El racismo en nuestro lenguaje diario

Fernández Larrea opina sobre el racismo cotidiano, ese que está incluso en el lenguaje, en expresiones que debemos dejar en el olvido, para indirectamente no ser partícipes de discriminación de ningún tipo
 

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En el imaginario y en la construcción social de los cubanos hay categorías y etiquetas raciales que consciente e inconscientemente discriminan por el color de la piel. Hay un racismo cotidiano. No nos damos cuenta, pero está ahí en cada uno de nosotros. Estos dicharachos y refranes los aprendimos de los abuelos y tienen cientos de años entre nosotros, por eso no nos sorprenden y a veces las frases nos parecen hasta chistosas, pero no lo son.
 
¿Cuántas veces no habremos dicho, refiriéndonos a una persona negra que “si no lo hace a la entrada, lo hace a la salida”?
 
¿No nos parece a veces normal nombrar a alguien diferente como “la oveja negra de la familia”?
 
Frases como “Mírale el color y perdónale” son extremadamente despectivas y otras como “De noche todos los gatos son pardos”, o “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda” nos parecen ingenuas, pero, repito, no lo son.
 
De España heredamos frases como “No hay moros en la costa” y “La necesidad hace parir hijos mulatos”, y de la época colonial también anda a diario que “la culpa de todo la tiene el totí”.
 
Si nos enamoramos de un o una persona afrodescendiente es usual reprochar que “va a atrasar la raza”, y a un semejante que tiene abuelos oscuros, pero que no heredó esos rasgos la describimos como que “pasa por blanca”.

Las decimos sin pensar que son hirientes porque nacimos con ellas, y de tanto usarlas, “normalizan la discriminación” y creemos que han perdido su agresividad. Pero marginan, hieren y humillan. Frases como “Es negro (o negra), pero honrado” o “es negro (o negra), pero inteligente”, otras que soltamos como si fueran un chiste cuando describimos la piel de alguien: “no es negro (o negra), es azul” o “es color teléfono”.
 
Hay otra que se coló en nuestra música y se nos ha quedado en el subconsciente. Es más racista que ninguna: “A la fiesta de los caramelos no pueden ir los bombones”.
 
Pero no discriminamos sólo por el color de piel. En nuestro lenguaje discriminamos también al asiático cuando decimos eso de: “Lo engañaron como un chino” o si nos persigue la mala suerte: “Tengo un chino atrás”.
 
Hay que hacer algo con ese lenguaje, desaprender malos hábitos es parte de nuestro proceso de evolución. Que esas frases se queden allá lejos, en el pasado.

 

*Este texto fue elaborado en colaboración con Juan Antonio Madrazo Luna, activista cívico y líder del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR). 

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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