Annia Hatch: la gimnasta que Cuba despreció y conquistó la gloria en EE.UU

Es la gimnasta cubana más importante de todos los tiempos aunque de ella en la isla no se hable
Annia Hatch
 

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Annia Portuondo es la gimnasta cubana más importante de todos los tiempos aunque de ella en la isla no se hable. Conocida a nivel internacional como Annia Hatch, por su apellido de casada, la cubana superó el menosprecio, acoso escolar y racismo en su país de origen y luego una disputa entre Cuba y Estados Unidos que la alejó del deporte.

Así narró Annia a Yahoo Deportes su historia de vida que habla de una superación incomparable. En 1996, cuando estaba en la cima de su deporte, las autoridades del régimen no la dejaron competir en unos juegos olímpicos, pero después de emigrar a Estados Unidos y estar alejada por 10 años, volvió al deporte y se coronó.

La guantanamera Portuondo no ha regresado a Cuba en 21 años, vive inmersa en un mundo angloparlante, pero compartió su experiencia en Cuba y Estados Unidos, y los retos que enfrenta una gimnasta olímpica.

A los cuatro años fue captada para practicar gimnasia. Dos años después, la rechazaron cuando intentó ingresar en la Escuela Nacional.

“La primera vez que hice la prueba no me aceptaron, no porque no fuera buena, sino porque mi físico no era lo que estaban buscando. A los 6 años creían que tenía mucho músculo, muchas nalgas, y que los pies eran planos. Después de unos días decidieron hacerme otra prueba y entonces entré", dijo la gimnasta. En 1980 era una de las pocas gimnastas negras de Cuba.

"Tenían en mente a las rusas, la línea estirada, sin muchos músculos, y sí hubo racismo en ese tiempo, porque la mentalidad era que ellas eran las que iban a ser mejores internacionalmente. En la Escuela Nacional no querían gastar dinero en una persona que ellos creían que 'no iba a dar la talla' para representar a Cuba, como se decía en esa época, pero les demostré lo contrario. Cambié eso y después sí empezaron a creer que a las gimnastas negras podían hacerlo bien y captaron más atletas negras y mestizas", afirmó.

"No me gustaba la escuela, en realidad no tenía muchas amistades, siempre estaba triste y cuando ya pude preferí hacer el sacrificio de irme para la casa y poder dormir tranquila. Sufrí muchísimo 'bullying'. Empezó con las niñas burlándose de mi pelo, de que no me sabía peinar -tenía 6 años y no sabía-, luego de que no era buena en la gimnasia, y cuando era buena, que no tenía que entrenar porque de todos modos iba a ganar. Nunca tuve muchas amistades por eso, porque me hacían mucho 'bullying'", añadió.

Primeros pasos

"Yo tenía 9 años, fue en Argentina, y gané dos medallas de plata, en libre y en salto. A partir de ese momento, sí empezaron a darme valor como gimnasta”, explicaba Annia en su conversación.

Fue a muchas competencias en Europa, tuvo la oportunidad de competir a los 10 años con Tatiana Gutsu, oro en las Olimpiadas de Barcelona en 1992. “Ella ganó el primer lugar en libre y yo segundo en una de esas competencias”, añadía.

“Cuando vine al Panamericano Infantil de Estados Unidos con 12 años, en 1990, pude ver a Dominic Dawes (EE. UU.), quien ganó la división senior y yo la junior (…) En el primer Mundial al que fui quedé en el décimo lugar, con un cuarto en paralelas, pero empecé poco a poco a colocar mi nombre internacionalmente”, refirió.

Annia dijo que con 12 años, cuando ya había ganado competencias en dos Juegos Centroamericanos -en el primero seis medallas de oro y en el segundo cinco de oro y una de bronce- le dieron un apartamento porque vivía en un solar habanero en pésimas condiciones.

En 1996 Annia se convirtió en la primera latinoamericana en ganar una medalla en un campeonato mundial de gimnasia: “Fue emocionante. Ningún gimnasta de la región -ni hombre ni mujer- había obtenido una medalla hasta que gané bronce en caballo de salto. Me dieron una placa y hasta le dieron dinero al gobierno cubano por el récord de ser la primera latinoamericana en obtener una medalla de un mundial. La Federación Internacional de Gimnasia (FIG) me dio wild card para que pudiera ir a los Juegos Olímpicos de Atlanta".

Sin embargo el régimen se lo negó y decidieron financiar el viaje del equipo masculino de gimnasia a Atlanta. Ella se quebró. El entrenador decidió quedarse en Puerto Rico ante esta decisión del gobierno de Fidel Castro. Annia decide retirarse en 1997 y se enamora de un ciudadano norteamericano.

Vida en Estados Unidos y regreso a la gimnasia

Annia se casó con Alan Hatch, un entrenador y exgimnasta estadounidense con quien mantuvo una relación en secreto. En 1999, la joven llegaba a Estados Unidos y comenzó a estudiar diseño mientras entrenaba a jóvenes atletas en el gimnasio de su entonces esposo.

En un principio pensó en competir en las Olimpiadas de Sídney 2000, pero las autoridades cubanas le negaron el permiso, a pesar de que el propio expresidente Jimmy Carter intercedió ante el dictador Castro a pedido de la Federación Internacional de Gimnasia (FIG).

"Cuba quería que yo no compitiera nunca más. Alegaron que yo no me había retirado oficialmente y yo les demostré que sí me había retirado. Tenía el video que traje conmigo de la ceremonia, donde se vio que estaban mintiendo, que todo estaba en orden, que yo me había retirado y que el contrato que yo firmé con la Federación Nacional de Gimnasia fue cuando era menor de edad y ya no era válido porque mi madre no lo había firmado entonces. Carter intervino a pedido de la FIG y después de alrededor de un año sí me permitieron competir. Era ciudadana estadounidense y no pudieron poner más trabas”, explicó la cubana.

“Empecé a entrenar de nuevo en el 2000. Me tomó como seis meses volver a estar en forma para competir, los más difíciles fueron los tres primeros, solo de preparación física. No quería empezar y lesionarme. El siguiente paso era clasificar para el equipo nacional estadounidense. Aunque en la primera competencia no me fue bien, logré el cuarto lugar en un campeonato nacional y con ello el derecho a asistir al campamento de entrenamiento dirigido por Marta Karolyi”, añadió.

“Yo sobreviví porque todas las dificultades que había pasado en Cuba me ayudaron, ya que comparado con aquello no era tan difícil. Por ejemplo, todas las niñas acá se quejaban del sistema de acomodamiento, de las condiciones, y yo decía, pero si esto está buenísimo. En Cuba a veces me acostaba y no tenía nada para comer, o muy poco; no fue fácil", agregó.

Atenas 2004, Medalla de Plata

Pero llegar a Atenas fue más duro de lo que Annia imaginó. Poco antes de las Olimpiadas sufrió una lesión severa del ligamento cruzado anterior de la rodilla (ACL por sus siglas en inglés), y los médicos no creyeron que volviera a tiempo.

“En el primer día de competencias de las Olimpiadas, porque clasifiqué para la final de última, Marta Karolyi creyó que no iba a lograr la medalla. Me dijo en mi cara 'Ah, Annia you blew it' (Ah, Annia, lo echaste a perder). No fallé, pero tampoco hice un salto bueno. Me fui y oré muchísimo esa noche pidiéndole a Dios que me dejara ir a las finales. Llegué como sexta”, dijo.

“En la final hice un salto menos de los que hubiera podido hacer para ser capaz de terminar. Logré la medalla de plata, aunque inicialmente creí que incluso podía haber logrado el oro, pero no estaba preparada para ver a la rumana Monica Roșu hacer un salto más difícil que el mío y como estaba preocupada por la rodilla no me esforcé más", añadió.

En 2008, su nombre fue inscrito en el Hall de la Fama de Gimnasia de EE. UU.. Hoy, con 42 años y dos hijos pequeños, Annia se mantiene activa como entrenadora en Long Island, Nueva York.

 

 

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