Considero que la superstición forma parte de una trilogía de fenómenos que, junto con el relativismo moral y con el analfabetismo cívico, son tres de las causas principales de la gran descomposición social que sufre Cuba hoy.
Comienzo por distinguir para no confundir. Cuando me refiero a la superstición no estoy identificándola con diversas religiones o cultos vividos con fe y con coherencia por los creyentes que las profesan. Para todos ellos mi respeto y sentimientos de fraternidad. Por tanto, lo primero es distinguir la fe de la superstición. Incluso personas que vivimos una religión estructurada, histórica y teológicamente fundamentada, con frecuencia nos encontramos con hermanos nuestros de la Iglesia que cultivan o mantienen supersticiones de todo tipo.
¿Qué es una superstición?
Lo primero es saber identificar este fenómeno. Tener clara su diferencia con la religión o con una creencia racional puede ser de mucha utilidad para nuestro comportamiento personal, familiar y social.
Según el Diccionario de la Universidad de Oxford, superstición es la “creencia que no tiene fundamento racional y que consiste en atribuir carácter mágico o sobrenatural a determinados sucesos o en pensar que determinados hechos proporcionan buena o mala suerte.”
Según el Centro de Psicología de Madrid: “Las supersticiones son creencias irracionales según las cuales se considera que un objeto, acción o circunstancia, sin una relación objetiva con una situación vital de la persona, puede influir en ella” (Damisch et al., 2010). Implican que un elemento externo a la persona (un objeto, un ritual etc.) se convierta en determinante para el curso y resultados de los acontecimientos. (PSISE, Servicio de Psicología Clínica del Desarrollo. Unidad de Observación y Diagnóstico Funcional.)
¿Le atribuimos a “un objeto, acción o circunstancia”, que no tenga relación objetiva con nuestra existencia, un poder mágico sobre nuestra vida cotidiana? Por ejemplo, tocar madera, viernes 13, pasar por debajo de una escalera, mecer un sillón…
Algunas causas de la superstición
El Servicio de Psicología del Desarrollo del mismo Centro deMadrid continúa describiendo algunas causas de la superstición: “Esto se debe a que la superstición se alimenta de la incertidumbre ante situaciones incontrolables (Vyse, 1997, p.201), en las que la persona presenta expectativas y experimenta niveles elevados de estrés (Whitson & Galinsky, 2008; Keinan, 1994). Los comportamientos y creencias de tipo supersticioso tienden a aparecer en circunstancias relacionadas con un tema específico, como por ejemplo el estudio, el trabajo, las relaciones interpersonales, el rendimiento deportivo, etc.” (Jahoda, 1969).
La incertidumbre de la vida cotidiana, las situaciones incontrolables por la voluntad personal o social, los elevados niveles de estrés, las circunstancias adversas o inciertas relacionadas con el estudio, el trabajo, la convivencia social, son algunas de las causas relacionadas por este centro de estudios psicológicos. Entonces, podemos comprobar que todas estas causas imbricadas entre sí, existen en Cuba, trastornan nuestra vida cotidiana y empujan a muchos cubanos, sean religiosos o no, a entregarse a la superstición, o a ser dominados por aquellos que se valen de ella para manipular las conciencias de los demás.
¿Qué consecuencias tiene ser supersticioso?
El mismo estudio citado nos presenta algunas de las consecuencias de la superstición en nuestra vida: “El comportamiento supersticioso sirve para regular la tensión psicológica que sentimos al querer alcanzar un objetivo, creando un sentimiento de control y predictibilidad ante situaciones percibidas como caóticas y fuera de control”(Keinan, 2002; Schippers & Van Lange, 2006; Damisch et al., 2010).
Para tomar el control y las riendas reales de nuestra vida, considero muy importante despertar nuestra percepción de que la superstición puede ser usada por poderes civiles o religiosos para manipular el comportamiento ciudadano, condicionar las respuestas a las crisis y mantener el control de las conciencias. Esto es posible porque, según la investigación mencionada, en su análisis general llega a concluir que la superstición “regula la tensión psicológica”, crea un falso “sentimiento de control y predictibilidad” y sirve para manejar a conveniencia el miedo “ante situaciones percibidas como caóticas y fuera de control”.
La relación identificada entre el miedo a la incertidumbre, el descontrol y el caos de la existencia cotidiana, con el incremento de la superstición, puede servir para explicarnos por qué en Cuba la superstición ha aumentado, espontáneamente o de forma inducida, bien sea tras un ropaje pseudo religioso o con la vulgar superchería que llena los vacíos existenciales de los cubanos con la impostura, el fraude y la simulación. Echar fuera de nosotros la responsabilidad es otra forma de control de la sociedad.
El Padre Félix Varela y las Cartas a Elpidio
Sin embargo, debo decir que la desgracia de la superstición como opio de la vida de los cubanos no es nueva en esta Isla. Ya en el siglo XVIII, el Padre Félix Varela identifica en las “Cartas a Elpidio”, su obra cumbre de eticidad, tres males contra los que alerta y educa a “Elpidio”, símbolo de la juventud cubana. En la Segunda Carta, dedicada a la lucha contra la superstición, el Padre Varela expresa:
“¡Qué horrible me pareció en aquellos momentos el monstruo de la superstición! Ella ha separado a los hombres de su Dios y de sí mismo, ella ha acibarado el corazón humano; ella ha inquietado las familias, incendiado las ciudades, asolado las naciones y cubierto el orbe de víctimas de su crueldad. Apenas puede abrirse una página de la historia sin notar sus estragos. Ella ha hecho gemir al saber, gloriarse la impiedad, desmayar la energía, elevarse la impudencia, decaer la religión y erigirse la infame hipocresía.”
Es bueno destacar la gravísima valoración que hace Varela del fenómeno de la superstición en Cuba y los profundos daños que acarrea, sea en el plano personal como en la vida cívica: La separación de los hombres de Dios y de sí mismos, el daño a la familia, la violencia en las ciudades, la desolación en las naciones, el daño al saber, el crecimiento de la impiedad, la anemia de la voluntad personal y la anomia en el compromiso cívico, que Varela llama “desmayar la energía”, agregando la decadencia de la religión y el incremento de la hipocresía. Un verdadero desastre antropológico y cívico.
Propuestas
1. Cuba debe salvarse de la superstición y de su utilización perversa para dominar la inteligencia, los sentimientos y la voluntad de los cubanos. Es igualmente impresionante cómo esta deformación humana ha llegado también a la Diáspora cubana en todas las latitudes.
2. La propuesta y la herramienta fundamental para erradicar la superstición es la educación, la formación de las conciencias, el cultivo de la inteligencia emocional, el empoderamiento de la voluntad.
3. Las familias cubanas deben cuidar que no se transmita en el seno del hogar las prácticas supersticiosas de los mayores que los niños y adolescente copiarán, dañando así su propia personalidad y su conducta en la sociedad.
4. Los maestros y profesores deberían distinguir, muy cuidadosamente, entre la fe y la práctica religiosa, de la superstición en todas sus manifestaciones para ayudar a sacar a los estudiantes de las supercherías de esta última. Entre creencia religiosa y superstición puede haber una fina línea que no debería transgredirse para no violar el derecho a la libertad religiosa. La educación ética y cívica serviría para establecer esa distinción desde la escuela.
5. En las Iglesias se debería también brindar una sólida formación religiosa tanto para niños, adolescentes, jóvenes y adultos, con el fin de no provocar la confusión entre el culto religioso, y los ritos mágicos propios de la superstición. Se trata de ayudar a los creyentes a desincrustar de la fe, y de la práctica religiosa, aquellas falsas creencias e irracionales costumbres que desfiguran a la religión.
Cuba necesita sanarse de estas tres dolencias: el relativismo moral, el analfabetismo cívico y la superstición. Estas tres conforman, junto con otras, el síndrome del daño antropológico. Las tres debilitan al ser humano, deforman la vida ciudadana y son instrumentos de dominación en manos del poder.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
*Publicado originalmente en Convivencia.