Un reportaje sobre la fábrica de conservas Yara, publicado en Cuba, revela sin querer el verdadero desastre de la industria ligera cubana, afectada por todo tipo de problemas y escaseces, desconocidas en otros países.
Por lo regular la empresa ubicada en la provincia Granma no tiene los envases para guardar la pasta de tomate, su principal producto, y las mermeladas y compotas, otras de sus ocupaciones, informó Carlos Guibert de los Ángeles Hechavarría, jefe de la instalación.
La producción comienza a las 3 de la mañana y termina a las 11, porque el mediodía es la época del día de mayor demanda energética y hay que ahorrar electricidad a causa del “bloqueo de Estados Unidos”, agregó el texto del diario local La Demajagua.
Hace poco se recibieron 60 toneladas de pulpa de tomate, suficientes para mantener la producción hasta enero. Pero a partir de entonces no se sabe… La pulpa guardada en frigorífico para mermelada y compota dará ocupación a los trabajadores hasta que llegue otro cargamento de tomate.
“Llevamos tres meses sin cumplir el plan de producción, fundamentalmente por déficit de envases metálicos y plásticos, y escasez de combustible, pero estamos trabajando y tratando de sacar el máximo a lo que tenemos”, agregó Guibert de los Ángeles.
La mayor parte de los equipos tienen cerca de 50 años de explotación, por lo que en el mundo ya no se producen piezas de repuesto. Si están activos es gracias al cuidado de sus operadores y la creatividad de los integrantes de la Asociación de Innovadores y Racionalizadores.
En Cuba hay escasez de puré de tomate, un ingrediente vital de la cocina isleña. Cuando abrieron la tienda en divisas en Holguín, llena de brillantes equipos electrodomésticos, la gente le dio de lado y se fue a hacer fila a “La Hogareña”, un establecimiento sin tanto lujo pero en el que ese mismo día apareció un ave de pazo: el puré de tomate.
Entre empujones y pleitos, los holguineros trataron de adquirir latas de salsa de tomate y pasta de tomate. Muchos en la cola eran los llamados “acaparadores”, que compran el producto en cantidades para después revenderlo, un fenómeno característico del desabastecimiento comercial.
Escenas similares se repiten en muchos puntos del país cuando, de súbito, aparecen productos como el papel sanitario o el desodorante, y la habladuría popular extiende el rumor entre los ciudadanos.