Un selfie deslucido de La Habana

Habana Selfies es el título de esta película repleta de guiños y citas al cine, el teatro y, sobre todo, a una contemporaneidad que tiene como telón de fondo a la ciudad y sus disimiles personajes
 

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Arturo Santana es un realizador audiovisual que tiene una larga trayectoria en el video clip. Debutó en el largometraje de ficción en el 2015 con “Bailando con Margot”, una cinta detectivesca de época y de puro entretenimiento.

Cuatro años más tarde regresa con un homenaje a la Habana: “Habana Selfies” es el título de esta película repleta de guiños y citas al propio cine, el teatro, y sobre todo a una contemporaneidad que intenta retratar desde el lente en clave de romance postmoderno que tiene como telón de fondo a la ciudad y sus disimiles personajes.

Con una estructura dramática que apela a la fragmentación y a la coralidad, el filme imbrica varias historias donde la mujer es protagonista. El primer cuento de la historia, “Consejos amorosos”, narra la historia de una joven trabajadora del aeropuerto que tiene un sueño: migrar. Para lograrlo se inventa un consultorio amoroso para resolver los conflictos de sus clientes vía telefónica.

A manera de opening este cuento será la clave de todo lo que veremos en el filme. El tema amoroso, las rupturas, los desencuentros, las añoranzas, las oportunidades y el deseo de encontrar la felicidad se explicitan en “Habana Selfies” como leitmotiv, sólo que el tono escogido y las historias narradas fallan por el pobre diseño de sus personajes y de la propia trama.

En el primer cuento, la joven conoce vía telefónica a un hombre misterioso que la atrae. La atmósfera sensual se va develando cuando descubrimos que el supuesto galán es un padre al que hace años no veía. Ese golpe de efecto resulta gratuito en la historia, que en un tono melodramático resuelve dicho conflicto con frases manidas sobre la forzada separación  padre-hija, para cerrar con un happy end nada creíble.

El hilo conductor de todos los relatos es un chofer que recoge clientes en la madrugada habanera. En uno de sus viajes conoce a una joven con halo de femme fatale que seduce a todos a su paso. La mujer en el filme es vista como mujer seductora, despechada, coqueta, arribista, más como mujer objeto que otra cosa.

Para Arturo Santana la mujer en Habana Selfies es la culpable de los males de los varones protagonistas, o al menos así lo sentimos. En uno de los cuentos, una profesora de actuación es lo suficientemente sensual y seductora para volver casi loco a uno de sus estudiantes. El tono vampiresco de la profesora resulta una caricatura; no se comprende qué le aporta a esta relación sui generis entre profesora y alumno dotar a la misma con ese halo de mujer trágica e irresistible.

El diseño de los personajes en todos los relatos del filme son pobres, sin profundidad psicológica ni complejidades. Nunca entendimos a esta mujer sola que ama el teatro y las artes en general y su ambigua relación con un muchacho que la persigue en sus sueños y en la vida real como si de ella dependiera su propia vida.

Todo es gratuito en Habana Selfies: las historias, los conflictos, el homenaje a la ciudad, el autorretrato en clave postmoderna de los protagonistas. Falla el tono escogido, unas veces de comedia, otras de melodrama, otras de cine musical. Las citas y los homenajes a la literatura, al teatro, al cine se nos vuelven referentes nulos y que en esencia nada aportan a la historia.

Habana Selfies es una película desigual y que en mi opinión le faltó precisamente una historia que narrar. No basta citar a Gastón Baquero a inicios del filme a manera de tesis sobre una película donde La Habana era su pretexto y fin para legitimarla. Falla el diseño de sus protagonistas femeninas, todas entre los códigos de mujer vampiresa, femme fatale, que dejan en esencia una imagen nada grata de la mujer cubana.

En resumen: cine menor en la filmografía de Arturo Santana y en el cine cubano en general.

 

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