La visita de la Escuela de Frankfurt a Cuba

Tal vez pocos lo conozcan, porque no ha quedado recogido en libros ni periódicos, pero los teóricos de la afamada Escuela de Frankfurt estuvieron muy cerca de visitar Cuba...
Max Horkheimer y Theodor Adorno
 

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Tal vez pocos lo conozcan, porque no ha quedado recogido en libros ni periódicos, pero los teóricos de la afamada Escuela de Frankfurt estuvieron muy cerca de visitar Cuba. Y cuando hablo de los teóricos de Frankfurt, no me refiero a autores de segunda línea, ni a alumnos de los alumnos. No. A la crema de la crema. Los mismísimos Max Horkheimer y Theodor W. Adorno.

Para quien no sepa, la Escuela de Frankfurt, cuyo nombre oficial fue Instituto de Investigación Social, constituyó uno de los movimientos intelectuales más influyentes del pasado siglo para las Ciencias Sociales occidentales en general. Con la llegada al poder de Hitler, la escuela fue cerrada por sus concepciones marxistas y por el origen judío de muchos de sus miembros, lo cual obligó a que varios de ellos emigraran a Estados Unidos donde desarrollaron una parte importante de su producción intelectual.

Conocidos conceptos como razón instrumental, industria cultural y aura fueron desarrollados por autores de esta escuela. Sus críticas al Positivismo, al Marxismo y a la Sociología Funcionalista marcaron importantes desarrollos epistemológicos y teóricos en su momento.

Con este palmarés es entendible que a menudo se realicen en diferentes lugares del mundo, encuentros académicos dedicados al análisis de los aportes de los teóricos de Frankfurt. Por ello, un profesor de periodismo de la Universidad de Camagüey —presionado por la burocracia que exigía la organización de un evento para la evaluación del departamento— pensó en organizar un simposio que, aprovechando un aniversario cerrado de la fundación de la escuela, le rindiera homenaje.

La idea fue presentada en un Consejo Científico. Algo sencillo: una conferencia de apertura de un profesor de Filosofía, dos paneles con ponencias de estudiantes de la carrera sobre la obra de Adorno, Horkheimer, Marcuse, Benjamin, intercambios al cierre de cada mesa, unos bocaditos y san se acabó. Todo el mundo feliz. Algo sencillo, sin muchas pretensiones.

Pero… en la tierra de la siguaraya, donde todo tiene que ser lo mejor y lo más grande, en el país que en diez años sería el más culto del mundo, no puede hacerse nada de forma tan intrascendente.
Como tocado por la estrella que ilumina y mata e insuflado por el espíritu del Megalómano Mayor, se paró un alto funcionario de la facultad, se acomodó la entrepierna con la mano —izquierda, por supuesto— y como quien vislumbra el nacimiento de un mundo dijo:

—Esa idea está excelente. Pero ahora no la podemos hacer. Vamos a prepararla bien y presentarla el año que viene como un evento internacional, con todos los hierros. Pedimos financiamiento, hacemos las coordinaciones necesarias, buscamos el apoyo de los “factores” …

—Pero profesor —interrumpió el joven, que ya sabía lo que venía— es mejor pensar en algo menos ambicioso, somos una facultad pequeña…

—No, no, no. ¿Por qué no lo vamos a hacer? Las cosas sí se van a hacer, se hacen bien o no se hacen. Con el financiamiento sacamos con tiempo pasajes de avión por Iberia, reservamos un buen hotel e invitamos a que vengan el Adorno y Horkheimer esos que dijiste.

Y aquello fue el acabose.

Faltó precisar al principio de la historia que la Escuela de Frankfurt se fundó en 1923 y que el profesor de este cuento pensó organizar el evento por los 90 años de la creación de esta institución. A las alturas de 2013, cuando fue celebrado aquel Consejo Científico en una facultad de la Universidad de Camagüey, ya Adorno y Horkheimer eran clásicos de las Ciencias Sociales y sus nombres más que comunes para cualquier estudiante de Periodismo, Filosofía, Sociología, Comunicación Social. Pero, además, ambos llevaban cuatro décadas muertos. Requetemuertos, podría decirse.

No obstante, un día tropical de primavera, casi los montan en un avión de Iberia (vaya usted a saber por qué esa aerolínea en específico) y los traen a un evento sobre ellos mismos a esta bella Isla del Caribe. Un país en el que los cargos se ocupan más por “confiable” que por capaz y donde las cosas, si se van a hacer… se hacen bien o no se hacen. Así vamos.

Escrito por Gallego

Camagüey, 1986. Periodista. Doctor en Comunicación por la Universidad Iberoamericana en México.

 

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