La vejez en Cuba, una triste realidad

Los ancianos viven su día a día en Cuba con la agotada esperanza de un merecido descanso. Las circunstancias no lo permiten y hoy todo es más difícil
Ancianos en Cuba
 

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Para este trabajo quería entrevistar a mi amigo Cordero, aquel viejito que con más ánimo que fuerza se dejaba ayudar cuando limpiaba mi patio y garantizaba así algo de comida y dinero.

Al menos el 21 por ciento de los holguineros son ancianos, siendo la provincia una de las  de mayor envejecimiento poblacional en la isla. En el noticiario “al día” de la televisión territorial se hace alarde de abuelitos que forman parte de un grupo de WhatsApp mediante el cual se mantienen activos en la red social.

Pero la verdad es que se trata de un grupo de poco menos de 11 miembros que son, además, beneficiarios de remesas enviadas desde el extranjero. Lejos de este cuento de hadas, los ancianos viven su día a día con la agotada esperanza de un merecido descanso. Las circunstancias no lo permiten y hoy todo es más difícil.

Vender periódicos o jabitas, hacer mandados o “doblar el lomo” limpiando patios y jardines son algunas de las tareas que hacen esos viejos cuyas familias los atienden poco o simplemente no tienen a nadie para compartir achaques.

En la ciudad existen ocho hogares de ancianos donde reciben atenciones de especialistas, geriatras, enfermeras y trabajadores sociales.

Sin embargo, al pasar cerca de estos “hogares” no se puede dejar de notar que el olor a orina se siente muchas veces a distancia, algo que indica que los cuidados no son ni tan buenos ni tan adecuados como pretende hacer creer la dictadura.

Mario Arteaga, vecino de uno de los centros donde se asilan ancianos de manera interna, cuenta a ADN Cuba que “cuando no entra el agua por varios días, la peste a ‘meao’ es insoportable”.

“Se comenta que a veces no hay auxiliares de limpieza y hasta las enfermeras tienen que trapear. Con lo de la COVID la cosa mejoró, parece que ha habido más exigencia o todo el mundo cogió miedo, pero estoy seguro que volverá a lo mismo en cuanto todo quede atrás”, comenta.

El alto costo de la vida es, tal vez, el mayor problema a los que tienen que enfrentarse los ancianos, sin tener los medios necesarios.

Julio García se levanta antes del amanecer, hace la cola marcando dos o tres veces para comprar unos 10 periódicos que luego vende ganando no más de 80 centavos en moneda nacional por cada uno.

“Tampoco es que esto me deje mucho, pero me ayuda a comprar la comida que venden en el restaurante de la familia. Si no lo hago así, me mata el hambre primero”, explica.

En un país donde una libra de pollo cuesta entre 50 y 70 pesos (entre dos y casi tres dólares), recibir una pensión que no supera los 10 CUC (10 dólares) mensuales es igual a vivir en la mendicidad. Por eso tienen que seguir trabajando, aunque ya no tengan fuerzas, ganas ni motivaciones más allá de la necesidad biológica de subsistir.

Esmérida, quien a sus 75 años vende jabitas de nailon para sobrevivir, dice percibir 280 pesos como retiro después de más de medio siglo trabajando en el sector de la salud y se lamenta porque “hacer una sopa hoy cuesta más de lo que gano al mes, pero voy que seguir luchando hasta que me muera, después ya no me hará falta nada”.

Mi amigo Cordero ya se fue, el azul de sus ojos se apagó de repente hace algunos días. De tantas ganas que tenía de irse a vivir cerca del mar solo me queda el recuerdo y la tristeza profunda, porque es muy posible que mi futuro se parezca a su pasado. La vejez en Cuba es una triste realidad.

 

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