Las madres cubanas son quienes más han sufrido durante la pandemia, pero también son ellas las que más han denunciado en redes las situaciones que viven y las desatenciones y atropellos del régimen.
Esta vez circula en redes un video de una cubana que no teme, pese a las altas multas que impone la dictadura a quienes asumen su derecho a la crítica en las redes sociales, mostrar su casa, el congelador donde solo habita una bolsa de yogurt de soya y contarnos todo lo que atraviesa después que comenzó la cuarentena.
Ella tiene tres hijos, uno de ellos preso en la capital de Villa Clara. “Hoy los vecinos me ayudaron, porque no he podido mandarle nada a mi hijo. Ellos me ayudaron con algunas cositas y fui a la sexta unidad para que se me ayudara para que se las llevaran y me lo negaron. Me dijeron que pagara un taxi. Yo trabajo particular vendiendo flores, no trabajo desde la epidemia. Yo estoy viviendo con lo poquito que me dan los vecinos”, confiesa llorando.
“Aquí no viene nadie a decirme qué te hace falta y en que te pudo ayudar. No me ayudaron a llevarle las cositas a mi niño”, cuenta esta mujer que sufre el desamparo de las autoridades.
Las condiciones de la vivienda son deplorables: el último cuarto está a medio construir, le falta el techo y una pared, mientras que las otras paredes de la casa se encuentran sin repello. Ella explica que no tiene comida y las imágenes del refrigerador vacío, solo con pomos de agua y algunos huevos. Esta realidad se multiplica en muchos hogares cubanos lo que no siempre sale a la luz.
Otro de sus hijos fue golpeado por los policías de la Sexta Unidad, y la quejas de ella sobre este asunto no procedieron. El abuso policial no solo acontece en Estados Unidos, en Cuba las muestras están ahí, pero son silenciadas la mayor parte del tiempo como si los represores del régimen gozaran de impunidad.
Actualmente debe dos mil 500 pesos de multa que le impusieron por vender flores y mil por la fianza de su segundo hijo, el dinero se lo debe también a sus vecinos.
“Y dice Díaz Canel que el limón y eso. Yo con el hambre que tengo me tomo una limonada y cuando vienes a ver me caigo con una hipoglicemia en la calle y después qué, quién me cría a mis hijos y me atiende al que está preso en Santa Clara”.
Ella no es la única que en los últimos días expresa su descontento. A raíz de la propagación de la COVID-19 en la Isla la situación se ha tensado; la escasez y la miseria se erigen como protagónicos en esta etapa.
Casos similares pueblan la Isla, otro ejemplo es Yelena, madre de dos hijos, uno de ellos padece de osteoporosis crónica generalizada. Su casa se inunda de aguas albañales y ella teme por la salud de sus hijos menores de edad. Yelena se gana la vida como costurera, una profesión que no trae muchas ganancias al hogar de una madre soltera. Las autoridades no hacen nada ante los reclamos que desde hace años viene haciendo.
Esta semana otra mujer de Santiago de Cuba se quejaba de llevar cinco meses sin electricidad en su vivienda. Daniuska Isaacs Sánchez es madre de tres niños y también ha explicado su caso ante las instituciones competentes, las cuales no se han pronunciado al respecto.