodando” hace mucho, pero con pocos resultados. En 2013, el jefe de la comisión para el desarrollo de las reformas económicas, Marino Murillo, acordó un plan para recuperar el uso de la bicicleta como una alternativa a los problemas del transporte público; en él se promovía el uso de éstas para una mejor movilidad de la población, evaluándose la venta de piezas para su mantenimiento.
Siete años después queda otro plan desecho en menudos pedazos. La existencia de las bicicletas en las calles las ratifica en la mayoría de los casos como un objeto de lujo, y por el reciente anuncio de la Cadena Caribe, parece que esa tendencia está lejos de terminar.
No es preciso el contexto de la crisis generada por el nuevo coronavirus y su impacto en la isla para darnos cuenta de la necesidad de ese medio de locomoción. Lo que resulta incomprensible es la necedad del gobierno para facilitarlo a precios asequibles.
El principal problema está en el precio irracional de estas. Hasta ahora, en la red de tiendas estatales las bicicletas habían tenido (cuando se encontraban) un costo aproximado de 150 CUC. Hasta ahora, no se sabe hasta dónde se dispararán los precios en la próxima oferta MLC.