La calle Línea, con apenas tres kilómetros de largo, marca el origen de la popular barriada del Vedado, cuando a finales del siglo XIX su trazado urbanístico se inició en los terrenos de El Carmelo y tomó como eje referencial el curso de los raíles tranviarios de tracción animal que conectaba a sus vecinos y la guarnición del castillo de la Chorrera con la ciudad.
Con los booms económicos, la barriada creció y se modernizó, al tiempo que la artería matriz fue bautizada y renombrada oficialmente con los nombres de Woodrow Wilson y general Batista, hasta enero de 1959, fecha en que recuperó su nombre más popular, o mejor dicho, el que nunca perdió. Pues los vecinos continuaron llamándole “Línea”.
En Huracán sobre el azúcar, una crónica de Jean Paul Sartre sobre su visita a la isla en 1960, el autor confirmó que la clase media cubana fue la principal inversora de los edificios más altos y modernos construidos en el Vedado, un gran progreso, según su perspectiva. Sin embargo, los apasionados líderes uniformados de verde olivo intentaron empañarle el parabrisas al ilustre visitante, “aseverándole” que las razones principales de la revolución eran económicas, pues trataban de imponerle a EE.UU. un comercio más equitativo.
Sesenta años después, las relaciones económicas y políticas con el vecino norteño son un desastre. La clase media fue borrada de la faz nacional y los militares, quienes controlan el 80% de la economía, son los únicos con poder económico para invertir. Las finanzas controladas por el consorcio militar GAESA, cubre el autoconsumo de las instituciones armadas y la infraestructura turística de su propiedad.
Pero la Habana, uno de los principales polos turísticos de la isla, no ofrece atractivos deslumbrantes. El Centro histórico, digamos que el sector de la ciudad maquillado para tales propósitos, resulta insuficiente para la industria del ocio, quedando pendiente de explotar la otra Habana: la oscura, la hedionda, la destruida, cuyas heridas sólo pueden ser atendidas por los inversores foráneos.
En diciembre del 2018 fue rubricado un acuerdo entre el gobierno de La Habana y la Unión Europea (UE), que asignó los primeros 1,5 millones de euros, de un total de 15, para dinamizar el proyecto “Corredor cultural calle Línea”, el cual supuestamente beneficiará en los próximos tres años a más de 46 mil residentes.
Los “suertudos” comparten vecindad con las salas teatrales el Ciervo Encantado, Trianón, Mella; Raquel Revuelta, Hubert de Blanc, la Casona de Línea, Adolfo Llauradó, el Complejo Cultural Bertold Brech, Fábrica de Arte, librería el Ateneo, la casa de la cultura de Plaza, la sede de Acosta Danza, la casa del ALBA cultural y la Galería Habana.
Irrumpen los marcadores
La arquitecta Vilma Bartolomé, líder del Proyecto Espacios, fue la elegida para materializar “el sueño del Broadway habanero”. Y, tras la celebración de la XIII bienal de la Habana en los meses de abril y mayo del 2019, se instalaron marcadores a lo largo del vial, (confeccionados con chapas de acero pintadas de rojo y ancladas a la acera), con el objetivo de señalar los primeros 11 proyectos de un total de 72 que serán acometidos con carácter “netamente social”.
Este plan catalogado por los ejecutores como un proyecto de “acupuntura urbana”, en realidad obedece a un tratamiento para aliviar las angustias causadas por el abandono gubernamental. Asimismo, el primer desembolso de los 15 millones donados por la UE será destinado a la sustitución del mobiliario urbano, el rescate de los parques, los arbolados, centros culturales, gastronómicos, peluquerías, bodegas, farmacias y áreas deportivas, a las cuales “les proveerán valores estéticos elevados”, según apunta la proyectista general.
El grueso de las construcciones se concentró en la barriada de El Carmelo, la más antigua e histórica del corredor. Allí, el antiguo paradero del Havana Electric Railway (compañía de tranvías), será convertido en un monumental Centro Cultural.
Varias gigantografías muestran el plan general del proyecto con vistas interiores y elevaciones por las calles Línea, 18, 11 y 20. Adentro y afuera, un reducido grupo de operarios de la Factoría Espacios realizan labores de herrería y albañilería. En los exteriores una treintena de losas spiroll (de hormigón armado) esperan sustituir los techos demolidos.
A las paredes de la nave principal les fueron retirados los revoques, dejando al desnudo los ladrillos que, en combinación con las instalaciones expuestas y las nuevas tecnologías, proporcionan una estética de diseño puesta de moda y empleada con éxito en otras inversiones.
Las techumbres son de cubierta ligera con lucernarios alternos. El uso de acero estructural, predomina en todos los accesos, escaleras y ventanas. En resumen, el proyecto es formidable y concebido para una ejecución rápida, pero sólo avanzó un discreto 30%.
La nave servirá de sede al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), una asociación de artesanos y artistas multidisciplinaria y de carácter nómada, que desde su fundación no dispone de lugar fijo para sus exposiciones y ventas de productos.
Al mismo tiempo, en la farmacia de Línea y 14 comenzaron a remodelar sus interiores, hasta que se detuvieron los trabajos. Lo mismo sucedió en el área deportiva de la esquina de Línea y 12, donde levantaron una suerte de graderío; luego echaron hormigón en las bases para aparatos de ejercitación y dejaron a medio terminar una escalera. Días después, reiniciaron los trabajos y comenzaron el montaje de una cerca perimetral de acero reforzado (parecida al muro de Trump en pequeña escala).
El resto de la zafra
En una galería, sita en la calle 26 entre 21 y 19, en el Vedado, se expone la muestra oficial: “Soñar La Habana”, donde podríamos obtener más información sobre los bocetos del corredor cultural, pues también sirve de sede al Proyecto Espacios, pero el sitio permanece cerrado al público en el horario establecido para su apertura: 9:00 a.m. a 12:00 p.m.
Insistimos por vía telefónica, pero no logramos hacer contacto; entonces visitamos su página web, donde por fortuna aparecieron 16 proyectos vinculados al corredor cultural.
Resulta insólito que la estancia de la familia Muñoz Sañuda o “la Casa de los Loynaz”—como le llaman popularmente—, cuyo frontis asoma por la calle Línea entre 14 y 16, no haya sido incluida en los proyectos, amén de ser Monumento Nacional con grado de protección Nº 1.
Lo único que se opone al borrado histórico de este sitio abandonado a su suerte es una tarja dedicada a Dulce María y su novela Jardín, develada en febrero del 2018 por un grupo de alumnos y profesores de la primera maestría en dirección escénica del Instituto Superior de Arte (ISA), que en sus áreas interpretaron un performance titulado Somos la casa.
En la esquina, los ancianos que en las tardes se sientan a hacer tertulias declaran ser testigos del abandono, invasión y saqueo del inmueble. Aseguran que “los extranjeros sólo preguntan por Fábrica de Arte y la Casa de los Loynaz” cuando pasan. “Lo inexplicable—opina uno de ellos— es que con tanta destrucción, derrochen recursos para embellecer farmacias sin medicina; bodegas y carnicerías para víveres racionados y hagan gimnasios para gente fuera de plato. Todo un bochinche”.
Igual, hay escepticismo. Todos, perdieron las esperanzas de que terminen lo empezado. “En Cuba, las zafras son inconclusas”, apuntó otro.