Díaz-Canel está molesto (y preocupado)

Quizá como nunca antes en una intervención pública, Díaz-Canel evidenció con claridad la atención que presta y cuánta ansiedad le generan los estados de opinión expresados en las redes sociales y la prensa independiente.
 

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El anuncio original de la Mesa Redonda de este jueves sobre medidas económicas fue cambiado después de su publicación. La emisión se adelantó 30 minutos para incluir, en diferido, una intervención de Miguel Díaz-Canel en la sesión extraordinaria del Consejo de Ministros.

Sin embargo, el centro del discurso del gobernante no fueron las medidas económicas. “Más que todo, quisiera detenerme en algunos elementos de contexto, en algunos elementos también que tienen que ver con el abordaje ideológico, con el abordaje político, con el aseguramiento político”, dijo al inicio.

Incluso, ante la gravedad de la situación económica, Díaz-Canel mostró que hay cuestiones que le preocupan más.

Quizá como nunca en una intervención pública, evidenció con claridad la atención que prestan y cuánta ansiedad les generan los estados de opinión expresados en las redes sociales y el trabajo de la prensa independiente.

Durante media hora habló de comunicación social, enemigos, laboratorios ideológicos, estrategias, dinero corriendo solo para demostrar su amplia incomprensión de un entorno comunicativo que no funciona con las lógicas totalitarias verticales con las que se dirige Cuba.

Las causas de la molestia

En la grabación televisada por la Mesa Redonda se vio un Díaz-Canel “encabronado”. Moviéndose de un lado a otro, nervioso, rostro contraído, voz subida de tono, gesticulando.

Le disgustó que la prensa no oficial desvelara la venta de alimentos y aseo en tiendas exclusivas en dólares, algo que pensaban poner en práctica en medio del más absoluto silencio. Consideró una maldad que se calificara de apartheid económico una medida que limitará el acceso a productos básicos a personas que no tengan vías para recibir divisas.

Sin embargo, mientras muchos están preocupados por la manera en que esta medida ampliará las franjas de desigualdad existentes y colocará a amplios sectores de la población en situación de vulnerabilidad; los riesgos que explícitamente destaca Díaz-Canel son los coleros, los revendedores, la corrupción y el mercado ilícito de divisas, los cuales serán enfrentados con “la fuerza de la Revolución”. Evidentemente, le preocupa el pueblo.

No obstante, insistió en que ellos —los gobernantes— forman parte del pueblo, sienten como pueblo, aunque ya sabemos que existen pequeñas diferencias como yates, bares privados, viajes por el mundo y otros lujos que nos muestran sus hijos y nietos en sus perfiles de Instagram.

El sucesor de Raúl Castro cuestionó las supuestas desviaciones con que circuló en medios independientes y redes sociales la noticia de la venta en dólares, sin entender que el silencio institucional le hace el juego a los rumores y a la falta de precisión. Aunque la dinámica en Cuba sea diferente, la prensa no se debe al Gobierno sino a la ciudadanía. Su misión es informar, sobre todo aquello que no quieren que se sepa. Hoy, por mucho que les moleste, ya existen en el país un grupo de medios independientes al control del Partido —opuestos abiertamente al Gobierno o no— que así lo entienden y con ellos les toca lidiar.

Los regaños e improperios esta vez no fueron dirigidos solamente a los blancos de siempre (enemigo histórico y mercenarios de turno), sino que también abarcó a “alguna de nuestra gente” y a “quienes se les olvida en un momento complejo la obra de la Revolución”. Protestar por la falta de información, molestarse por las penurias que se viven a diario, dudar, exigirles que cumplan con su deber, reírse como válvula de escape, al parecer no son comportamientos acordes con la actitud que se espera de un buen revolucionario. Esta misma intolerancia provocó que expulsaran de sus trabajos a personas que propusieron algunas de las medidas que hoy dicen que implementarán.

Para Canel, “la estrategia enemiga” está atacando por todos los frentes y disparando por todos los flancos. Vincular la cola del pollo con el nivel de vida de la población y el desabastecimiento con la mala gestión del Gobierno, son ataques a ojos del presidente designado. Las preocupaciones genuinas por temas como el matrimonio igualitario, la discriminación racial, el bienestar animal y la violencia de género tienen detrás estrategias que buscan magnificar posibles disensos.

En varias ocasiones se refirió al desprestigio a los dirigentes cubanos. “Sacan de contexto frases para ridiculizar esfuerzos”, dijo, como si las burlas a disparates del tipo “la limonada es la base de todo” —escuchado de su propia boca y en el contexto dado por la televisión oficialista cubana— necesitaran algún impulso extra para convertirse en virales.

Lo mismo sucede con los memes. Lo que es un fenómeno mundial, Canel cree que es resultado de “laboratorios ideológicos”. Basta con mirar a países cercanos con gobiernos consecutivos de tendencias políticas diferentes para entenderlo. Ni Obama ni Trump, ni Peña Nieto ni Obrador han escapado al ingenio de los usuarios de las redes.

Con esta actitud Díaz-Canel se aleja de un pueblo por naturaleza choteador y jaranero que se ríe hasta de sus propias desgracias. Pero los autócratas nunca se han entendido bien con el humor, porque su poder necesita de ese halo de sacralidad que cada día es más difícil mantener.

Por cierto, mientras la televisión transmitía el berrinche del presidente, por Whatsapp, Messenger y las redes sociales circulaba meteóricamente un billete de cien dólares con su rostro y estampada su frase célebre “sacada de contexto”. A quien no quiere limonada… se le dan tres vasos.

La estrategia

¿Cuál es el plan canelista para enfrentar todo esto? Implementar una estrategia de comunicación novedosa y ajustada a las características de Internet. 

Menciona no burocratizar los procesos ideológicos en un país donde todos los medios de comunicación están totalmente subordinados al Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Señala como fortaleza que la comunicación social ha llegado a todos los organismos del país mientras las cuentas institucionales en Twitter no salen de una barbaridad para entrar en otra y reflejan en las redes la misma ineficiencia, falta de autonomía, malas prácticas comunicativas y despotismo con que trabajan en el mundo offline.

Refiere como potencial el capital humano con que cuentan, mientras los graduados de Comunicación Social y Periodismo emigran en grandes cantidades o buscan desarrollarse profesionalmente en lugares con mejor remuneración y mayor libertad para poner en práctica lo que aprendieron. Habla de llevar rápida y eficazmente la información al pueblo mientras sus ministros informan de manera ambigua sobre medidas elaboradas y aprobadas hace nueve años como parte de los Lineamientos y que todavía hoy las presentan como proyectos, sin una implementación concreta. Insiste en la necesidad de lograr resultados palpables y titula al “plan” que presenta IDEAL. En fin…

Para coronar, sugiere utilizar “muchas de las herramientas que ellos emplean contra nosotros”.
Si se refiere a los memes, parodias y otras formas de sátira que mencionó, suerte con eso. El humor desde el poder, sobre todo cuando el objeto de burla es en realidad una víctima de ese propio poder, tiene poco éxito. No hay que ir muy lejos: allí están las caricaturas sobre cuentapropistas, revendedores y “mercenarios” que son más pesadas que el cigüeñal del Titanic o los intentos de memes que aparecen en páginas pro gobierno que solo se comparten entre las cuentas falsas creadas por ellos mismos.

Si está pensando en algunas de las prácticas más cuestionables en términos éticos que emplean ciertas plataformas e influencers, pues tampoco sería nada nuevo. Los fusilamientos de reputación, la diseminación de información falsa o engañosa, la publicación de imágenes íntimas son prácticas que forman parte de las “medidas activas” aprendidas de los órganos de seguridad de los países exsocialistas y que Cuba ha usado amplia y sistemáticamente contra opositores, intelectuales, periodistas y todo aquel que se convierta en objeto de interés. Lo que tanto critican, no es más que su propio reflejo.

De hecho, la última generación de perfiles anónimos y falsos en redes como Guerrero Cubano, Teo Pereira y demás cuentas que incluso citan y comparten los medios oficiales y dirigentes cubanos, parece que forman parte de estas “herramientas” que dejan evidencia de la catadura moral de quienes las articulan y promueven.

Díaz-Canel no solo estaba molesto, también estaba preocupado. Incluso, se refirió al riesgo de “perder la confianza y el apoyo popular”, algo que no es muy común en los discursos populistas de los dirigentes cubanos. Sabe que cada día cede más y más terreno en materia de comunicación y también sabe que un proyecto que pierde su hegemonía ideológica y comunicacional está cerca de perder su control político.

La mejor manera de que el presidente supere su molestia es entender que le tocó gobernar en un contexto muy diferente a aquel en que lo hicieron sus dos antecesores y que aún con las limitaciones que impone el entorno restrictivo totalitario que impera en Cuba, tendrá que hacerlo bajo lógicas de implicación ciudadana en red parecidas a las que operan en el resto del mundo.

En cuanto a su preocupación, al inicio del discurso dijo algo que podría ser una de las claves. “No podemos continuar haciendo lo mismo en un grupo de ámbitos de nuestra vida económica, que haciéndolo de esa manera no está dando los resultados que necesitamos”. Cuando esa reflexión la aplique al ámbito político, social, comunicativo y otras que van más allá de la economía, entonces las cosas podrían cambiar. Pero Canel no está listo para esa conversación.

Escrito por Gallego

Camagüey, 1986. Periodista. Doctor en Comunicación por la Universidad Iberoamericana en México.

 

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