Por mucho que el régimen cubano intenta matizar con el eufemismo de “coyuntura” la crisis grave en que se encuentra la economía cubana, y alejar el recuerdo del “período especial” ocurrido en los años 90, lo cierto es que la sociedad cubana transita otra vez lo profundo del pozo.
Las imágenes icónicas de los años más duros de la debacle social que ha traído el castrismo, están a la vuelta de la esquina, como las de cientos de cubanos teniendo que recurrir a las bicicletas ante la ausencia de taxis y transporte público.
Al menos eso parece cuando se escucha en el programa de propaganda televisada Mesa Redonda, que el armazón metálico sobre dos ruedas es una de las alternativas propuestas por el Ministerio del Transporte para paliar las consecuencias del bajón económico mundial, que ha sido también excusa perfecta para que el régimen esconda su propia ineficiencia.
Eduardo Rodríguez Dávila, ministro del Transporte, dijo en la estatal Televisión Cubana que entre la “estrategia para impulsar la economía” está “desplazar las mayores demandas de los horarios pico y fomentar el uso de las bicicletas”, lo que sin duda indica que el quiebre del transporte sobre todo en la capital, está lejos de contenerse.
Sin embargo, desplazar la solución hacia las personas y sus ciclos no debe arrojar los resultados esperados. Aunque muchas ciudades del mundo promueven leyes que estimulan el uso de las bicicletas para contribuir a la salud y la regeneración ambiental, en Cuba, ese eslabón básico del transporte es el más frágil, incluso podría compararse con un animal en peligro de extinción.
No es preciso el contexto de la crisis generada por el nuevo coronavirus y su impacto en la isla para darnos cuenta de la necesidad de ese medio de locomoción. Lo que resulta incomprensible es la necedad del gobierno para facilitarlo.
La idea sacada de debajo de la manga por el ministro Rodríguez Dávila viene “rodando” hace mucho, pero con pocos resultados. En 2013, el jefe de la comisión para el desarrollo de las reformas económicas, Marino Murillo, acordó un plan para recuperar el uso de la bicicleta como una alternativa a los problemas del transporte público; en él se promovía el uso de éstas para una mejor movilidad de la población,
evaluándose la venta de piezas para su mantenimiento.
Siete años después queda otro plan desecho en menudos pedazos. La existencia de las bicicletas en las calles las ratifica en la mayoría de los casos como un objeto de lujo.
Para su uso y disfrute no es necesario ningún trámite burocrático de licencias, ni la compra de combustible, y a la hora de aparcar ocupan muy poco espacio, aunque sí el régimen estaría al menos obligado a realizar alguna inversión para recuperar las ciclovías.
El principal y único problema está en el precio irracional de estas. En la red de tiendas estatales las bicicletas tienen un costo aproximado de 150 CUC. Tomando en cuenta el salario promedio a junio de 2020 en Cuba, 29 CUC, podemos hacernos una idea. Si quieres comprarte una, olvídate de tu familia por cinco meses y podrás tenerla. Si prefieres adquirirla en plataformas particulares como Revolico o Porlalivre, tendrás ofertas más jugosas en cuanto a marcas y formas. Sin embargo, su precio estriba entre los 160 y 1200 CUC.