La visita del cardenal de Boston a Cuba: del evento al proceso

Lo más importante de la visita del asesor del papa Francisco a Cuba fue solo lo que se publicó, sino posible el comienzo de una mediación para la solución de conflictos tanto entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos
Presidente del régimen cubano Miguel Díaz Canel con el arzobispo de Boston. Foto: Estudios Revolución
 

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Quiero compartir una mirada a la polémica visita a Cuba del cardenal Seán Patrick O´Malley, arzobispo de Boston, en Massachusetts, Estados Unidos, y uno de los principales consultores del papa Francisco. Lo haré basándome en la crónica que publicó el propio prelado en su blog personal. La prensa oficial cubana dio la noticia en primera plana del Granma informando, además de los participantes en el encuentro con el presidente Miguel Díaz-Canel, lo siguiente sobre el contenido de la visita:

“Su Eminencia, quien ha viajado anteriormente a Cuba, fue acogido con hospitalidad y respeto. Durante su estancia visitó lugares asociados a la actividad de la Iglesia y otros sitios de interés, como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, donde recibió información sobre el esfuerzo nacional para desarrollar las vacunas, los medicamentos e incluso equipamientos con los que el país enfrenta la pandemia de la COVID-19”.

El motivo declarado de esta visita de tan alto nivel del 7 al 9 de septiembre del 2021, fue la invitación del señor arzobispo de Santiago de Cuba para celebrar la Fiesta de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, en su Basílica-Santuario de El Cobre. El purpurado también visitaría las catedrales de Santiago de Cuba y de La Habana, y pernoctó en la Nunciatura Apostólica (embajada de la Santa Sede) en la capital. El cardenal se encontró con varios obispos cubanos entre los cuales estuvo monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Acompañó al cardenal, en los encuentros con las autoridades, el Nuncio Apostólico del papa en Cuba, el arzobispo Giampiero Gloder, lo que señala el carácter diplomático de esas reuniones. Los obispos cubanos no participaron en ningún acto oficial, solo en los de carácter religioso.

Algunas personas, dentro y fuera de la Iglesia, han expresado su disgusto y decepción con esta visita y con expresiones de alabanza a la salud cubana y a los investigadores nacionales. Respeto estas opiniones, es normal que se sientan por lo menos por dos razones: la primera y principal es, precisamente, la crítica situación del sistema de salud cubano en medio de un pico de la pandemia. La otra es que, después de las protestas de julio, el país ha cambiado sin retorno y todo gesto está marcado por esa crisis y demanda de libertad que supera a la de la COVID-19.

Sin dudar de la buena voluntad del cardenal O´Malley ni juzgar a su persona, comparto la opinión de que algunas frases y apreciaciones pudieron evitarse o expresarse de otra manera. Y, sobre todo, los gestos que, con frecuencia, envían un mensaje equívoco y contraproducente. A esto se suma que este evento se produce con un cardenal que desempeñó un importante papel en las negociaciones bajo la presidencia de Obama. El peligro de que se vayan a repetir los errores de aquel proceso dispara las sospechas y levantan un rechazo proporcional a la grave situación que estamos viviendo los cubanos.

 

Lo positivo

Sin embargo, para ser lo más objetivo posible y no ser absoluto en esa apreciación negativa, quisiera destacar cinco puntos que, en mi opinión, pueden ser valorados en sí mismos como positivos:

El primero de todos, y que me parece que expresa de forma abierta que Cuba no está en las mismas condiciones de cuando comenzó el deshielo con Obama, es la mención clara y explícita de los sucesos del 11 y 12 de julio del 2021 en toda Cuba, y con respecto a ello el cardenal solicita un indulto para todos los manifestantes pacíficos detenidos. Así lo expresa en su blog personal el arzobispo de Boston: “…hablé sobre las manifestaciones que tuvieron lugar este verano y pedí el indulto para los implicados en las manifestaciones de forma no violenta”.

El segundo punto: el cardenal pidió que el gobierno autorizara la entrada de ayuda humanitaria a través de la Iglesia, específicamente de las Cáritas de cada diócesis. Lo expresa así:

“…tuve una reunión con el presidente cubano Miguel Díaz-Canel y su personal. Hablamos sobre el deseo de las agencias católicas de poder apoyar el trabajo de Cáritas cubana, que es su organización benéfica católica en la isla. La Iglesia trabaja mucho con los ancianos, que es una población muy grande en Cuba, y también trabaja para hacer frente a la escasez de alimentos y medicinas. Entonces, apelamos al presidente para que haga más posible que Catholic Relief Services (de Estados Unidos) y Caritas Internationalis (de la Santa Sede) puedan enviar ayuda a Cuba a través de las organizaciones de Caridades Católicas de las diócesis de Cuba”.

El tercero: el cardenal sugiere, de forma indirecta, el acceso de la Iglesia en Cuba a la gestión de hospitales y otros centros de salud al mencionar los porcentajes de centros de salud que tiene la Iglesia en Europa y en los países en vías de desarrollo, entre los que se encuentra Cuba. Lo dice así textualmente:

“En este encuentro [con el canciller cubano] hablé de que la salud es una parte muy importante de la obra de evangelización de la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo en su preocupación y amor por los enfermos y los que sufren. También destaqué que la Iglesia Católica llevó hospitales a Europa y que hoy, alrededor del 25% de los hospitales del mundo, y más del 60% de los hospitales en las naciones en desarrollo, son instituciones de la Iglesia Católica.”

El cuarto: el cardenal revela que, en las investigaciones de la producción de vacunas, los científicos cubanos han recibido colaboración del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y del mundo, y de otros hospitales en EEUU. Esto no había sido de conocimiento general hasta esta declaración. La soberanía parece que no se ha dañado con este tipo de colaboraciones científicas y académicas. Al contrario. Lo expresa textualmente así:

“Durante la mañana, visitamos un centro médico donde los cubanos están produciendo vacunas para combatir la pandemia de coronavirus. Están trabajando en conjunto con el MIT y varios hospitales de Estados Unidos y han podido desarrollar varias vacunas que están distribuyendo a otros países, así como al pueblo cubano. Fue impresionante ver lo que han hecho los cubanos”.

El quinto, pero no menos importante: el cardenal ha solicitado que las máximas autoridades de Cuba y esas organizaciones de caridad de la Iglesia, tengan una comunicación directa con los obispos cubanos, dejando claro que le corresponde a la jerarquía local el protagonismo de estos procesos humanitarios venidas de iglesias hermanas o de la Santa Sede. Lo dice así: “También queríamos animarlos a tener un contacto más directo con los obispos de Cuba”.

Considero que estos cinco puntos son algunas de las peticiones o expectativas que muchos hemos demandado de las autoridades y de la Iglesia. Como en toda negociación, el cardenal también menciona en su crónica las expectativas del Estado cubano al expresar que le mencionaron el tema de las remesas y los viajes a Cuba. Lo dice textualmente así:

“El gobierno de Cuba está, por supuesto, muy preocupado porque las remesas que los cubanoamericanos enviaban a sus familiares ahora son mucho más difíciles de recibir y que las posibilidades de viajar a Cuba también se han visto muy restringidas”.

 

Lo más importante: nuestra responsabilidad y propuestas

Señalados los aspectos positivos y también las expresiones que parecieran innecesarias, deseo expresar que, quizás, es probable que lo más importante de la visita del asesor de Francisco a Cuba no haya sido solo lo que se publicó, sino el comienzo de una mediación para la solución de conflictos tanto entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, como entre la sociedad civil y los mandatarios cubanos.

Pasemos del evento al proceso. Del pasado que no debe repetirse, al presente que es distinto y al futuro que queremos sea nuevo de verdad. Abordemos lo que sería aún más importante y definitorio para el futuro de Cuba: la mediación de la Iglesia en un diálogo auténtico entre la sociedad civil cubana y los que ostentan el poder, no para un cambio fraude, sino para una transición ordenada y pacífica hacia la libertad y la democracia. La alternativa a esto, teniendo en cuenta la cerrazón actual por parte del régimen, podría ser la violencia y la muerte. Y esto nadie lo quiere.

Cuba no es la misma de cuando el intento fallido del gobierno de Obama. El pueblo se ha expresado masivamente y sus demandas son claras y repetidas en toda Cuba y en la diáspora: libertad, Patria y Vida, y cambio hacia la democracia.

La sociedad civil independiente tampoco es la misma de hace cinco o seis años. Ha madurado, ha crecido, se ha diversificado y ha tomado conciencia de que no debemos tropezar con la misma piedra. Los errores, precipitaciones o asimetrías entre lo que se cedió de una parte y en lo que no se cedió de la otra, no deben repetirse. Eso sería un doloroso irrespeto a los presos, detenidos, confinados ilegalmente en sus casas, golpeados en las manifestaciones y todos los que han muerto antes y ahora a causa de la violencia.

Dicho esto, de forma clara y transparente, creo conveniente expresar aquí mis criterios acerca de este trascendental tema que va más allá de la visita de un alto dignatario de la Iglesia y de sus limitadas peticiones al régimen cubano:

  1. Estoy a favor de un diálogo verdadero y no de un diálogo fraude.
  2. Estoy a favor de un cambio verdadero y no de un cambio fraude. Ese diálogo debe poner sobre la mesa las legítimas demandas del pueblo cubano expresadas multitudinariamente en nuestras calles el 11 de julio y durante más de 60 años: es un diálogo para la libertad, para transitar pacíficamente hacia la democracia. Es un diálogo para Patria y Vida.
  3. Depende de nosotros, los cubanos de dentro y fuera de la Isla, no de los mediadores, garantizar pacífica y firmemente la participación de una representación de la verdadera sociedad civil en todos los procesos de la forma que sea más viable y eficaz. No puede quedarse fuera el protagonismo de la sociedad civil con sus propuestas.
  4. Depende de la sociedad civil cubana, en la isla la y la diáspora, permanecer alerta, denunciar cualquier fraude, tener preparadas y hacer propuestas constructivas, reconocer los aspectos positivos del proceso y rechazar los pasos negativos, con transparencia, serenidad y un lenguaje correcto y respetuoso del adversario. Es también su responsabilidad evaluar periódicamente el proceso y los resultados o errores de una posible negociación, proponiendo su rectificación. Es normal la desconfianza después de tantas frustraciones y manipulaciones, pero que desconfiar no nos paralice ni nos amargue, sino que nos impulse a participar y proponer soluciones.
  5. En fin, creo que es la hora de que demostremos al mundo, a la Iglesia y otros mediadores, a los gobiernos de EEUU y Cuba, que en la nación cubana hay ciudadanos educados, competentes, respetuosos y firmes, capaces de llevar adelante una transición ordenada, inteligente, transparente y pacífica. Que no nos asustan o inhiben, ni amargan, los posibles intentos de diálogos aparentes, negociaciones opacas, ni cambios fraude. Debemos pasar de la queja y la denuncia de estos peligros, a la participación y a las propuestas en los diferentes escenarios que se presenten. Para cada uno de esos escenarios debemos tener previstas y consensuadas propuestas civilistas, eficaces, pacíficas, que sean alternativas a cualquier dilación, manipulación o falso cambio.

Como podrá apreciarse, he pasado de un evento –la visita del cardenal y el papel mediador de la Iglesia– a un proceso, que es lo más importante y esencial: la participación libre y responsable de la sociedad civil cubana en una transición auténtica y pacífica hacia la libertad y la democracia.

En esa responsabilidad de todos es en la que debemos centrar nuestra atención, nuestros trabajos y proyectos.

Cuba se ha expresado. Seamos fieles a lo que demandó en las calles. No tengamos miedo. La libertad se ha manifestado con nuestros pies y nuestras voces. Que ahora se haga proceso y camino hasta alcanzar la libertad con responsabilidad.

 

Una versión de este texto fue publicado originalmente por el Centro de Estudios Convivencia


 

Escrito por Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo.Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Reside en Pinar del Río.

 

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