Nueva ley de pesca, un fantasma sobre el litoral

Los pescadores del litoral habanero tienen el alma en vilo, ante el enigma de una nueva ley que entrara en vigor en los próximos días y temen que les arruine más la vida
Nueva ley de pesca, un fantasma sobre el litoral
 

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Los pescadores del litoral habanero tienen el alma en vilo, ante el enigma de una nueva ley que entrara en vigor en los próximos días y temen que les arruine más la vida. 

“Esa ley ya se aprobó, pero nadie sabe lo que dice. Tampoco los pescadores confiamos en ella, porque este gobierno cada vez que saca una ley es para apretar la tuerca”,  dice Cucho, viejo pescador de la familia los pejedientes, de calle Primera, en Jaimanitas. “Se han  filtrado ciertos rumores de su contenido, por ejemplo, que se prohíbe la pesca de orilla, a cordel. Si es eso verdad muchos estarán fritos”.

“He escuchado a algunos decir que la ley trae mejoras, porque abre la posibilidad de sacar una licencia de pesca. Pero tienes que adscribirte al INDER y pagar una cuota, además los requisitos y el papeleo que exigen para obtener la licencia es tan grande, que algunos se quedarán en el camino y renunciaran a sacarla. Así estarán renunciando también al oficio de sus vidas”. 

Carlos Vera es oriundo de Santa Rita, en la provincia Granma. Vino a pasar el servicio militar a La Habana y cuando vio el mar decidió quedarse para siempre.

“Yo vivía en lo intrincado del monte, allá en Oriente, y pescaba en los ríos y en las presas. Sentía que había nacido para pescar y conocí en Jaimanitas a los grandes maestros que me enseñaron el arte de la pesca. La nueva ley sale en este mes, aunque  otros pescadores aseguran que será en agosto. La incertidumbre que vivimos es grande, porque nadie sabe lo que dice. Gracias a Dios yo evolucioné, estoy pescando en una embarcación con licencia, en las cuatro millas. La última semana cogimos cuatro emperadores y tres agujas. La mitad de los que pescamos debemos entregarlo al Mercomar, para el turismo, la otra mitad se  la vendemos a ellos mismos, a un precio concertado. Aun así sacamos ganancia y de paso comemos pescado”.

Carlos cuenta la represión desatada sobre los pescadores sin licencia, que pescan en corchos en el litoral.

“Hace una semana hubo operativo y decomisaron corchos, incautaron pescado y avíos, y además impusieron multas, una tragedia para esos padres de familia. Aun así la gente sigue saliendo al mar, porque no tienen otra forma de sobrevivir. Yo pasé por eso. Una vez me quitaron el bote y los avíos y me quería morir. Gracias a Dios pude enrolarme en este barquito y voy tirando”.

Joaquín Vázquez, miembro de la familia los Bustamante, de larga tradición pesquera, dice que Cuba ostenta el récord mundial del país rodeado cien por ciento de mar, donde la gente no puede comer pescado.  

“Porque no hay, lo acabaron. Y el poco que aparece es a precio de escándalo. Dicen que esta nueva ley de pesca es para proteger la fauna marina, pero ya es tarde. La depredación ha sido demasiado. Quien la comenzó fue el estado, con la cooperativa de pescadores, que agrupó a los mejores pescadores del pueblo y los lanzaron al mar como pirañas”.

“Un día pasaron un chinchorro, desde alturas de Flores hasta playa Baracoa, dejaron el fondo limpio como una calle. Lo peor fue que no abrieron la malla del embudo, para que escaparan los peces pequeños y aquello resultó una masacre. Esta práctica, que se utiliza solo en alta mar, la hicieron varias veces más hasta que no quedó peces que atrapar, entonces arrasaron con los corales en el arrastre. Después la supervivencia de la gente completó la tarea”.

“Se necesitan muchos años para reconstruir el fondo marino, pero la gente necesita del mar y no puede postergar el oficio. Recuerdo que mi abuelo me  contaba, que en los tiempos de antes era natural ver pasar a los pescadores al mediodía, con las grandes ensartas a cuesta, o ver las carretillas empujadas por la calle con los enormes peces capturados en el canto del veril, en cambio hoy ver un pescado es un suceso”. 

“Muchas familias pesqueras tradicionales han tenido que renunciar a la pesca. Sus embarcaciones son la triste evidencia de cuánto daño se ha hecho. Botes desarmados para construir timbiriches, otros rellenados de tierra y convertidos en canteros, o vueltos carretillas de productos del agro”.

 

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