El régimen de los Castro lleva décadas haciendo alarde de su sistema de salud pública, al punto de llegar a decir que es uno de los mejores del mundo, algo que las autoridades dentro de la isla repiten como un mantra, y que no pocos de sus seguidores se creen y esgrimen como una conquista de la revolución.
Lo cierto es que en los últimos años el sistema de salud se ha visto muy afectado a todos los niveles por la poca inversión, consecuencia de la falta de liquidez del sistema, lo que ha quedado evidenciado en el terrible deterioro que sufren los hospitales y demás instituciones médicas, en la falta de insumos y de medicamentos, algo que repercute directamente en la atención y la calidad de vida de los cubanos.
Este jueves 13 de agosto la columna Acuse de Recibo del periódico estatal Juventud Rebelde, reseñó una carta donde se plantea una situación, que por absurda, parece sacada de una de las novela de George Orwell, pero que lamentablemente forma parte de la realidad que se vive en la isla y que afecta a no pocos pacientes.
Lázara de la Caridad Torriente Borbón, quien es vecina de Línea no. 59, apto. 1, entre M y N, Vedado, en La Habana, explica en su carta que su abuela tiene una radical de mama con metástasis en el pulmón, y agrandamiento en el corazón, que comprime el estómago, con mucha falta de aire.
Debido a esto en el hospital Hermanos Ameijeiras le prescribieron un balón de oxígeno, pero cuando fueron a tramitarlo en el policlínico Rampa, les informaron que hasta que no tuvieran el regulador no podían darles el balón.
Lázara se pregunta: "¿Dónde conseguimos un regulador de oxígeno, cuando eso no lo venden en ninguna farmacia?".
Si bien uno esperaría que ambas cosas, balón y regulador de oxígeno vinieran juntos, o por lo menos este último estuviera disponible en algún lugar, una farmacia por ejemplo, como bien plantea Lázara, lo cierto es que no hay.
Los pacientes que necesitan de uno deben ingeniárselas para conseguirlo por la izquierda, en el mercado informal o encargarlo a alguien que venga o lo envíe, desde un tercer país, siempre con el temor de que pueda ser decomisado, porque con el régimen nunca hay seguridad de nada.