El abogado y activista cubano Ernesto Viera denunció que su padre, un veterano de Angola, no ha podido recibir el oxígeno medicinal que necesita en el Hospital Militar Carlos J. Finlay debido a la burocracia existente.
De acuerdo con un post de Viera del 26 de mayo en Facebook, la institución médica está abarrotada de personas y no ha podido gestionar un certificado para obtener el oxígeno medicinal que necesita su padre.
Señaló que la Dirección de Farmacia del hospital, después de tres años recibiendo el documento, se negó a aceptar el certificado de oxígeno del policlínico, pues exigen renovarlo anualmente.
"Ahora a algún dinosaurio aburrido se le ocurrió que solo se aceptan certificados de un hospital. Carga con tu viejo, pasa tres horas en un hospital, dos más para poner el cuño en control de turnos, llévalo de igual forma al policlínico a que lo firme el director y si tu padre tiene suerte podrá respirar de nuevo. Cuánta tortura para alguien tan desatendido... ¡Cuánto mal agradecimiento!!, añadió.
"Combatiente de la sierra, militar jubilado, combatiente en Angola, de 33 años de servicio, hace 30 años jubilado y jamás atendido por nadie, ni por la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, ni por el partido que solo cobra de su chequera... ni por nadie... acá parte la esencia que ha forjado mi carácter. Quien no agradece a sus hijos... ¡jamás tendrá mi apoyo ni mi comprensión! ¡Solo mi denuncia, mi crítica y mi incansable labor por cambiar las cosas!", expresó.
Según el abogado cubano, a su padre se le gestiona cada seis meses sangre y oxígeno, ya que vive con un solo riñón y además tiene problemas respiratorios.
Sin embargo agregó que "no lo mantiene vivo la Revolución por la que peleó, sino las carreras de mi madre, las gestiones de sus hijos".
La publicación de Viera tiene más de 80 comentarios lamentando la falta de atención médica. La internauta Yuslaidy Castañeda contó que su niño de tres meses falleció por falta de medicamentos para una cardiopatía que padecía.
"Entre los medicamentos que tomaba uno era digoccina infantil, es un medicamento controlado y lo comprábamos en la farmacia del Cardiocentro. Un día se nos acabó, un fin de semana y nuestro médico de cabecera lo recetó. Llegué a la farmacia y la trabajadora de allí me dijo que por tener la dirección de Oriente no podía comprar el medicamento del niño. Tenía que ir a Guantánamo a comprar algo que era de vida o muerte para mi bebé. La trabajadora trató de consolarme muy apenada; no estaba en sus manos resolver mi caso de vida o muerte y ahora yo me pregunto: ¿dónde está esa potencia médica que debe cuidar de nuestros niños y ancianos?", contó la cubana.