Celia García es una madre cubana como tantas otras, que el 28 de agosto se quedó sin poder comprar unos coleros desechables para su bebé. Lo peor no fue eso, sino que, del estrés, Celia se echó a llorar ante las responsables de la tienda.
Cuenta esta mujer en una publicación suya en Facebook, que andaba con su esposo por Línea y 12, donde hay una tienda en divisa, y se encontró con que habían sacado los escasos culeros desechables.
Ya estaban cerrando; ese fue su primer obstáculo, pero por suerte pudo sobrepasarlo y llegar hasta una de las cajas, para averiguar. Así es la vida del cubano, un constante moverse por aquí, sonreír por allá, pedir un favor por acá, para tratar de “resolver”.
El segundo obstáculo fue más grave y el definitivo: había que pagar con tarjeta magnética asociada a una cuenta en dólares o divisa. “Se me enfrió el alma”, comentó García, mientras una clienta le dijo: “pobrecita, ay, pero véndeselo”.
Sin embargo, no se lo vendieron, hubieran sido 10 dólares menos para la tienda y eso, al parecer, era inaceptable.
La pobre Celia salió en vuelta en llanto hacia las afueras de la tienda, donde la esperaba su esposo en la moto. “Lo bueno de llorar con el nasobuco es que nadie se da cuenta y no tienes que secarte las lágrimas”, declaró en la red social.
El estrés y la incertidumbre de la maternidad, como ella misma declara, son las causantes de que exploten estas sensaciones y el llanto, por asunto que, a primera vista, es nimio. Sin embargo, lo cierto es que para muchas madres llevar la maternidad en tiempos de pandemia y con la grave crisis económica de Cuba es todo un reto.
“Es que a veces uno tiene sentimientos y estos se expresan cuando no puedes comprarle los culeros a tu bebé y simplemente comienzas a llorar y así aprovechas y canalizas todo lo demás”, agregó.
En noviembre de 2019, hace casi un año, el régimen aseguró que se venderían pañales desechables producidos en la zona de Mariel por la compañía vietnamita Thai Binh Global Investment, pero eso no ha impedido que ese producto sea escaso en las tiendas del país.
Desde el triunfo de la “Revolución” en 1959, el gobierno entrega a las mujeres embarazadas la famosa Canastilla, que en sus inicios satisfacía la demanda de la población.
Al principio consistía en varias piezas de ropa para los niños, algunos zapatos, pañales, culeros, tela antiséptica, toallas, mosquiteros, pomos de leche con teteras, tetes, crema corporal, aceite para el cabello, juguetes, una cuna, entre otros artículos, lo cual ahorraba al bolsillo de las familias grandes sumas de dinero.
Pero hoy son menos artículos. Sólo le dan a las embarazadas un juego de short con pullover y un pomo de leche, tela antiséptica y dos toallas, además de un juguete de goma.