A veces nos parece que hablamos otro idioma en Cuba. Da la impresión de que las palabras se vacían de su significado o de que las palabras no concuerdan con lo que se piensa ni con lo que se desea expresar. Vivimos en una confusión semántica inducida. No es un descuido, es consecuencia de vivir en la mentira.
Fijémonos, a partir de ahora, que las palabras son secuestradas. Se les asignan nuevos significados. El lenguaje se hace siervo de la ideología. El sentido, la connotación y el contenido de las palabras son una máscara para ocultar la propia identidad o para disfrazar un discurso de odio, mentira y violencia. Se crea un abismo entre el discurso, la imagen y la realidad, entre la propaganda y la veracidad, entre la mentira y la objetividad. Entre la palabra y su significado en este contexto. Entre el signo y el mensaje que pretende transmitir. Es la creación de un nuevo lenguaje. Es la semiótica de los eufemismos.
Pongo solo tres ejemplos, pero podrá ir encontrando otros muchos. Al descubrirlo resulta asombroso y sanador:
#Vida: Así lo define el Diccionario de la RAE: “Espacio de tiempo que transcurre desde el nacimiento de un animal o vegetal desde el nacimiento hasta la muerte y que se protege por la legislación penal.” “Derecho de toda persona a su existencia, así como a recabar la protección de las autoridades frente a las actuaciones de los poderes públicos o de terceros que la amenacen o pongan en riesgo.” El derecho a la vida “Constituye el derecho fundamental esencial y troncal en cuanto es el supuesto ontológico sin el cual los demás derechos no tendrían existencia posible” (STC 53/1985, dpej.rae.es). Desde el punto de vista ético: valor supremo y sagrado. Desde el punto de vista jurídico: Primer derecho de toda persona. Desde el punto de vista social: valor y derecho que debe ser respetado, cuidado, promovido y desarrollado. Entonces, ¿cómo se puede entonces descalificar o perseguir al que defiende la vida?
#Sociedad_civil: Diccionario de la RAE: “Conjunto de ciudadanos de una sociedad considerados desde el punto de vista de sus relaciones y actividades privadas, con independencia del ámbito estatal” (del.rae.es/sociedad). “La existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es un prerrequisito para la democracia. Sin ella, no hay Estado legítimo” (Touraine, Alain. ¿Qué es la democracia? Fondo de Cultura Económica, México, 1995. p. 65). Para Jürgen Habermas “la sociedad civil tiene dos componentes principales: por un lado, el conjunto de instituciones que definen y defienden los derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos y que propician su libre asociación, la posibilidad de defenderse de la acción estratégica del poder y del mercado y la viabilidad de la intervención ciudadana en la operación misma del sistema; por otra parte estaría el conjunto de movimientos sociales que continuamente plantean nuevos principios y valores, nuevas demandas sociales, así como vigilar la aplicación efectiva de los derechos ya otorgados. Así, la sociedad civil contiene un elemento institucional definido básicamente por la estructura de derechos de los estados de bienestar contemporáneos, y un elemento activo, transformador, constituido por los nuevos movimientos sociales.” Siguiendo el concepto de Alexis de Tocqueville, se identifica “sociedad civil” con “el conjunto de organizaciones e instituciones cívicas voluntarias y sociales que fungen como mediadores entre los individuos y el Estado. Esta definición incluye, pues, tanto a las organizaciones no lucrativas u organizaciones no gubernamentales como a las asociaciones y fundaciones.” Entonces, ¿cómo es posible que existan en nuestro país unas organizaciones de la “sociedad civil” que dependen o tienen que estar adscritas en uno de los organismos del Estado?
#Democracia: Dice la definición del diccionario de la RAE: “Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”. #Partido: “Asociación de base privada que cumple funciones públicas, es expresión del pluralismo político e instrumento de participación.” El pluralismo político lo define como “una de las características más importantes de las democracias modernas en el mundo, pues supone el reconocimiento de la diversidad y la promoción del diálogo, así como la inclusión, el respeto y la tolerancia hacia el otro y hacia su derecho no solo a ser diferente, sino también de expresar su diferencia”. Entonces, ¿cómo es posible definir un sistema político como “democracia de partido único”? Es un oxímoron, es decir, la “combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como decir “un silencio atronador”.
Otros muchos vaciamientos de las palabras y los conceptos, así como frases con contradicciones internas irreconciliables, pueden ser descubiertos y demostrados en el discurso, los medios de comunicación social y la conversación coloquial en Cuba. Su propósito, por lo general, es originar “un nuevo sentido”. Es inventar un lenguaje para encubrir la realidad, para “indoctrinarlo” y modificar la comprensión de la realidad. Lo más grave no es, ni siquiera, modificar el significado de las palabras y frases.
La palabra y el lenguaje son características humanas. Martínez y Nosniken, en su obra “Comunicación Organizacional Práctica” expresan que “la comunicación se puede definir como un proceso por medio del cual una persona se pone en contacto con otra a través de un mensaje, y espera que esta última dé una respuesta, sea una opinión, actividad o conducta.” Por ello, manipular el lenguaje o crear uno falseado puede provocar respuestas desnaturalizadas como opiniones adulteradas, actividades contraproducentes o conductas deshumanizadas.
Otro de los cambios necesarios y urgentes en Cuba es que recobremos el lenguaje coherente, transparente y humanizador. No se trata solo de decir la verdad, expresar sin miedo lo que se piensa y actuar consecuentemente, sino también de salvaguardar el contenido, el sentido y la consistencia de las palabras, así como que desentrañemos, hagamos consciente y usemos bien el lenguaje para que la comunicación entre los cubanos no sea una conversación de sordos, una confusión cantinflesca, un ajiaco de sin sentidos o una concurrencia de absurdos.
Salvar los canales de comunicación es otra obra cívica de reconstrucción en Cuba.
Hasta el lunes próximo, si Dios quiere.