Dimey Ramírez Ramírez es una madre cubana cuya hija, Natalie de la Caridad, nació con una particular condición, síndrome de Down, y requiere atenciones especiales tanto de la familia como de las instituciones estatales.
Pese a esto, Dimey denuncia que su pequeña ha sido abandonada por el gobierno y todos aquellos que se supone contribuyan a que los cubanos con necesidades y características especiales no sean desamparados por la llamada revolución, esa que según el discurso oficial “no deja a nadie atrás”.
“Ayuda realmente no recibo prácticamente ninguna” (sic), dice Dimey ante las cámaras de Cubanet. “No me le dan el aseo que deben darle porque ella se hace pipí en la cama todavía. Me dan culeros una vez al año, dos paquetes de culeros desechables una vez al año. No me dan el jabón que deben darme por encamado. Ella no está encamada, pero deben dárselo por su situación, y más que yo sólo cobro una chequera de 237 pesos” (poco más de nueve dólares al mes), agrega.
Ante la falta de apoyo o ayudas del Estado, la madre logra que su familia sobreviva acudiendo a la solidaridad de familiares y amigos. “Con la ayuda de mi mamá e inventando por aquí y por allá. Nada más con la bodega se va la chequera”, afirma al hablar de su método para unir mes con mes.
Por si fueran poco sus problemas económicos y monetarios, que atentan contra la calidad de vida de Natalie, que por su condición requiere de facilidades habitacionales y solvencia económica de sus tutores, Dimey acusa que su vivienda está en condiciones inhabitables.
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“Cada vez que llueve se moja toda la casa, debo poner nylon en las camas, la cuna de la niña. Si hace mucho aire debo salir o taparlo todo”, explica, a la vez que subraya haber acudido a varias instancias gubernamentales en busca de amparo, como el Gobierno y el Partido, e incluso el Consejo de Estado.
Sin embargo, no ha recibido respuestas satisfactorias ni la atención que el caso de su hija requiere. El que viene a interesarse es el presidente del consejo, que no puede resolver nada, detalla Dimey, mientras que alega que hay una trabajadora social que va a visitar a Natalie una vez al año.
Pese al evidente desamparo, la madre no pide que le regalen nada. Sólo requiere ayuda con el aseo de la niña y apoyo para solucionar el problema de la vivienda, lo cual está dispuesta a afrontar si se le da un subsidio para repararla o rehacerla.
La particular condición de su niña suele venir acompañada de otras patologías. Natalie tiene una cardiopatía congénita, específicamente la conocida como PCA (persistencia del conducto arterioso). “Había que operarla, porque eso le afectaba el pulmón. Por eso siempre estaba ingresada en el pediátrico”, explica Dimey, a la espera de que el Estado algún día apoye a la familia como corresponde.