Lidia es la única monja en toda Latinoamérica que ostenta el grado de Doctora en Ciencias Médicas. “Eso se lo tengo que agradecer a Dios, que me ha iluminado y me ha dado sabiduría para poder llevar a cabo mi profesión, sin descuidar el ser monja también”.
Nació en el municipio de Cruces, Cienfuegos, el 2 de noviembre de 1945. Cuando era niña huyó al Convento de las Carmelitas Descalzas, ubicado en el Vedado capitalino, donde, según dice, vivió los años más felices de su vida. Pero todo comenzó a derrumbarse cuando comenzó a presentar problemas de salud y tuvo que regresar nuevamente a Cienfuegos.
“La idea de ser monja nunca se me quitó de la cabeza. Tiempo más tarde ingresé en la Congregación Hijas Mínimas de María Inmaculada, radicada en México, donde está la Casa Madre”.
“Mis estudios religiosos los comencé a la par de mis estudios de medicina, lo cual es algo que desde siempre me ha apasionado y además tiene que ver, porque el carisma de las Mínimas es el cuidado de enfermos y yo quería ser monja y doctora”, cuenta entre risas.
Hace algunos años que la Congregación le dio permiso para poder ejercer la medicina, seguir siendo monja y utilizar el hábito religioso solamente en fiestas de la Iglesia.
Se llama Permiso de Ausencia y lo otorga el Vaticano para que el religioso pueda ejercer su carrera, pero siga siendo una persona con votos perpetuos.
Lidia siempre se ve por el pueblo con bolsa en mano, resolviendo los problemas y necesidades de su convento. Tiene un carácter afable y se ríe con facilidad y una forma muy peculiar de hablar y comunicarse con las personas que la saludan con cariño.
A Lidia se la ve cogiendo botella en la carretera de lunes a viernes para ir a su centro de trabajo, el Hospital Provincial de Cienfuegos Gustavo Alderegía Lima, donde atiende a decenas de mujeres aquejadas con cáncer de mama o que están bajo sospecha de tener la enfermedad.
“A veces tenemos problemas para poder ejercer la medicina como se debe. Pero mi deber como ser humano es servir a Dios, para así poder brindarle todo mi amor a los enfermos”.
Dirige en Cienfuegos el Grupo de Mastología del programa nacional de detección del cáncer de mama, una dolencia que afecta un alto por ciento de las mujeres en Cuba. Entre sus reconocimientos sobresalen el ser Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Cirugía, Medalla por el aniversario 80 aniversario de la sociedad Cubana de Cirugía y reconocimientos por aportes relevantes a la medicina en América.
“Creo que mi profesión de doctora y cirujana no hubieran sucedido si no tuviera fe y ánimo de seguir adelante. Tuve que llevar los dos estudios, los de religiosa y los de medicina”.
Según ella misma, no podría prescindir de ninguna de las dos profesiones, “las dos nacieron conmigo y las dos morirán conmigo, a Dios gracias”.