El cubano Alfredo Martínez, a favor de la democracia en la isla, compartió este viernes en Facebook la experiencia que vivió durante la madrugada con su abuela, luego de que le fuese administrada la segunda dosis del candidato vacunal cubano Abdala, y que le confirmó que las condiciones sanitarias y médicas de Cuba, producto de la escasez y todo aquello que la favorece, tienden a matar más que a salvar.
De acuerdo con el relato de Martínez, su abuela, de 78 años y con la que vive, recibió la dosis a las 14:30 horas de la víspera y a las 23:00 horas empezó a sentirse afiebrada, un efecto adverso normal que, al paso de las horas, tras la aparición de otros síntomas como vómitos, decaimiento y desorientación, motivó que la llevase al policlínico.
“El médico que nos atendió tenía el agotamiento reflejado en su cara, ni siquiera nos llegamos a sentar dentro de la consulta, pues ella (la abuela) no tenía fuerzas para caminar. Le explicamos los síntomas, y con la tristeza en los ojos de un galeno que quiere ayudar, pero no puede, nos dijo que no tenía duralgina para la fiebre, que le habían asignado una sola y que se la había administrado a un niño que llegó con convulsiones, que lo único que tenía para aliviar uno de los síntomas era una metrocopramida”, escribió Martínez en su post sobre los primeros compases de su estancia en el policlínico.
“Este tipo de respuesta ya ni me impresionan, estamos en esta situación desde hace rato, y no es el Covid el que desata estas carencias de medicamentos, lo agrava sí, pero no es el que la origina”, analizó, a propósito de la evidente y continua escasez de medicamentos, que se siguió manifestando en las anécdotas que le hizo el doctor.
Mientras inyectaba a la abuela de Martínez, el galeno contó a éste que estaba teniendo una noche trágica.
“Resulta que en esa guardia llegó una mujer con una sobredosis de carbamazepina, que en medio de su malestar e incoherencia jaló la manguera del esfingo, y se quedaron sin equipo para medir la presión”, contó.
“Hasta ese momento todo me parece comprensible, estoy acostumbrado a naturalizar el desastre, pero lo que realmente me voló la cabeza fue otra anécdota que retumbará en mi cabeza y me queda como certeza de que el país se está muriendo”.
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Sobre esa anécdota, Martínez detalló:
Otra paciente llegó con un infarto. Al llegar la ambulancia con su respectiva demora, la trasladan para el hospital, y en el transcurso la ambulancia atropella a un señor, y el conductor con la ambulancia y paciente, se da a la fuga.
El inmediato pensamiento es que algo así solo sucede en las películas, pero no, el refrán tan conocido de que la realidad supera a la ficción se manifiesta. No supe si la mujer llegó al hospital, solo sé que el hombre llegó 30 minutos después y murió en ese policlínico fatídico.
“Con esas historias, miré a mi madre y sin decir una palabra decidimos irnos de ese lugar. Asumimos la responsabilidad de cuidarla nosotros, bajar la fiebre con compresas y administrándole duralgina. Mientas escribo esto mi abuela se siente mejor, y junto con su bienestar está el mío. Solo me queda una cosa clara: Cuba no salva, mata”, concluyó su relato, demostrativo como tantos otros de la crisis sanitaria y sistémica por la que atraviesa Cuba.