Cada día es una sorpresa. Los cubanos de la isla comienzan a tararear, entre dientes, casi en un susurro, aquel antiguo son de la mujer que cortaba leña: “¿Dónde está la Ma Teodora? Rajando la leña está/ ¿Dónde está que no la veo?/ Rajando la leña está”.
La noticia, como todas las noticias de la Cuba actual, es tétrica: “El Gobierno cubano racionó la venta de cilindros de gas licuado, uno de los principales combustibles que usan las familias cubanas para cocinar, dilatando aún más el ciclo en que los hogares pueden adquirirlo”.
Como se dice en la calle “no escampa”. Cada medida es peor que la anterior. Cada decisión asusta más y el cubano de a pie no sabe ya cómo ajustarse más el cinto, si ya todos son huecos. No hay luz, no hay agua, no hay gas. Se desea que todo se resolviera con un pedido a los Santos, con un conjuro, rezando aquello de “pon tu pensamiento en mí y la mano sobre el radio”, decía hace ya miles de años Clavelito. Pero no hay electricidad y la radio no funciona. Y las pilas hay que reservarlas para tiempos peores. ¿Y los habrá peores?
De hornillas eléctricas, ni hablar, así que las familias más necesitadas volverán a sufrir para cocinar los alimentos, a menos que el gobierno reparta pipas de potaje o sopa por los barrios. Claro que solamente podrán acceder a ello los revolucionarios, certificados y con diploma, y pudiera surgir de esto una nueva consigna: “El potaje es para los revolucionarios”.
Otra iniciativa sería la apertura de grandes comedores populares donde se cocine para la población. Pero la población siempre ha estado ajena a lo que se cocina, y los que mandan no van a comenzar a compartir ahora sus secretos.
Ya veo al libelo partidista, al Granma, publicando en portada modos efectivos de cocinar con leña, aunque ahora mismo, en este justo instante, quien reparte más leña es la policía, esos socotrocos uniformados y prepotentes.
Pero hay otras leñas reales, y el periódico podría educar al pueblo explicando cómo lo hacían los indocubanos, porque a lo mejor los taínos hacían un fuego distinto a los siboneyes, esos indios tan creídos desde que Lecuona les hiciera una canción. Tal vez se podría cocinar con marabú, jutía o cocodrilo, para hacer divertido este retroceso histórico en la sociedad. Lo malo es que luego la gente querrá dibujar en las paredes y la policía volverá a repartir leña porque no saben qué significan esos circulitos y esos jeroglíficos, a pesar de que su cerebro está amoldado a lo absurdo.
Lea también
Si la clase gobernante, que no enseña pero es realmente una clase, para no admitir que es una casta, de verdad amara a los cubanos a quienes manda y mantiene como rehenes, el partido decretaría que cada dirigente, a cualquier nivel: nacional, provincial y municipal, se llevara a comer a sus casas a un número de habitantes de las zonas más afectadas por la falta de gas para cocinar.
Ni los que mandan quieren al pueblo ni el pueblo los quiere a ellos a esta altura. Solamente algunos masoquistas, víctimas del síndrome de Estocolmo, agradecen a esos sinvergüenzas que hayan destruido la nación desde sus mismos cimientos y hayan convertido a la isla de Cuba en una pordiosera, de la que se han ido o quieren marcharse sus hijos.
Es como una premonición de Gustavo Adolfo Bécquer: “Volverán las oscuras golondrinas/ de tu balcón sus nidos a colgar”, sólo que esta vez serán otras aves, grandes y prietas, las auras tiñosas, que son las que se huelen la carroña que reparte el gobierno cubano con cada nueva medida.
Al final, en la miseria real y la otra más dañina, la mental, que ha provocado eso que todavía algunos ilusos llaman “la revolución cubana”, alguien convertirá la falta de gas en costumbre y el cocinar con leña en tradición. Y caerá el turismo para ver cómo “los nuevos mambises” preparan sus alimentos para emprender otra carga al machete contra el enemigo imperialista.
Y al fondo de todo, muy bajito, la Ma Teodora seguirá rajando leña hasta que ya no haya bosque.
*Este es un artículo de opinión. Los criterios que contiene son responsabilidad exclusiva de su autor, y no representan necesariamente la opinión editorial de ADN CUBA.