La tradición poética de la Televisión Serrana es una certeza. Muchas son las obras de esta televisión comunitaria de sobrada calidad estética, que apela al lirismo como una vía para contar historias que también se inscriben en lo que pudiéramos llamar realismo mágico.
Bebiendo de Oshún, se inscribe en la lista de documentales, donde un marcado lirismo es el signo que define la belleza visual de lo narrado, el realismo mágico también pudiera ser otro de los elementos que sobresalen a lo largo de los cinco minutos de metraje de la obra.
Contar una historia en tan poco tiempo requiere de una destreza narrativa y visual que pueda trasmitir el mensaje de lo narrado. Condensar en tan poco metraje una historia que nos habla de la belleza, del misterio de la seducción, o de la necesaria y vital utilidad del agua como fuente natural, primordial de los seres humanos, podrían ser algunas de las coordenadas de este documental, que también bebe de la deidad afrocubana y de la estética del video clip para que las imágenes hablen por sí solas.
Teniendo como banda sonora al grupo Síntesis, su disco trilogía Ancestros, volumen II y III, se establece un interesante diálogo entre la deidad que vive en el río y el campesino que va en busca de agua con sus bueyes, y en algún momento se siente atraído por las aguas cristalinas del río. Pudiera ser muy bien una obra audiovisual que coquetea con la ficción al construir una historia que no delimita intencionadamente las fronteras entre realidad/ ficción.
Narrado con una estructura circular y cierto enigma en su discurso, Bebiendo de Oshún, establece un interesante contrapunteo entre el río, la mujer que emerge de sus aguas y el campesino que va en busca de ambos. Pudiera hasta fabularse una historia otra a medida que avanza el metraje de la obra, porque es precisamente este ese signo que la recorre: la ambigüedad.
La fotografía de Luis Guevara Polanco y Regla María Aguilar privilegian los primeros y primerísimos planos, dando a lo subjetivo en el metraje una importancia vital a la hora de decodificar y de profundizar en sus múltiples lecturas.
Es la belleza el signo predominante en el documental. La observación y la contemplación del realizador nos trasmiten una necesidad de seguir el curso de lo narrado de manera natural, así la cámara es una voyeur que trasmite la sensualidad que se desborda de las imágenes, haciéndonos partícipes de una historia donde predomina la belleza y la sensualidad de la mujer/Oshún, que emerge del río donde habita o visita para, no solo bañarse en sus cristalinas aguas, sino también seducir al viajero, o al transeúnte.
Bebiendo de Oshún conmueve por su ternura, se traducen en sutilezas toda la carga erótica del audiovisual. La edición de Rosaida Rodríguez contribuye a que podamos sentir apenas el transcurso del metraje y sea esta una pieza donde todas sus partes encajan de manera que por momentos nos sentimos, más que espectadores, sujetos participantes de lo narrado.
Una obra que también trasmite la calidad estética de la Televisión Serrana, de contundente denuncia o una donde las imágenes desborden intensidad, sensualidad y lirismo, una historia donde el elemento mágico juega un rol primordial a la hora de narrar una de sus tantas historias, donde la imaginería se roba el protagonismo de la realidad cruda y controvertida de parajes tan alejados de nuestra cotidianidad.