Los retrocesos de Cuba

Los planes de la "Revolución" para dar comida a los cubanos jamás dieron frutos —nunca mejor dicho—, pero el régimen se empecina en celebrarlos cada vez que tiene oportunidad
Los planes gubernamentales para dar comida a los cubanos nunca funcionan
 

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Desde que el desaparecido Fidel Castro “inventó” las UBPC en los calamitosos 90s, las apodadas también apodadas “Última Barbaridad del Presidente C” debido a su ineficiencia, el devenir de la agricultura ha sido un cambio tentativo tras otro, pero al cabo igual de desastroso.

El desastre administrativo no recicla sus enseñanzas, sino que se esfuerza en demostrar lo indemostrable. Inventariar ahora toda la sarta de sandeces, improvisaciones y decisiones erráticas que han dado al traste con la agricultura insular en los últimos años “de independencia pos soviética”, sería una tarea ardua.

Eso sí, las consecuencias no han dañado tanto a quienes urdieron aquellas prácticas como a quienes trocaron en sacrificios personales el vacío de sus mesas. No es nada nuevo, pero los gobernantes nuestros creen —y hacen creer con sus desplantes (des)informativos— que recién descubren el agua tibia. 

Se intuye que se trata de mensajes dirigidos a “las nuevas generaciones” cuando el diario primero de la República suelta que “José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Comité Central del Partido, instó a estimular el uso de bioplaguicidas y, en tal sentido, potenciar el trabajo de los llamados Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE). 

Los laboratorios que a esos fines fueron creados, terminaron por cocer galletas privadas durante años en sus bajos hornos, a falta de materias primas e incentivos salariales para el personal calificadísimo al que confinaron dentro.

Asegurar que “gracias a la aplicación de la ciencia y la técnica cada vez son más los adeptos al uso de esos medios, mucho más asequibles y sin una dependencia del mercado externo”, insinúa que la invención de la biotecnología es cosa nueva, dicho con sutileza.

Resulta no menos curioso que en un mismo día de alegatos agrícolas, fitosanitarios y sinrazón, justo cuando el público reacciona a los pronunciamientos de Miguel Díaz-Canel sobre la limonada y el guarapo, el órgano oficial del Partido suscriba que “uno escribe la historia de hombres y mujeres ocupados en el cultivo de los frutos que necesitarán otros, porque en La Cuba también se piensa como país, aunque el sol agriete los suelos y raje las piedras”, dándole un tono lúgubre al entusiasmo iniciático de tan insolidarias cooperativas.

Todo lo anterior dicho a propósito de otro artículo sobre los nobles campos de Cuba, aparecido en el “legendario” diario Granma, al que Ortelio González Martínez ha puesto lirica —clamando por enésima vez “hasta la victoria final”.

Porque para fusionar esta jornada de sempiternos retoños granmenses, se cumplen 33 años de creado el Plan Turquino —¡obra inmarcesible del Supremo!— que resultara después extensible a cualquier región con lomitas en tan aplanado país.

Porque provistos ya los jolongos del oloroso café sobre burros, le anexaron un mantecoso manatí al novedoso Plan, atenazados de pánico con los arrozales de la ciénaga irredenta que el yerto grande —en pos de cierta turba exportable— quiso un día desecar.

Pues de inmediato, como en el cuento de Félix Pita Rodríguez, “La guardarraya”, se nos “encendiera la imaginación como un farol de guardavías…” allí, donde las regiones montañosas “disfrutan hoy de las conquistas sociales de la Revolución y se integran a la batalla económica del país desde la producción cafetalera, cacaotera, apícola, forestal, de frutales, plantas medicinales y flores, así como de équidos y otros renglones agropecuarios”.

Y para colofón de medidas que incentiven la anhelada productividad mediante la coa-acción, en pleno llano-llano o moñuda-montaña, rematar: “Brindar apoyo a las tareas de la defensa y el orden interior; así como controlar el cumplimiento de las acciones para la prevención y enfrentamiento al delito, las ilegalidades y las indisciplinas sociales”.

Escrito por Pedro Manuel González Reinoso

(Caibarién, Las Villas, 1959) Escritor Independiente. Economista (1977), traductor de lenguas inglesa y francesa (1980-86). Actor y Peluquero empírico. Fundador de ¡El Mejunje!, Santa Clara (1993) donde nació a Roxana Rojo. Trabajos suyos incluyen poesía, artículos, ensayos. Su personaje aparece en varios documentales del patio: "Mascaras" y "Villa Rosa" (Lázaro Jesús González, 2015-16), "Los rusos en Cuba" (Enrique Colina-2009). Fue finalista del Premio Hypermedia de Reportajes en 2015.

 

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