El músico cubano Yoel Martínez, integrante del gustado dúo Buena Fe, atacó recientemente a la disidencia y al exilio cubano, a quienes acusó de intentar separa a Cuba y su emigración manipulando el tema “con fines políticos”.
En un conversatorio en el consulado cubano en Caracas, en el que participaron emigrados y parte del personal diplomático cubano acreditado en Venezuela, Martínez declaró a Prensa Latina que aboga “por la unidad y el amor como armas esenciales para superar todas las campañas contra el país en las redes sociales, así como los ataques a artistas, personalidades y a todos aquellos que no se plieguen a los intereses de quienes financian esa guerra mediática”.
Para Martínez, existen “lazos indestructibles” que unen a quienes viven dentro o fuera de Cuba. Por eso, rechaza “la manipulación que sobre ese fenómeno (migración) hace la disidencia y los sectores de la derecha en el extranjero”.
“Respeto a quienes emigraron, incluso a quienes tienen concepciones políticas diferentes, pero que saben dialogar desde sus creencias y principios, pero también exijo se respete mi decisión de vivir en Cuba”, subrayó.
En esto último Martínez lleva razón. El respeto y la tolerancia deben imponerse en un tema tan peliagudo como la emigración cubana. Sin embargo, lo que parece obviar es que no fueron la disidencia y el exilio quienes convirtieron o consolidaron el fenómeno como un tema político.
Fue el régimen instaurado a partir de una Revolución necesaria que traicionó su plataforma de legitimidad y devino en una dictadura la que convirtió la migración en algo más que un asunto económico. Negar que muchos fueron obligados a salir de la isla bajo el riesgo de pasar años en cárceles o bajo un hostigamiento continuo es como negar que Fulgencio Batista llegó al poder por un golpe de Estado y consolidó también una dictadura sangrienta.
De tal suerte, se aplaude el que se defienda la unidad entre los cubanos de dentro y de fuera, pero no el que las divisiones se achaquen a aquellos que, con sus ayudas y recargas, mantienen una pésima economía en mediocre flote, ni a los que, a riesgos de maltratos y abusos policiales, nos recuerdan que las libertades individuales son pisoteadas cada día y que vale la pena luchar por ellas porque un día podrán disfrutarse nuevamente en la isla.