El régimen se queda paulatinamente sin sobrios argumentos. El mareo que provoca en quien escucha su discurso cacofónico, no encuentra remedio eficaz entre peladas farmacopeas. Y le da alguna pataleta extra, de vez en cuando, pareciéndose muchísimo al estertor de un moribundo.
Le faltan municiones útiles en el tradicional frente de combate, y suenan a pirotecnia sus últimos cartuchitos. Porque el carísimo —y casi obsoleto— cachivache ideológico que no quiere morir, alentado por la égida derrochadora e improductiva de los Castro Ruz, no topa con tierra firme donde resembrar tan anodinas doctrinas.
La politiquería desmangada otra vez, para disfrazar el desprestigio creciente de los últimos cambios impuestos a la esfera económica y financiera del país —matriz de todo lo demás—, resulta en ninguna sorpresa, por ende, a cada ciudadano simple y cansado de inanes discursos, le huelga el disparate, mientras el Partido Comunista se queda sin apoyo público, como el rey del cuento, pero sigue dispuesto a convertir “cada revés en victoria”, como usualmente. Porque “siempre es 26”.
Sólo aquellos privilegiados —y protegidos— del poder absoluto, pueden continuar “creyendo” absolutamente en la “utopía” que ha terminado por ser —enteramente—contrarrevolucionaria. Porque no hay peor revolucionario que aquel que simula, durante demasiado tiempo, la extraña probabilidad de serlo.
Este 26 de julio no han faltado alardes ridículos en los medios extremos de propaganda oficial. La alharaca ha desbordado los contenes. Y los contenedores de basura.
Desde niños recitadores y manipulados bajo arias solemnes, con música grandiosa; entrevistas a “gente muy contenta” con las nuevas tiendas que venden en moneda libremente convertible (MLC) que nos han tocado; editoriales grandilocuentes y chocarreros; dianas trompeteras tras toques de clarinada mañanera, cual si fuéramos hatajo de huéspedes advenedizos en “El Hostal Mambisero” de “la ¿social? propiedad”; hasta un ordenado desfile por los pueblos intrínsecos —y resecos— del largo y verdísimo Caimán (en este caso, el mío: Caibarién, puerto de la provincia de Villa Clara, montados sobre un tractor estatal el colectivo movilizado tras los verdes dólares), de congas al estilo de esta que intitula el presente artículo, y a la que urgiría sin falta añadirle signos de interrogación: ¡“El Porvenir”!
En medio de la crisis más desesperante y desesperanzadora de los últimos años en Cuba, salir a gozar mientras se llora, prolonga el anciano anatema imperial de los romanos.
Hace justamente hoy 67 años, que los jóvenes militantes del Partido Ortodoxo decidieran asaltar el Cuartel Guillermo Moncada, en Santiago de Cuba, sin contar con el apoyo fundamentalmente capitalino del Partido Socialista Popular —comunista—, el que recibía mesada del régimen de anterior dictador: Fulgencio Batista.
De los 135 asaltantes, 53 murieron por diversas causas durante la jornada tiratiros, coincidiendo en número con el año mismo que transcurría el centenario del Apóstol, José Martí Pérez. Posteriormente, se añadirían 2 infelices que pasaban por ahí, los que también fueron torturados y masacrados sin ton ni son por los cuarteleros, quienes en algo asemejan todas las policías.
Puede uno imaginar la felicidad suprema que experimentan –desde entonces– las familias y los amigos de los héroes que arrojaron sus vidas al estercolero de la patria para salvar la de sus jefes extraviados en la ciudad primada donde se educaron, lo agradecidos que se sienten esos seres, cada vez que escuchan desgañitarse al latinoamericanista y pro-sureño grupo musical Mayohuacán en la Radio y la TV nacionales, con el premiado tema “El 26 es el día más alegre de la Historia”. Por lo mucho que de la sangre derramada —también seca y esfumada— habrá de carnaval-izarse, mientras dure la contemporánea pesadilla.
Encargo ese de la Junta Central de la Justa Planificación Socialista, quizá. O quimera del Departamento de Orientación Recontrarrevolucionaria del Comité Central del PCUS, tal vez. ¡Porque aquí no se hizo — ni se publicó— jamás declaración alguna de un miembro desatado del conjunto, de que tal aberración fuese obra de propia iniciativa!
Por lo tanto: seguimos en la obligatoria especulación. Por ignorantes.
Blanca como advocación de la Paz es la Bandera que desfila ahora por todo el pueblo. Incansablemente, desde el amanecer. Convocando a todos “los cubanos” a unirse. Nada dicen en sus letras tempestivas, sobre “los traidores y asesinos al servicio del imperio”. Y no hará falta insistir: El Exilio, como siempre, también en 26, nos salvará de la ruina. Y de la hambruna.
No se entiende, con los tambores y la bulla, si el motivo del convite lo es “en apoyo incondicional” a cada medida ilógica dictada ayer por el gobierno, las que prueban a reducirnos, aún más, como ciudadanos de cuarta categoría a algo inferior.
Porque al glorioso tercer mundo dejamos de pertenecer ya hace bastante. Y que venga, luego, el circo. Todo lo demás será el pan, pero por comer.