“Cazadores de virus”, el trabajo que ayuda a prevenir pandemias

Los llamados “Cazadores de virus” no se preguntan si habrá una próxima pandemia, sino cuándo y dónde. Para descubrirlo primero es necesario evaluar la salud y la enfermedad de todas las especies a escala global
 

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En medio de la propagación de la COVID-19, el pasado 5 de marzo se presentó un informe que alerta sobre 1.200 nuevos virus de animales salvajes, entre ellos 161 de la misma familia que el nuevo coronavirus causante de la pandemia.

Suzan Murray, directora del Programa de Salud Global del Instituto Smithsoniano, presentó al Comité de Ciencia, Espacio y Tecnología del Congreso de los Estados Unidos, los resultados obtenidos por su equipo de trabajo en colaboración con otras agencias similares del mundo, durante más de 10 años.

Con la idea de hallar nuevas enfermedades zoonóticas -entre ellas, los coronavirus- antes de que se pasaran a los humanos, se fundó en 2009 la iniciativa Predict, con fondos de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID).

En el proyecto colaboran la Universidad de California, colaboran EcoHealth Alliance (ONG especializada en prevención de pandemias), el Smithsonian, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre y la compañía Metabiota, que desarrolló un rastreador de epidemias.

“Calculamos que existen 1,7 millones de virus desconocidos, la mitad de los cuales podrían infectar a las personas, y algunos podrían llevar a nuevas pandemias. Si bien es esencial que hagamos todo lo posible por responder a la crisis global actual, el presente también es el tiempo en el que deberíamos pensar acerca de los futuros virus emergentes”, subrayó Murray en el texto que entregó al Congreso.

Un mes después descubrieron seis nuevos coronavirus de murciélagos, según una publicación del Zoológico Nacional y el Instituto de Conservación Biológica del Smithsonian.

 

Los Cazadores de virus

El trabajo de los cazadores de virus consiste en identificar “cuáles tienen mayor probabilidad de pasar a los humanos y clasificarlos según su perfil de riesgo”, explica Murray en una nota de Infobae.

Los científicos ingresan a cuevas, principalmente en las noches, cuando las bandadas de murciélagos salen a buscar insectos para comer. Atrapan algunos en redes para luego hacer investigaciones con la sangre que le extraen. “También les hacemos hisopados orales y recogemos sus excrementos”, explicó Peter Daszak, presidente de EcoHealth en una entrevista para CNN.

Daszak ha recorrido más de 20 países en la última década para estudiar los virus emergentes, con un interés especial en los coronavirus. “Hemos recogido más de 15 mil muestras de murciélagos, que nos llevó a la identificación de 500 nuevos coronavirus. Pero estimo que esa es una fracción pequeña de la gran cantidad que podría existir”, afirma.

Los resultados de sus investigaciones los ha socializado en una biblioteca abierta y colaborativa sobre todos los virus conocidos hasta ahora, para que los científicos puedan predecir qué cepas tienen probabilidad de pasarse a los humanos, y preparar el mundo para que no se repita una pandemia como la que se vive actualmente.

“Cuando surgió la COVID-19, el Instituto de Virología de Wuhan comparó la secuencia genética con las muestras propias y las de EcoHealth: era 96,2% idéntico. Eso indicaba que eran familia, y que la diferencia posiblemente se debió al animal que fungió de huésped intermediario del virus al pasar de los murciélagos a las personas”, destaca Infobae.


 

Nuevos hallazgos: seis nuevos coronavirus

El Programa de Salud Global del Smithsonian, terminó de identificar en abril seis nuevos coronavirus provenientes de murciélagos de Myanmar, en el Sudeste asiático.

“En el caso de Myanmar, se sabe que los humanos tienen más probabilidades de entrar en contacto con los animales salvajes debido a cambios en el uso de las tierras. Debido a eso los investigadores recogieron 750 muestras de saliva y materia fecal de los murciélagos del área entre mayo de 2016 y agosto de 2018”, dijo Marc Valitutto, autor principal del estudio publicado en PLOS One.

“Los humanos interactuamos con la vida silvestre con una frecuencia cada vez mayor, así que cuanto más entendamos sobre estos virus en los animales -qué les permite mutar y cómo se propagan a otras especies- mejores posibilidades tendremos de reducir su potencial epidémico”, agregó.

El Programa de Salud Global del Smithsonian tiene como objetivo ampliar el conocimiento de la diversidad de coronavirus de murciélagos y, a la luz de lo ocurrido con la COVID-19, informar mejor a para prevenir y responder a un foco infeccioso. “Una pandemia viral nos recuerda hasta qué punto la salud humana está conectada con la salud de la vida silvestre y el medioambiente”, puntualizó Marc Valitutto.

En 2003, el coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) provocó la primera epidemia global, con 8 mil infectados, 800 muertos y un costo económico de USD 40 mil millones. En la actualidad la COVID-19 registra más de 3,5 millones de infectados y casi 250 mil muertos, y una crisis económica global sin precedentes. El patógeno identificado años atrás, es similar al actual, se llaman respectivamente SARS-CoV-1 y SARS-CoV-2.

Epidemiólogos, gobiernos, “Cazadores de virus” y toda la humanidad: tienen la alarma encendida.

 

 

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