A Odeimis Chirino la sacaron a la fuerza de su casa en la barriada de Santa Fe, en Playa, donde vive con su familia desde hace décadas. Su vivienda había sido confiscada en 2017 por presunto tráfico de marihuana por el cual fue sancionado su hijo mayor.
Entraron a la casa a empujones, dando patadas y gritando, como si adentro vivieran prófugos de la justicia. Odeimis pidió tiempo para vestirse pero no le hicieron caso. La golpearon a ella y su esposo y dijeron que tenía que irse a un albergue.
Entre los funcionarios de Vivienda que acompañaron a la policía en el desalojo, había uno borracho, según dijo Odeimis a Cubanet.
“Ese hombre llegó borracho, eso es una falta de respeto porque hasta para hacer un desalojo, porque eso fue un desalojo, traen gente borracha. Todos los oficiales de la policía, cuando terminaron de desalojarme, se sentaron en el muro riéndose, como si lo que hicieron fuera una fiesta. Fue una burla”, declaró.
Cabrera agrega que el albergue que le otorgaron las autoridades está en malas condiciones; ella padece de artritis reumatoide. “Eso tiene condiciones pésimas, es una ratonera, me han quitado mi casa y ni tan siquiera me han dado un apartamento, me han dado una ratonera, me metieron en una cueva”.
Los vecinos testifican que su casa nunca fue utilizada para vender drogas. El hijo mayor sí lo hacía, pero fuera del inmueble. Su casa se la decomisaron incluso antes de que probaran que su hijo mayor se dedicaba a eso.
Odaimis está convencida de que hay corrupción detrás de todo este viacrucis.
Apenas fue desalojada, las autoridades trajeron a otra familia para residir en la vivienda a la cual instalaron en la planta baja de la misma.
Una de las vecinas, Cándida Alfonso, contó su experiencia del desalojo: “yo no quisiera acordarme de eso, ella gritaba y gritaba y la policía no dejaba entrar a nadie. Yo tengo 74 años y nunca en mi vida pensé que vería algo así, con esa agresividad, esa violencia, porque al no dejar pasar a donde estaba ella, que estaba con una crisis, para mí es violencia’’.
“La sacan a empujones de su casa, llorando, y el mismo día traen a otra gente y la meten en su casa, eso es una burla”, comentó Raúl Cabrera, también residente en la zona.