Cuba: una fosa a punto de desbordarse

Cuba está llena de fosas. Desbordada. Las fosas se cuelan por debajo de las casas. Atraviesan las calles. Se adueñan del barrio. Forman un océano de desechos al que uno se acostumbra
Aguas albañales. /Foto: ADN CUBA
 

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Cuba está llena de fosas. Desbordada. Las fosas se cuelan por debajo de las casas. Atraviesan las calles. Se adueñan del barrio. Forman un océano de desechos al que uno se acostumbra. Las fosas inundan las entradas, plantan bandera en los portales, en los patios donde juegan los niños, en los canteros para sembrar cilantro. En las alfombras que dicen Welcome.

La fosa se convierte en un inquilino más, apestado, que nadie quiere, pero que hay que soportar porque no hay manera de quitárselo de encima. Uno puede vivir en una casa lujosa, cinco cuartos, microondas, porcelana del siglo XVI, toallas rojas, que si en elbarrio hay una fosa, uno es un desahuciado más.

Las fosas en Cuba son un problema serio. Por más que las brigadas de saneamiento hagan su trabajo, la fosa vuelve. Se cuela por los tragantes, el fregadero, la taza de baño. Se sienta a comer con el cubano en la mesa. Y es muy difícil de eliminar, porque el problema es estructural.

Cuando es el Estado quien construye la vivienda, que no es una, sino varias, por lo general construyen una sola fosa para todo el barrio, y eso es un gran problema porque nunca se calcula cuántos desechos cabrán en dicho espacio, y sobre todo, cuantos años pasarán antes de que el problema estalle.

 

 

Entonces pasan quince, veinte años, y la fosa se desborda. Se convierte en una Tsunami que sube por los tragantes de cada una de las casas, para recordarles a los inquilinos que solo estaba durmiendo la siesta. Y de paso inhabilita espacios de la casa, incluso baños donde no se pueden abrir las llaves porque en vez de salir agua, lo que sale es fosa maloliente y podrida volviendo la vida del cubano más miserable de lo que ya es. Justo así, sucedió en el barrio de las Casitas Nuevas, en Jaimanitas, donde sus vecinos estuvieron lidiando durante años con una fosa que llegó a su tope y convirtió aquello en una ciénaga fétida donde se perdían los balones de futbol cada vez que le caía uno dentro.

Y no fue la labor de Aguas de la Habana quien resolvió el problema, ni el Delegado, no. Fueron los propios vecinos quienes con sus esfuerzos y recursos, lograron pagar para que pavimentaran la fosa y de paso la clausuraran, cuenta uno de ellos a ADN CUBA.

Y ese es un fenómeno que se repite por todas partes, porque viene atado al problema de la vivienda. El cubano construye como puede. No puede expandirse hacia arriba, pero si hacia los costados. Hace lo que está en sus manos, que no es mucho.

Pero ponerse a esperar una respuesta de las autoridades de la Vivienda es peor, porque el país siempre está en crisis. Así que el cubano toma el asunto con seriedad y construye lo que puede, y por más que lo evite, la fosa está ahí, escondida, esperando la primera oportunidad para inundarle la casita con mal olor y enfermedades con peligro para la vida.

Y todos los cubanos, de una forma u otra, duermen sobre ellas, porque cuando llueve, la falta de drenaje y alcantarillados, vuelven las calles de la ciudad (Cárdenas, en Matanzas, por ejemplo) de un color verdoso, puro moho, que se hace difícil mirar, y olerlo ni hablar. Esa peste se cuela por las ventanas, y no deja a uno comer, respirar, o ver la televisión tranquilamente.

Así, poco a poco, las fosas se reproducen y se van apoderando de la casa, del barrio, de la ciudad, del país, al punto de convertirlo en una única fosa a punto de desbordarse. Este es un problema de años que no ha podido ser corregido, y que seguirá en aumento hasta que las autoridades pertinentes tomen cartas en el asunto, por el bien de la salud pública nacional.


*Este es un artículo de opinión. Los criterios que contiene son responsabilidad de su autor, y no representan necesariamente la opinión editorial de ADN CUBA.

Escrito por Ariel Maceo Téllez

 

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