Lo que sentimos al partir

Claudia Genlui nos trae unas sinceras reflexiones sobre la falta de esperanzas individuales y colectivas en Cuba bajo el régimen actual. Nos revela además una carta de una amiga que partió a Brasil y narra lo que sienten muchos cuando abandonan la isla
Como este edificio, el día a día en Cuba es una mezcla de abandono y falta de esperanza. Foto: EFE
 

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Llevo algún tiempo sin publicar nada en las redes, más allá de exigir lo obvio y lo justo, de compartir y hacer míos los reclamos de libertad de muchas personas que admiro. Son días difíciles para todxs, tanto dentro como fuera de Cuba. Nos preocupa nuestra sobrevivencia y el mañana.

En lo personal siento a veces que ni siquiera tengo fuerzas para levantarme, menos para salir a buscar comida o enfrentarme a lo que ya de por sí nos lastima como cubanos en el día a día. Hace poco le comentaba a una persona que quiero mucho que la sensación de dolor, frustración, preocupación... se hacía a cada segundo más fuerte.

Sin embargo, hoy recibí una carta de una amiga, una de mis mejores amigas. Ella lleva días preocupada por mí, intentando animarme, aun cuando la que debería hacerlo soy yo. Hace dos meses se vio obligada a abandonarlo todo e irse a Brasil. Tan sólo tiene 23 años; es hermosa, talentosa y capaz de enfrentarse a cualquier adversidad. Sin embargo, nunca la sentí tan triste como cuando se enfrentó a las consecuencias de la migración, de ese adiós que se dice, pero nunca se sabe hasta cuándo será.

Rachel Guzmán Pérez, mientras vivía en Cuba, nunca asumió ninguna posición política. Cuando mis reclamos fueron más evidentes y casi todos me advertían del "riesgo" de decir lo que pensaba (porque para los cubanos decir lo que creemos correcto y luchar contra las injusticias es considerado un delito), ella solo se limitaba a decirme: te apoyo, sigue tus sueños.

Pues bien, hoy corre tras los suyos y se aferra a la esperanza de un futuro mejor para ella, pero también para luchar por esas personas que ama y que dejó atrás. Yo me aferro a mi sueño de que Cuba puede cambiar para bien, de que todos encontraremos aquí esa esperanza que hoy Rachel ve desde lejos, al lado de los seres que amamos, sin necesidad de abandonarlos.

Esta carta que ella escribió no es más que una leve mirada a lo que siente una joven que añora un abrazo (tanto como yo) de esas personas que no sabemos cuándo volveremos a ver, porque las circunstancias y el oportunismo nos lo imponen. No creo que sea el momento de lanzarnos piedras, de decir lo que ya sabemos. Pero sí es y seguirá siendo siempre el momento, mientras Cuba no cambie, de asumir con valor (tanto dentro como fuera, porque todos somos cubanos y #LaBanderaEsDeTodos) nuestra realidad y la necesidad de cambiarla.

Gracias Rachel por compartir tu privacidad y lo que sientes. Sé que en tu voz está también el sentir de millones de cubanos. Son momentos difíciles, son momentos de unirnos, de cuidarnos, de amarnos los unos a los otros, de dejar de lastimarnos, de dejar las apariencias para asumir la realidad y mejorarla.

Pensar diferente no es un delito. Ser disidente no es un delito. Exigir nuestra libertad de expresión no es un delito. Por eso decimos constantemente que no aceptamos la Ley 370, la represión, las arbitrariedades que constantemente son cometidas contra los cubanos.

Tal es el caso más actual de la desaparición de Enix Berrio desde la mañana del 1ro de mayo. ¿No es esto acaso otra arbitrariedad que atenta contra nuestros derechos como seres humanos?
Es hora de decir: ¡BASTA!

 

 

Si algo nos ha enseñado esta pandemia, este aislamiento forzado, es que, si no nos unimos y luchamos por mejorar nuestras vidas, nadie más lo hará. Dependemos de nosotros mismos y por tanto exigiremos todo lo que sea necesario para que las personas que amamos vivan una vida digna: no a las migraciones forzadas, al destierro, a las arbitrariedades, a la manipulación, a la construcción de crímenes. ¡Estamos conectados!

Gracias Rachel Guzmán Pérez por compartir tu experiencia.

Carta de Rachel:

“Hola me llamo Rachel Guzmán Pérez. Recién acabo de llegar a Brasil después de un duro y largo viaje. Vengo acompañada de mi esposo. Nos casamos hace poco y fue lo mejor que me ha pasado. Salimos de Cuba, nuestro país, por tantos motivos que no me alcanzarán las páginas en blanco para explicarlo. No obstante, trataré de resumirlo lo mejor que pueda.

Cuba realmente es un país hermoso, bueno, sobre todo para los extranjeros que no saben la realidad; porque son ellos los únicos que gozan de los privilegios que brinda una isla como esa.

Todo sucede por culpa de la pésima administración económica de ese gobierno castrista del que tanto se habla, ese que por años ha dominado de la manera más errónea, sádica e inepta que se haya registrado en la historia política. Tengo 23 años y no he podido lograr nada de lo que respecta a mis sueños y metas, al igual que mi esposo a sus 25 años. No hay oportunidades de trabajo o de estudio que te eleven las expectativas de engrandecerte, ni las condiciones para lograrlo... He tenido que asumir este sacrificio y venir tan lejos para poder conocer muchas cosas que desconocía, que me avergüenzan. Me atormenta y desconcierta la abundancia de comida y tecnologías que sé hoy existen, porque siempre estuve ajena a millones de cosas, que aún a pesar de no tener se que las lograré y ya no estoy tan lejos de obtenerlas; solo sé tengo que trabajar duro y enfocarme, y estarán a mi alcance. 

Nuestro país carecía y carece de comida, de condiciones higiénicas, de estudio, conocimiento, cultura, tecnologías y principalmente carece de LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

Las cosas no son nunca como se pintan. Han hecho al cubano emigrar abandonando a sus familias, amigos, tradiciones, costumbres y toda una vida. Sin embargo, ahora que me fui y veo con claridad la verdad, las mentiras en las que hemos vivido durante años, solo me da ira y dolor por todos aquellos que aún están ciegos y los que no quieren ver por miedo o conformismo, por aquellos que ven las cosas como son y no pueden salir de esa pesadilla o lograr nada debido a esa dictadura castrista que los mantiene en una sumisión constante...

Yo, aún después de dos meses aquí, sigo tirando fotos cuando veo tipos de comidas que me parecen asombrosas, mientras las personas las compran y les pasan por al lado porque es muy normal. Sólo porque nunca las probé o vi... ¡qué horror...! Yo soy de clase pobre, pero vivo mejor que cualquier cubano y cada vez que veo algo lindo o como algo rico, o algo me hace feliz, solo pienso en mis padres, mis hermanos y mis amigos... y me hace llorar, me da lástima e impotencia, siento que me duele el corazón.

Sabrá Dios cuando los pueda abrazar de nuevo... Sólo pienso en lo que se están perdiendo... Se les está yendo la vida sin vivirla... y es triste.

Aquí solo quiero luchar junto a mi esposo y ayudar como podamos a nuestros familiares y amigos... Hoy los cubanos al menos están reaccionando, pero se les está imponiendo fuerza y leyes para mantenerlos callados. Más sufrimiento del que han sufrido pienso que no sea posible, así que solo espero que impongan sus derechos, luchen por ellos y si es necesario vayan a las calles a exigir con todas sus fuerzas que ese gobierno cambie... Tengo FE y rezo por todxs cada día.... ¡Viva Cuba Libre! ¡No más dictadura!”

Sao Paulo, Brasil, 1ro de mayo de 2020

 

 

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