¿No meterse en política?

Que ningún cubano haga dejación de este noble y necesario derecho y deber de “meterse en política”. Cuba nos necesita a todos
Capitolio de La Habana. Foto: ADN Cuba
 

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Una vez más el analfabetismo cívico aviva el debate entre cubanos discutiendo si un ciudadano, un grupo de la sociedad civil, la Iglesia, entre otros, debemos o no “meternos en política”. El debate es bueno para encontrar la respuesta, pero no haberla encontrado a esta hora de nuestra historia marca el nivel tan bajo que tenemos los cubanos en nuestra formación ética, cívica y política.

Es una ignorancia que nos ha costado cara y que tendrá un costo mayor aún en el futuro de nuestra nación si cada uno de los cubanos no tratamos de formarnos en estas materias de importancia capital para cada persona y para la sociedad. Muchos dicen que no se meten en política porque identifican esta con la politiquería corrupta y egoísta que ha tenido nuestra patria en todos los tiempos. Lo primero de todo es aprender qué significados tiene el término.

¿Qué es la política?

Política viene del griego “polis”, que significa ciudad. Entonces, lo político es todo lo relativo a la vida de la ciudad, de la vida de toda la nación, con el bienestar del pueblo. Por tanto, política es la búsqueda de la convivencia social en su más alto grado. Política es también la ciencia y el arte de buscar el bien común de toda la sociedad. Lo político es la esfera de la actividad humana que se relaciona con la vida social, comunitaria, con el bien general de la polis.

La política se desarrolla en dos niveles diferentes, pero interrelacionados entre sí: la política en sentido estricto, llamada política partidista, y la política en sentido amplio, que es llamada política cívica o ciudadana. Ahora bien, no hay que confundir lo partidista con lo cívico. Estas son dos formas diferentes de participar en la política.

¿Qué es la cívica?

Cívica viene del latín “civitas”, que también significa ciudad. Entonces, lo cívico es todo lo relativo a la vida de la ciudad, del pueblo. Es un sinónimo de la política en sentido amplio, porque polis y civitas significan lo mismo en griego y en latín respectivamente. Lo cívico es toda la actividad humana que se relaciona con la vida social, comunitaria, desde el punto de vista global o integral, holístico, pero no partidista. La cívica es la ciencia y el arte de buscar la convivencia social en su más alto grado. Es la ciencia práctica que busca preparar al ciudadano para el ejercicio de la soberanía que lleva en sí y por sí todo ciudadano. Para participar libre, consciente y responsablemente en la sociedad civil y para que conozca sus derechos humanos y deberes cívicos. La sociedad civil es la red o el tejido de grupos, asociaciones, organizaciones no gubernamentales que por vocación o profesión participan en la política en sentido amplio, es decir, no partidista. Los activistas cívicos no aspiran a tomar el poder, pero sí a influir en él, a controlarlo desde la soberanía ciudadana y a hacer propuestas civilistas.

Diferentes formas de hacer política: política cívica y política partidista

Una vez que hemos precisado los conceptos de política y de cívica, podemos pasar a diferenciar las formas de participar en lo político, es decir, en esa preocupación y ocupación por el bien común de la sociedad, por el desarrollo de la polis, de la civitas. Hay dos formas fundamentales de participación de los ciudadanos en la vida política:

  1. Política partidista o en sentido estricto: Es cuando los ciudadanos dedican su vida o parte de su vida a la política, ya sea desde los partidos políticos o de forma independiente, con la propuesta de programas políticos que se inspiran en un humanismo o en una ideología determinada. Puede ser ejercida desde la oposición o desde el poder ejecutivo (gobierno) o legislativo (parlamento).
  2. Política cívica o en sentido amplio: Es cuando los ciudadanos dedican su vida o parte de su vida a la actividad cívica desde el tejido plural de la sociedad civil. No necesariamente se inspiran en una determinada ideología igual para todo el grupo, pueden ser organizaciones culturales, deportivas, sociales, filantrópicas, fraternales, religiosas. No aspiran al poder directamente, pero pueden pasar en un momento determinado a la vida política de forma independiente o partidista para ofrecer un servicio temporal en la política.

¿Quién sirve a quién?

Otro de los asuntos más importantes para la etapa de la transición en Cuba y para la organización de una democracia de calidad en nuestro país es saber y practicar el servicio público salvaguardando las jerarquías en ese servicio. Si el poder reside en el pueblo y elige al Estado junto con la comunidad política para ser servidores del bien común, entonces lo político debe estar al servicio de lo cívico.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia no deja lugar a ninguna duda al destacar un acápite dentro del Capítulo Octavo, que define “La primacía de la sociedad civil”. Allí se dice: “La comunidad política y la sociedad civil, aun cuando estén recíprocamente vinculadas y sean interdependientes, no son iguales en las jerarquías de los fines. La comunidad política está esencialmente al servicio de la sociedad civil y, en último análisis, está al servicio de las personas y de los grupos que la componen. La sociedad civil, por tanto, no puede considerarse un mero apéndice o una variable de la comunidad política: al contrario, ella tiene la preeminencia, ya que es precisamente la sociedad civil la que justifica la existencia de la comunidad política”.

Todos somos políticos de diversas formas

Toda persona es un ser político. Es constitutivamente, por ser persona y ciudadano, un miembro de la polis, de la civitas, por eso nadie puede decir que no se mete en política. Uno puede elegir no meterse en política partidista, pero todos participamos, aun desde la abstención y la indiferencia, en la vida social y en la política cívica en sentido amplio. Aportar criterios éticos, virtudes y valores, en cualquier sector de la sociedad o en general para toda ella, es una forma eminente de participar en la política cívica.

Sería una apreciable muestra de adultez ciudadana que los cubanos aprendamos a participar, a pronunciarnos y a vivir como seres sociales, como actores soberanos de la política cívica y que cuando nos vayamos a expresar, a decidir, o a participar, desterráramos de nuestro lenguaje aquello de “yo no me meto en política”.

En todo caso, las personas que no se sienten llamadas a participar directamente en la política partidista, deberían acostumbrarse a especificar que es en ese servicio específico en el que no se tiene vocación de participar, pero que en el ejercicio de nuestros derechos y deberes cívicos, en el ambiente concreto en el que estudiamos, trabajamos, practicamos nuestra religión, hacemos arte o nos divertimos, en todos los sectores de la vida humana, siempre tenemos la responsabilidad de participar en la cosa pública, eso significa República. Todos al hablar, al opinar, por la forma de relacionarnos, por la forma de participar o no, estamos haciendo política en el sentido amplio de la búsqueda del bien común.

Al respecto,el Padre Félix Varela sentenciaba: “Cuando los mejores hijos del país abandonan la cosa pública, esta es ocupada por los peores hijos del país”. El abandono de la responsabilidad ciudadana ha traído todos los males que ha sufrido nuestra patria. El caudillismo, los mesianismos, los populismos y el totalitarismo que ha sufrido Cuba no es solo por culpa de los caudillos sino y principalmente por la dejación del ejercicio de la política en sentido amplio y también en la política partidista por parte de muchos de los cubanos de a pie.

Todos los cubanos debemos y tenemos una palabra, una actitud y una acción en el campo de la política cívica. No es bueno para el futuro de Cuba que un artista o un médico, que un sacerdote o un deportista, argumente que por serlo no se mete en política; en política partidista a lo mejor no, pero en política cívica todo artista, como ciudadano, tiene responsabilidad por el bien común. Lo mismo se podría decir de un educador, de un albañil, de un religioso, de un intelectual, de un ama de casa, de un campesino. Todos debemos reconocer y asumir nuestra responsabilidad en la política en sentido amplio. Todos somos y debemos ser personas cívicas. Todos formamos parte de un grupo de la sociedad civil. Nadie puede vivir aislado totalmente.

Que ningún cubano haga dejación de este noble y necesario derecho y deber de “meterse en política”. Unos en política cívica y otros en la política partidista, según la vocación que tenga cada uno. Cuba nos necesita a todos.

 

Tomado del Centro de Estudios Convivencia

Escrito por Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo.Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Reside en Pinar del Río.

 

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