Los domingos también son para marchar

Una crónica de Ariel Maceo a propósito de la necesidad y postergación de una Ley de Protección Animal, a un año de la inusual marcha que la reclamó
Se cumple un año de la marcha que reclamó la ley de protección animal
 

Reproduce este artículo

Desperté ansioso, sudaba por todas partes. Me paré frente al espejo y tenía la mirada dura. Levanté mi mano zurda y no me temblaba. Ese día iba a marchar exigiendo una Ley de Protección Animal en Cuba, y estaba listo.

Llegué junto al escritor Abu Dujanah, eran alrededor de las ocho y media de la mañana y aún no había mucha gente. Se notaba el entusiasmo. Hombres y mujeres acompañados de sus mascotas, abuelitas con sus nietos, madres con sus hijos, ciclistas. Defensores de animales. Gente que se fue sumando con carteles mientras la mañana se iba levantando. Policías en cada esquina, y, sobre todo, agentes de la seguridad del Estado.

Desde el instante que se comenzó a gestar esta manifestación pacífica. El régimen, a través de su fuerza represiva, intentó controlarlo todo, una historia que no es nueva, porque la represión lleva más de 60 años gestándose en las sombras del pueblo cubano. Y ahí estaban ellos. Vestidos de civil, como uno más, salvo que no lo eran. 

Mientras tanto, seguían llegando gente al parque el Quijote, desde donde saldría la marcha.
Habían alrededor de doscientas personas. Algunas de mis amistades estaban allí. Recuerdo que llegó Bustillo y hablamos un rato, ella con esa energía suya me contó que casi no había podido dormir, pero que por nada del mundo se perdía la marcha. Escucharla me hizo entender un poco más lo que estábamos a punto de vivir.
 

 

Recuerdo que habían varias personas que no conocía en ese instante, pero que ahora, un año después, se encuentran entre mis amistades, algo que me da mucho orgullo.

No conocía a los organizadores, solo de las convocatorias en Facebook. Convocatoria que apenas vi, sabía que debía participar. Que era lo correcto. Fue la primera vez que vi a Valia, y a Beatriz. 
Que linda Bia. Por dios. Antes de empezar la marcha, cuando todos hicieron silencio mientras ella hablaba, supe entonces de la fuerza de esa muchacha. 

La marcha arrancó sobre las nueve y algo de la mañana, justo antes llegó el artista Luis Manuel Otero Alcántara, quien sería detenido, arrestado, y desaparecido en múltiples ocasiones durante ese año 2019. Con él llegó su novia, la curadora Claudia Genlui, quien fue agredida hace apenas unas semanas por la policía en plena calle.

La marcha comenzó atropellada y se detuvo en un par de ocasiones, imaginé que algo así iba a suceder. La última vez que el pueblo cubano marchó para exigirle a su gobierno fue el 5 de agosto de 1994, durante los eventos del Maleconazo. Desde entonces, sólo las Damas de Blanco se habían atrevido a salir cada domingo a la calle.

Así que mientras yo corría de una lado a otro haciendo fotos, ésta era la primera vez que en 60 años el régimen de la Habana daba el permiso legal para manifestarse a favor de algo, en este caso, a favor de una Ley de Protección Animal, que urge en Cuba, porque el maltrato social e institucional que sufren los animales en Cuba llegaron a un punto en el que comenzaron a ser tristemente visibles, y ya las personas no pudieron quedarse indiferentes. Por eso, esa mañana del 7 de abril de 2019, alrededor de 300 personas partieron del parque del Quijote a exigir una Ley que hoy, un año después, se sigue postergando. 

Recuerdo que uno de los organizadores trataba de calmar a la gente, trataba persuadirlos de usar un tono moderado, algo que me dio risa, porque a pesar de todo el control que se trató de ejercer, fue en vano. Porque la gente no se aguantó. 

Entonces la marcha se volvió lo que era, una marcha. Y las 300 personas que salieron del parque se convirtieron en quinientas cuando llegamos al cementerio. 

Los agentes de la seguridad del estado estaban camuflados entre la gente. Ellos, que trataron de impedir la marcha, que fueron a casa de los principales activistas para “persuadirlos” de que no participaran en una marcha legal que fue aprobada por la provincia de la Habana, ahí estaban.

 

 

Cuando entramos al cementerio hicimos silencio como se pudo. Logré acomodarme alrededor de la Tumba de Jeannette Ryder, la activista norteamericana que a comienzos del siglo XX fundó una sociedad para proteger niños abandonados, animales y plantas. Y ahí estaba yo y 500 personas más rindiéndole homenaje.

Alrededor mío tenía fotógrafos y fotógrafas de agencias cubanas y extranjeras. Justo ahí le hice una foto a Luz Escobar, que todavía no sé cómo logró acomodarse tan cerca de los protagonistas, y uno sufriendo entre la muchedumbre.

Ahí estábamos apretados unos a otros, para ver ese momento culminante en el que Beatriz Batista, de 21 años, universitaria, musulmana, nos miró emocionada y nos dijo “lo logramos”, y el lugar estalló en gritos y aplausos.

Bia habló y yo me emocioné escuchándola. Le tomé par de fotos, pero nunca se las he podido entregar, porque las perdí. Que locura, la mayoría de las fotos de esa mañana las perdí junto a mi laptop, que se me rompió. 

Pero he podido rescatar un par de ellas, sobre todo, una en particular que, aunque no tenga la calidad requerida, es una foto que atesoro de ese momento histórico en el que exigimos una Ley de Protección Animal. Una fotografía que varios meses después, en noviembre de ese mismo año, durante la masacre de Zoonosis a propósito de la visita de los reyes de España a la Habana, se hizo viral compartiéndose en Facebook más de 3 mil 500 veces, publicación que me costó el arresto por parte de la seguridad del Estado, por “supuestamente” estar incitando a la rebelión, pero esa ya es otra historia.