Las cosas no van bien para el Socialismo del Siglo XXI. Esa es otra mala noticia para Cuba. La estrategia contra Mauricio Claver-Carone, el electo presidente del BID, fue formulada por los experimentados operadores del Ministerio del Interior cubano, el tristemente famoso MININT. Querían castigarlo a cualquier costo.
Alberto Fernández, presidente de Argentina, y Andrés Manuel López Obrador –AMLO para sus amigos y enemigos-, el mandamás de México, se prestaron para ello. Quisieron dilatar la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para que no nombraran al cubanoamericano Mauricio Claver-Carone.
No pudieron. Como ambos tienen buena información, suministrada por sus embajadas y por el Minint cubano, pensaban que Joe Biden tenía unas magníficas posibilidades de ganar las elecciones del 3 de noviembre. “Muerto el perro (Trump), terminará la rabia washingtoniana pro Claver Carone”, solían decir los agentes sotto voce.
¿En qué se equivocaron? Sencillo: el circuito La Habana-Caracas-Managua carece de recursos (se los han robado todos) y Lula da Silva, Evo Morales y Rafael Correa, los apóstoles del “Socialismo del Siglo XXI”, han sido condenados por peculado y fraude. En el caso del boliviano, además, pende sobre Evo la fea acusación de pedofilia y estupro.
Es una corriente de pensamiento afortunadamente liquidada o muy débil. Gustavo Béliz, el economista argentino que Alberto Fernández se había sacado de la manga tras pedírselo La Habana por medio de Cristina F. Kirchner, ni siquiera tuvo el apoyo de los países del Mercosur. Brasil, Uruguay y Paraguay votaron a favor del cubanoamericano, no sólo porque era un buen abogado con experiencia en la banca internacional, sino porque les parecía ridículo el argumento de que “no era un latinoamericano”.
Era como oponerse a Luis Alberto Moreno, el anterior presidente del BID, porque había nacido y estudiado en Estados Unidos. O a Enrique Iglesias, un gran funcionario, porque nació en España (es asturiano) –también expresidente del BID- y ostentaba la doble nacionalidad (uruguaya y española). Circunstancia que le fue muy útil para ocuparse de las “Cumbres Iberoamericanas” cuando abandonó la presidencia del BID y se radicó en Madrid.
Lo asombroso es que cayeran en la trampa urdida por el Minint dos políticos experimentados como Patrick Leahy, senador de Vermont (un viejo conocido de los handlers cubanos, aunque él no lo sepa), y Josep Borrell, una especie de Ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, miembro prominente del PSOE, anticomunista y antinacionalista de la cuerda de Felipe González.
El Minint le disparó todo su arsenal a Claver-Carone. Primero, el senador Leahy, vicepresidente del “Comité de Asignaciones del Senado”, amenazó veladamente en oponerse a entregar los fondos de capitalización que presta Estados Unidos por medio del BID. No surtió efecto.
Después los operadores del siniestro organismo consiguieron que seis expresidentes iberoamericanos firmaran una carta feroz contra Claver-Carone, en la que se hablaba de la “dignidad” latinoamericana, supuestamente herida por ese nombramiento, y se pedía el aplazamiento hasta marzo de la selección del nuevo presidente del BID. Tampoco les hicieron caso.
Por último, lograron que Borrell que, por lo demás es un hombre sensato, involucrara a la Unión Europea -lo que no cayó nada bien en la Institución- en la estrategia para impedir que el cubanoamericano fuera elegido como presidente de la entidad clave en el desarrollo latinoamericano.
¿Por qué ese empeño del Minint en destruir a Claver-Carone? Porque no le perdonan que utilizara sus destrezas de abogado bancario para ayudar a localizar a los ladrones venezolanos de fondos públicos. O que siguiera la pista de las desvergüenzas de Odebrecht en media América, incluido el Puerto de Mariel, donde se robaron y repartieron 201 millones de dólares, más del 20% de la inversión brasileña desembolsada. Y, obviamente, porque lo señalan de ser el dedo acusador detrás de la cascada de sanciones que les han caído a numerosos pillos latinoamericanos.
Afortunadamente, si las elecciones las ganan los demócratas de Biden, como provisionalmente apuntan las encuestas, van a continuar las sanciones. Es, como se supone que sea la política exterior: una estrategia bipartidista. No debe olvidarse que el 9 de marzo de 2015, el presidente Barack Obama comenzó la era de las sanciones cuando les revocó la visa a siete funcionarios venezolanos cercanos a Maduro.
En esa oportunidad Obama declaró que Venezuela era una “amenaza inusual”, sin advertir la incongruencia de, simultáneamente, restablecer relaciones con Cuba, que era el poder detrás del trono. Venezuela sigue siendo una amenaza inusual no sólo para Estados Unidos sino para sus vecinos latinoamericanos, como no se cansan de denunciar los congresistas demócratas y republicanos del sur de la Florida. Continuará, pues, el acoso.