Caimanera, cárcel de aburrimiento y miseria

En Caimanera faltan los artículos sanitarios, escasea la comida, no hay diversión, el transporte no funciona y para colmo, la Seguridad y la Policía lo vigilan todo. Dicen los dirigentes que el pueblo marcha bien...
 

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Caimanera es un municipio distante en la geografía cubana, ubicado a 30 minutos de la capital provincial de Guantánamo, región más oriental del país. En su interior alberga dos zonas bautizadas por el gobierno de la Isla como “especiales” por la proximidad con la Base Naval estadounidense en esa región: Boquerón y Caimanera.

Este último poblado, nombrado por las autoridades cubanas como la primera trinchera antimperialista en su afán de politizar cada término para perpetuar el supuesto ideal socialista, se sitúa a solo cinco kilómetros de la Base Naval perteneciente a Estados Unidos desde 1903.

“La vida en Caimanera es compleja. Ningún cubano de otra provincia puede visitarnos sin antes pedir permiso a las autoridades y justificar exhaustivamente el motivo de su viaje. Además, las regulaciones jurídicas especiales nos obligan a sentirnos incómodos en nuestro propio entorno porque somos vigilados y espiados cada día”.

“El trauma sicológico es tal que en el pueblo las personas hablan casi entre dientes y les resulta difícil relacionarse entre sí porque nunca se sabe quién trabaja para la Seguridad”, cuenta Luis a ADN Cuba. El entrevistado prefiere ocultar su apellido para evitar represalias de las autoridades locales.


En contraposición al alto valor simbólico que le otorgan a Caimanera los dirigentes de la Isla, llama la atención el nivel de abandono sentido por quienes viven allí: “a veces parece que no somos guantanameros, porque uno ve en el televisor y escucha por ahí que los directivos recorren la provincia y dan soluciones a los problemas de otros municipios, pero por aquí ni siquiera pasan”, señala Laura, quien pidió reservar su nombre real porque es único en el registro.

Para bien de ella y de los residentes, el pasado 14 de noviembre el presidente Miguel Díaz-Canel visitó Caimanera, encuentro que presumiblemente era la oportunidad de plantearle cada uno de los inconvenientes y ver si al menos él podía remediarlos. Pero no fue así…

Advierte Luis que la proximidad entre la gente y Díaz-Canel mostrada en los medios de comunicación fue toda una farsa, un montaje. “Es cierto que salimos a recibirlo y hasta hubo quien llevó su celular para tomarse fotos con él o grabar videos, pero apenas pudimos acercarnos porque tenía a su alrededor un círculo formado por el cuerpo de seguridad y personas del Ministerio del Interior vestidas de civiles.

“Fíjate si es así que cuando alguien desde lejos le gritaba al presidente y ganaba su atención para decirle los verdaderos problemas que tenemos, al momento las personas de la seguridad que estaban delante vitoreaban “¡Viva Fidel, Viva la Revolución!” y todo quedaba ahí, pues al parecer él tampoco tenía mucha intención de escucharnos”.

 

Las mentiras de la televisión cubana

 

Para Laura lo peor fue ver luego en las noticias que en Caimanera todo estaba bien, que los únicos problemas eran la situación de la vivienda, la salinidad y el alcantarillado. “Es tanta la suciedad en el poblado, que intuí en la mañana del 14 de noviembre que venía visita de alguien de arriba porque estaban limpiando y recogiendo basura como hacía años no ocurría”.

“El sistema de alcantarillado de aquí es nefasto, al punto de que cuando caen tres gotas se inundan las calles y vierten por ellas las aguas albañales. Y nadie se inmuta, pese a que se ha planteado desde hace años el problema en todas las instancias pertinentes. La respuesta es la misma de siempre: hay que esperar, se está trabajando en eso”.

Laura añade que otro dilema es el acueducto, pues el agua es salobre y llega cada cinco días, porque la máquina de bombear casi siempre está rota y cuando no lo está, escasea el cloro. A ello hay que agregar que no hay puntos de venta de tanques ni bombas de agua para almacenarla cuando entre.   

Explica Luis que otra desdicha es el comercio interior. Apenas se surten los establecimientos con productos higiénico-sanitarios y básicos para el hogar en las dos tiendas existentes. “Aquí hasta para comprar algo tan sencillo como el papel sanitario, jabón y detergente hay que trasladarse al municipio de Guantánamo.

“¡Y ni hablar de la comida! Nunca hay nada en la tienda, ni pollo. Cuando más, te encuentras picadillo. Y en los agros no se ofertan viandas ni vegetales con frecuencia. No los traen y aquí es muy difícil producirlos por la salinidad de los suelos”.


Refiere que el plato por excelencia en Caimanera es el pescado, dado la elevada actividad pesquera de los pobladores, quienes le entregan una parte al Estado y luego pueden vender el resto. No obstante, aclara que pese a estar tan rodeado de mar, el cangrejo moro y la langosta apenas figura dentro del menú de los habitantes, porque está prohibidos pescarles y de hacerlo, debe entregarse para el turismo.

La vivienda es otro factor que golpea a la sociedad. De acuerdo con el diario Granma, en esa comunidad hay dos pequeñas industrias de materiales de la construcción con condiciones para realizar una casa diaria. Sin embargo, no se cumple el plan por la escasez de arena, como constató Díaz-Canel.

“Al presidente los dirigentes locales lo engañaron con palabras y planes futuros de un supuesto programa inversionista. Lo que no le dijeron ni quiso ver fue el pésimo estado del fondo habitacional en la localidad y la situación del “rastro” (punto de venta de materiales de construcción), el cual siempre está desierto. Aquí ni teniendo dinero puedes reparar tu casa, porque no hay con qué”, comenta Luis.  

 

Y entre tanta miseria, no hay cómo divertirse, ni cómo transportarse


La falta de opciones recreativas también es notable en el pueblo, que parece vivir un toque de queda pasadas las ocho de la noche. Apunta Laura que hay un centro nocturno que funciona generalmente los fines de semana y a donde asiste rara vez alguna agrupación musical.

“No hay un parque de diversiones para los niños, una heladería, un cine-teatro con una adecuada programación cultural, nada”, manifiesta Laura. Pero lo más complejo es el transporte. Caimanera tiene dos formas de entrada: por ferrocarril o carretera.

Relata Luis que el tren realiza diariamente dos viajes de ida y vuelta, en dependencia de la disponibilidad del petróleo. Las guaguas, pese a normalizarse la crisis energética en el país, decrecieron su número de viajes y solo cubren actualmente cuando más, tres vueltas escalonadas. La otra vía de escape hacia el municipio Guantánamo es mediante los carros, que apenas circulan porque en los Cupet no venden combustible a los particulares.

Ir en auto hasta Caimanera tiene sus complicaciones, pues hay tres puntos de control. El primero no ofrece problemas, pero los otros sí. En Cayamón, zona a mitad de camino antes de llegar al pueblo, siempre obligan a las personas a bajarse y las revisan, mucho más si son desconocidas. De no estar anotados llaman a la base de control de Caimanera, y el titular de la casa donde se hospedarán tiene que salir a buscarlos.

La seguridad en la región se extremó a inicios de 2019 porque circuló una noticia falsa de que saldría desde allí un barco hacia Estados Unidos, lo que provocó una avalancha de personas provenientes de La Habana y Pinar del Río. Según Laura, la gente montaba a escondidas en el tren y trataban de violar los controles e incluso, había quien cruzaba por el monte que rodea la carretera para ingresar al poblado.

“Fue un show horrendo ver a los agentes del MININT persiguiéndolos y amenazando a los residentes que les daban albergue y comida. “Lo bueno de eso fue que muchos conocieron de Caimanera y contemplaron que no es broma lo que se dice de aquí, que es una prisión con ciertas reformas y ningún beneficio. Aquí te revisan lo que entras y sacas. No puedes disfrutar de todo el territorio porque hay varios campos minados y zonas de acceso prohibido, delimitadas por cercas triples de 15 a 18 pelos de alambre de púas y otras de tipo peerles de dos metros de alto”.

Caimanera es una región habitada por más de 10 mil personas que tiene como actividades económicas destacadas la pesca, la producción salina y la actividad portuaria. Desde 1903, 117,6 km² de sus tierras pertenecen a Estados Unidos, a raíz de la firma del Convenio para las Estaciones Carboneras y Navales entre los entonces presidentes Tomás Estrada Palma y Theodore Roosvelt.

 

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