Feliz Navidad es un documental que duele; duelen las confesiones de Coti, una mujer que lo ha dejado todo (incluso a sus hijas) para buscar trabajo en las montañas de la Sierra Maestra.
En un sentido parlamento al comienzo del documental su protagonista nos dice: mi corazón no está en paz, porque estoy en deuda con Dios por el amor que dejé de darle a mis hijas. Desde el mismo comienzo el realizador expone su punto de vista. Asistimos durante todo el metraje a un viaje por las emociones y los sentimientos encontrados de esta mujer, que intenta desesperadamente encontrar una salida, una respuesta para la terrible decisión que tuvo que tomar cuando dejó atrás su familia para trabajar en busca del sustento.
Feliz Navidad es un documental que desde la contemplación (no juzga) nos introduce en los conflictos de una mujer que vive alienada en una realidad que se le antoja hostil, pero a su vez poblada de milagros y hasta de cierto misticismo: para Coti haber podido ver a la virgen y escucharla predecir una serie de catástrofes fue su salvación en medio de un contexto adverso y sin salida.
Utilizando como recurso la entrevista y la voz en off para establecer un contrapunteo con lo narrado, el documental nos introduce en un mundo surreal, místico. Lo real maravilloso se muestra aquí con una naturalidad que llegamos a sentir muy cercana esa constante dicotomía entre el mundo real y el que vive esta mujer, mutilada por una realidad que la aplastó desde hace mucho tiempo y de la continuamente trata de escapar.
Los primerísimos planos nos acercan al universo existencial, a su crudo día a día, a la soledad que padeció, que de alguna manera padece aún, sobre todo porque sus hijas no le perdonan el abandono y la lejanía.
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Los constantes reclamos a la virgen son para Coti una manera de sentir el apoyo de lo divino y esa protección que en su medio natural no ha tenido nunca, por eso dice con una sinceridad que conmueve: “la soledad me golpeaba y le pedí a la virgen que me trajera un hombre para que me acompañe y me ayude a trabajar, la soledad es peor que estar en prisión”.
Uno de los aspectos que resaltan del documental es su puesta en escena. La fotografía del propio realizador, Carlos Rodríguez Fontela y la edición de Rosaida Rodríguez se complementan para armar un discurso que roza la subjetividad, que le imprime un sello existencialista y hasta místico a la historia, que nos hace cuestionarnos una realidad insuficiente partiendo de una historia de vida desgarradora.
La necesidad de la protagonista de compañía masculina refuerza el punto de vista del patriarcado: Coti busca un hombre, no busca ni la felicidad ni el amor. La historia de su soledad y su abandono parecen decirle que el amor es un lujo de otros, a ella le basta con que trabajen y la protejan.
Feliz Navidad pone el dedo en la llaga en historias de abandono, pobreza, alienación y desesperanza. Hacia el final del metraje vemos a la protagonista casi feliz, ha encontrado un buen hombre que trabaja y la ayuda: la virgen, como regalo de Navidad, la complació, pero ese fragmento donde escuchamos la canción de felicitaciones navideñas se antoja cruel, amargo, porque permanecen en nosotros las confesiones de Coti y este doloroso recuerdo suyo: vine aquí para darle de comer a mis hijas, mis hijas no me dicen mamá, me dicen Coti, siento nostalgia por ellas, yo quiero darles el cariño que no les di, me siento agotada, quisiera regresar más cerca de ellas.
Es un discurso que nos pone a reflexionar, discurso de género que elude lo sensiblero y hasta el melodrama, para ponernos en la piel de la mujer y su soledad, el olvido de todo, de la felicidad, y de las cosas que hacen a un ser humano pleno.