La iniciativa de vincular bodegas y supermercados con establecimientos de la red minorista en CUC da sus "frutos y ramilletes de gozos", según se lee, literalmente, en el periódico Victoria, de la Isla de la Juventud. Según el reporte ahora son más los pineros que tienen la seguridad de adquirir mercancías demandadas y que a muchos les resultaban inalcanzables debido a "las aglomeraciones e indisciplinas denunciadas por los pobladores y los medios de comunicación".
Quien escribe el texto lo hace también como consumidora: "no solo pude obtener los productos en el kiosco correspondiente sino escuchar criterios favorables", dice, y registra algunos.
“Ahora sí podemos comprar”, “antes eran las mismas personas”, “lo tenían que haber hecho hace rato”, “la libreta todavía resuelve”, “se demora un poco por la anotación en el torpedo, pero está mejor organizado”…, expresa la nota.
Durante varios recorridos por las tiendas la reportera asegura también que apreció cómo se prioriza a las personas con discapacidad, ancianos, embarazadas y mujeres con niños pequeños.
Da fe de que pudo ser testigo de la permanencia de los productos "porque existe una garantía".
"Cubalse, por ejemplo, a las dos de la tarde del martes todavía vendía aceite y a quienes les correspondía comprar allí lo adquirían de inmediato".
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Todo lo anterior corrobora, según este artículo de Victoria que sí era posible organizar mejor las colas en la Isla de la Juventud.
Con ellas, sostiene, "no quisiéramos convivir, pero debemos debido a la escasez de recursos, situación agravada en la actualidad por la crisis mundial motivada por la pandemia y el hostigamiento estadounidense; además de los bajos niveles productivos del país".
No se refiere, sin embargo, a la gestión interna en Cuba tanto de recursos como de la propia situación de crisis. Tampoco habla de las multas que se han impuesto, entre 2000 y 3000 pesos, a personas que han estado en la calle tratando de resolver el plato diario.
En cambio se centra la nota en la desorganización en la gestión de las ventas, el tiempo de permanencia en la calle o acera en espera del turno a expensas de alcanzar o no, que "debían dejar de sonar como alarma o reclamo de la población". Asume que la iniciativa, como "toda obra humana", es "perfectible", por lo que se une a quienes le ven esos "frutos" porque "cada vez se le cierra el cerco a los revendedores y especuladores, quienes no solo pretenden adueñarse de las colas sino también vivir a costa de los demás".
Ya cambió la escena de quienes marcaban para muchos, dice por su parte otra periodista del territorio pinero en una nota publicada también en Victoria.
"Desarticular esa dañina red no fue fácil, pero tampoco resultó imposible. Mima, Emilio, Dolores, Esperanza… llegan a los establecimientos sin temor de que se vuelva elástica la ‟cadena” debido a los ‟reservados”. Vivimos en un territorio pequeño donde es fácil distinguir a los ‟dueños de las colas”, mas el pueblo les ha puesto el cascabel".
¿Quién les pondrá el cascabel a las autoridades?