Cuando Cristóbal Colón desembarcó en los predios de lo que hoy es la ciudad capital de Cuba, lo llamó Puerto Carenas. Dicen que aguas cristalinas lamían las playas y las rocas aledañas. Ni siquiera la fábrica de barcos más grande del mundo, levantada allí por los españoles en el siglo XVIII, pudo manchar el glauco de sus corrientes apacibles.
Ya nadie recuerda eso, porque años de contaminación y malos manejos ambientales han convertido a la bahía de La Habana en una costra violácea de aceites e inmundicias, salpicada por pomos de plástico, neumáticos y otros desperdicios.
Según el sitio web estatal Cubadebate, “más de 100 industrias e instalaciones” vierten “sus aguas residuales” en la bahía, de acuerdo con datos oficiales del Gobierno.
A esa cifra de industrias contaminantes se suman todas las otras que drenan sus aguas residuales a las corrientes que desembocan en la propia bahía, especialmente los ríos Luyanó y Martín Pérez.
“La carga contaminante, el monitoreo y los estudios en la bahía entre 2006 y 2019 confirman que su calidad ambiental sigue siendo desfavorable, lo cual la hace ‘altamente comprometida’ para los usos actuales y perspectivas propuestas”, de acuerdo con el Grupo de Trabajo Estatal Bahía de La Habana.
Las perspectivas son grandes: convertir a la bahía en un centro de esparcimiento, terminal de cruceros y turismo ecológico, lo que necesita de un ambiente limpio. Por supuesto, el trabajo para higienizar todo el ecosistema costero en esa zona necesita de años, agregaron los especialistas.
Desde “1998 hasta hoy se aprecia una reducción de 85,41% en la carga contaminante”. Es decir, antes de esa fecha la contaminación debió ser espeluznante, pues actualmente no es poca.
En medio de un extenso reportaje sobre el Plan Perspectivo de Desarrollo de la Bahía de La Habana, Cubadebate indica que a sus 500 años la capital tiene “los mismos retos que muchas ciudades en el mundo” y enumera la congestión urbana, la insuficiencia de redes técnicas y transporte, la contaminación, el crecimiento caótico en ciertas áreas y limitaciones en vivienda.
El Plan, al menos en teoría, esboza un programa de desarrollo urbano sustentable y con respeto al medio ambiente, que intentará integrar la bahía a la capital de modo más armónico, no sólo como fuente de ingresos y atracciones, sino como parte viva del organismo citadino.